Hace unas semanas me di el gustazo de acudir a mi restaurante favorito, del que ya he escrito en alguna ocasión (ver aquí). Lo hice en muy buena compañía.
El menú incluyó una langosta enorme, que fuimos incapaces de terminar. Lo que sí que hice fue inmortalizar el momento para envidia de mis blogueros.
Tengo que decir que se portaron de manera muy comprensiva, no tuve que pasarme los días siguientes fregando platos y además me ofrecieron dinero para que pudiera hacer frente a cualquier otro gasto.
Fui a pagar unos días más tarde. Y como me encontré con que d enuevo contaban con una marisco estupendo, de nuevo me quedé allí a comer (en este caso a cenar), aunque en esta ocasión sólo. Y me llegó para pagar.
Esa langosta
ResponderEliminarparece ser muy lan y muy gosta
y sentará bien comerla en la costa
dicen que el que la prueba se arregosta.
Por cosas como esta... empiezas a no caerme bien.
ResponderEliminarYa puedo ver, compañero,
ResponderEliminarque la rima la ves fâcil
para hacer mi blog mâs âgil.
Muchas gracias, Seronero.
Yo también te quiero.
ResponderEliminarMe quitaré el disgusto con unos crepes, un dîa de estos.