domingo, 23 de octubre de 2011

Así nos luce el pelo

Esto es lo que a primera hora de la tarde del domingo 23 de octubre de 2011, casi 24 horas después del secuestro de dos cooperantes españoles en los campamentos saharauis, dice la página web del Ministerio español de Asuntos Exteriores sobre consejos de seguridad para los españoles que viajan a Argelia:

Región de Tinduf: Los campamentos de refugiados saharauis en Tindouf no han sido objeto de atentados terroristas ni de otros altercados para los visitantes. Únicamente el visitante habrá de atenerse a las normas específicas de los campos de refugiados y a las medidas sanitarias para estancias en medio desértico extremo.


Viva la celeridad de nuestros políticos.

jueves, 18 de agosto de 2011

Nueva temporada

Después de varios meses con el blog abandonado, me toca recuperarlo. No sé si va a ser algo excepcional o seguiré escribiendo, aunque supongo que la primera opción es la correcta.

Las circunstancias y el objetivo que dieron lugar al nacimiento del blog han cambiado. Ya no soy el español que llega de nuevas al país y que va contando las aventuras que le van surgiendo y el choque entre sus coordenadas vitales y las del entorno que le rodea. Lo que sí podría seguir manteniendo es el toque rebelde e inconformista, que voluntariamente mantuve porque responde simplemente a mi forma de ser; y tenía muy claro que si quería que mi relato fuese creíble no podía esconder ni lo que me pasa ni lo que siento en el día a día.

Ahora que estoy casado, mis experiencias no son sólo mías, sino compartidas con mi esposa, que desde hace unos meses vive conmigo en Argel. Soy plenamente consciente de que si siguiera aplicando el mismo alarde de sinceridad y transparencia de antaño, el día menos pensado acaba con nuestro matrimonio. Ya me hizo cambiar algún texto de los últimos meses, aunque conseguí salvar casi sin cambios las publicaciones del blog privado. Antes había recibido muchas y variadas presiones para que dejara de escribir. Las más mezquinas, las de una mala persona, ruin y miserable como nunca antes había visto en mi vida, que en la actualidad vive en tierras persas, que creyó que por su calidad de superiora en el trabajo podía decidir a su antojo sobre mi vida y mis actos. En su paranoia, llegó a llamarme por teléfono un día, que yo estaba de baja médica, para decirme que en mi oficina estaban todos llorando de angustia porque con mis comentarios del blog les había puesto a todos en peligro de muerte. En otra ocasión me llamó a su despacho para decirme que tenía prohibido volver a escribir en el blog, pero que me autorizaba a escribir sobre la fauna y la flora local, que es algo muy instructivo. Para cualquiera que me conozca, no hay como tratar de hacerme comulgar con ruedas de molino para llevarse el chasco del siglo, así que todos los tiros le salieron por la culata. Creo que sólo consiguió que le diera parcialmente la razón cuando me prohibió escribir sobre ella, porque le respondí que no tenía intención de nombrar en el blog a quien no quisiera aparecer en él, aunque le recordé que estaba en mi derecho de hacerlo y ella en el de acudir a los tribunales si se sentía molesta.

Pese a que este blog ya no será lo mismo, la insistencia de determinadas personas que, a fuerza de leerme diariamente establecieron conmigo un lazo afectivo que aún perdura, además de la sensación de que el blog abandonado pudiera dar al nuevo lector la impresión equivocada de que ya no vivo en Argelia, me ha animado a dejar algún que otro post. Pero que nadie espere en esta nueva fase un relato de mi vida diaria.

jueves, 24 de febrero de 2011

Ahora Libia

No sé si merece la pena insistir en que la situación política de Argelia es muy diferente a la de los otros países del norte de África. Cuando expreso mi opinión a argelinos residentes en el extranjero y éstos ponen en duda mi percepción, difícilmente puedo aspirar a que me crean quienes nunca han puesto un pie en el país.

Lo veo con los medios de comunicación. Resulto fácilmente localizable y son infinidad los periódicos y emisoras de radio que me han llamado o escrito para recibir un testimonio de primera mano de lo que ocurre en Argelia. Me imagino que muchos de ellos acaban decepcionados porque no les cuento nada sobre sublevación popular, muertos en las calles, trincheras, tiros de bala o quema de edificios. A cambio, acoto los efectos de las manifestaciones de cada sábado, explico la normalidad con la que se sigue desarrollando la vida ciudadana, reitero la sensación de vivir bajo un régimen policial y les digo que en Argelia no creo que llegue a pasar nada corto plazo, porque el poder está ya sustentado en una base social sólida.

Sin embargo, la realidad es esa. Mientras que durante muchos años se ha dicho que en Argelia el presidente de turno era una simple marioneta de los militares, ahora es impensable un golpe militar que acabara con el régimen. Porque, en unas circunstancias de ese tipo, es cuando precisamente la población se rebelaría. Ahora, lo único que hay es el efecto contagio de las revueltas de otros países, fundamentalmente de Túnez, para la minoría que en Europa se denominaría antisistema y los que yo aquí definiría como de mayor conciencia política.

El presidente argelino es un político excepcional. Desde muy joven demostró unas dotes que le llevaron a ser un referente de los que entonces se denominaban Países No Alineados. Después de purgar unos años en el exilio por corrupción, en su rehabilitación política ha confirmado la talla de estadista.

Para quienes esperaran el chiste fácil de relacionar su talla política y su escasa estatura física, hago un inciso y explico que el término talla, en castellano, viene de tallar, que es cortar; y no de medir.

El presidente argelino ha sabido darle el toque populista a su presidencia que va con lo que desea una buena parte de la población, algo con lo que personalmente discrepo y que veo contrario a la cultura y a los valores democráticos en la que he crecido, pero sólo soy un observador extranjero y, como suele decirse, nadie me ha dado vela en este entierro. ¿Un ejemplo? Pocos se creen los porcentajes de participación de la última reelección, casi plebiscitaria, de Bouteflika, unas elecciones que antes se llamaban “a la búlgara” y en las que tuvo que cambiar la constitución del país para poder presentarse. Sin embargo, se acepta como mal menor, porque se tiene la sensación de que detrás de Bouteflika lo que hay es el abismo.

Esa es la única incertidumbre real en Argelia. La mayoría de la población, cuando se queja, lo hace del gobierno, no del régimen. Ya tuvieron una mala experiencia hace algo más de veinte años y no van a acelerar un proceso que de forma natural se tendrá que producir. Eso permite a las autoridades jugar con el tiempo para la toma de decisiones sociales. La consigna ahora es ceder antes de arriesgarse a un enrarecimiento del clima social. Así es como se ha llegado al levantamiento del estado de urgencia nacional, que era el último vestigio normativo de lo que llaman el decenio negro.

Resumiendo, salvo que falleciera Bouteflika y se abriera de forma cruda el proceso de sucesión, Argelia es en mi opinión el país del norte de África que presenta un menor riesgo de inestabilidad social y política.
Tenía pendiente ofrecer este comentario para todos los que me preguntan cómo está la situación en Argelia. Y parafraseando a Don Sabino Fernández-Campo, cuando hace exactamente treinta años dejó una frase para la posteridad, aquí, en Argelia, el levantamiento popular contra el gobierno, ni está ni se le espera.

Tenía ganas de comentar lo ocurrido en Libia con la repatriación de los españoles en general y de los empleados del Estado español en particular. Es llamativo que en el aeropuerto de Barajas estuviera Brufau, presidente de Repsol, para recibir a su gente, mientras que para 25 empleados públicos que habían conseguido ser repatriados por ese avión no estaba ni el Presidente del Gobierno ni la Ministra de Asuntos Exteriores, la misma que decía un día antes que su Ministerio se estaba planteando la posibilidad de repatriar a los españoles y no fue capaz de hacer despegar un avión de España hasta después de la medianoche del ya día 23 de febrero.

Se ha centrado en la figura del Embajador de España en Libia la situación de indefensión, pero es un mero ejecutor de consignas que está acostumbrado a vivir muy bien, muy seguro en una mansión que pagamos entre todos, y perder la referencia de que no está al servicio del Ministro de asuntos Exteriores, sino a sus órdenes, porque al servicio de quien está es de los españoles. Llegada una situación similar, supongo que en Argelia ocurriría más de lo mismo. Tras el atentado que sufrimos de Al Qaeda el 11 de diciembre de 2007, el Embajador acudió casi inmediatamente al lugar para ver los daños físicos y materiales sufridos. A partir de ahí, supongo que siguiendo instrucciones superiores que consideraron que había que negar la evidencia de haber sido víctima de un atentado, ni la menor referencia. Más aún, tengo un documento en el que oficialmente se me dice que la Embajada de España en Argel niega los hechos, seguramente para refrendar la teoría de los daños colaterales. Estuve de baja laboral durante una larga temporada y aún continúo bajo tratamiento médico (creo que ya por muy poco tiempo). Pero, desde entonces, ni el anterior Embajador ni el actual me han preguntado ni una sola vez por el tema, para interesarse por la salud de alguien que la ha perdido trabajando para un servicio en el que él está al frente. Así que de vez en cuando lo recuerdo en este blog.

Los que estamos trabajando en Argel vemos la situación real y estamos muy tranquilos. Unas más que otros, porque no todo el mundo tiene acceso a la misma información ni la procesa de forma idéntica. Pero todos tenemos familia en España, que en la distancia piensan que estamos sentados encima de un polvorín a punto de estallar. Les cuentas que las manifestaciones son de mucha menor escala de las que se han podido vivir en Bilbao, Vigo, Cádiz o hace unas semanas en Murcia. Y nadie pensó en abandonar España. Aún así, la familia, como es natural, insiste y pregunta:
- ¿Y ahí que os dicen de la Embajada?
- Nada. Los fines de semana que no salgamos de casa.
- ¿Por si hay tiros?
- No, es que no dicen nada. No ha venido ni una sola vez ni el Embajador ni el Agregado del Ministerio del Interior ni el Cónsul para decir cómo ven la situación del país y hacer una valoración del riesgo. Ni tampoco para que sintamos que, si un día pasa algo, estamos en buenas manos.

Seguro que no soy el único que, ante una emergencia, se fía más de sus dotes de superviviente, luego de sus contactos locales, después de la infraestructura ante situaciones de emergencia de otros países desarrollados y, en cuarto lugar, de nuestra legación diplomática y los inútiles que desde Madrid mueven los hilos.

La seguridad es sobre todo una percepción. Más que estar seguros, nos sentimos seguros. Y los que están al frente no hacen todo lo que deberían hacer para que esa sensación nos alcance. Cuando decía antes que el Embajador no me ha preguntado jamás por mi recuperación tras el atentado sufrido trabajando para la Embajada, no es porque desconozca los hechos, sino porque no le importo yo más allá de la repercusión mediática que pudieran tener mis comentarios. Y ya saben los que me siguen lo mal que no se me digan las cosas de frente para acabar enterándome por terceros.
Como tantas otras veces, dejo el tema sin agotar y pendiente de contar un par de ejemplos bien significativos.

martes, 8 de febrero de 2011

El contagio tunecino

En la distancia, muchos meten a Túnez, Egipto y Argelia en el mismo saco, de modo que creen en una inminente desestabilización del sistema. Pero yo no lo creo y voy a tratar de razonarlo en varias etapas.

El texto siguiente lo escribí hace ya unas semanas. Lo había dejado en la nevera y ahora me decido a publicarlo tal y como estaba. Es cierto que los acontecimientos han ido más allá de lo que mis comentarios indicaban, así que un día de estos, quizás mañana, añadiré algunas consideraciones adicionales.

En la distancia se ve como un contagio de la situación tunecina, donde el descontento social ha dado lugar a manifestaciones ciudadanas, a su vez aprovechadas por los movimientos favorables a una democratización de la política tunecina para denunciar la doble cara de un régimen bien visto en occidente, como estable y pro-occidental, pero temido por los propios tunecinos por su carácter totalitario.

La realidad política argelina es muy diferente. El sistema liberal de la economía tunecina tiene poco que ver con el socialismo rancio de la argelina. La aparente libertad de prensa de la que se goza en Argelia está muy lejos de la continua amenaza bajo la que escriben los tunecinos. Y la apatía individual que cincuenta años de socialismo ha llevado a la población argelina ha apagado las posibilidades de un movimiento político organizado, a excepción de en la Cabilia, la única región en la que la población siente mayoritariamente los valores que en occidente asociamos con la democracia.

Parea entender los acontecimientos de las calles argelinas hay que conocer el carácter extraordinariamente violento de su sociedad. La guerra de independencia, el belicismo militante de los años 70, las manifestaciones de los 80, o la década de guerra civil, han marcado la forma de ser de los ciudadanos. No en vano, Al Qaeda se ha nutrido históricamente de buen número de argelinos y yemeníes, representantes de las dos sociedades más habituadas a convivir con la violencia.

La normalidad con la que se vive esa violencia se ha instalado de forma trágica en la juventud argelina. Mucha gente ha dejado en Argelia de acudir a los estadios de fútbol por los continuos episodios que parecen un parte de guerra. No es rara la jornada de la liga de primera división en la que al menos un par de partidos se juega a puerta cerrada por cierre del estadio, tras graves incidentes. Hace algo más de un año, a raíz de un partido de fútbol, se realizó la caza del egipcio. Fueron saqueados todos los negocios de ciudadanos egipcios o con intereses egipcios, incluidas las oficinas de la mayor compañía privada de telefonía del país. Todo ello, con la impunidad que ofrece ver que la policía deja hacer, que la mayoría de la población ve con simpatía esos actos violentos y que el propio gobierno los alienta en unas operaciones políticas de castigo a los intereses económicos egipcios, que aún perduran a fecha de hoy.

Por eso, la violencia excesiva en la calle no responde a un hartazgo político extremo, sino a una forma desgraciadamente habitual de actuar en masa. Quizás el mejor ejemplo sería el de las manifestaciones de los movimientos antiglobalización, que aunque causaron grandes destrozos en algunas ciudades, como Barcelona, nadie se plantea que puedan hacer tambalear un régimen.

Los políticos argelinos son perros viejos (expresión que para nosotros no es peyorativa, lo que digo por si algún argelino me lee) y cuenta con experiencia suficiente para saber dirigir a las masas. Por eso, me ha sorprendido la torpeza de hoy, cuando, frente a una manifestación convocada por un partido político denominado RCD, la policía ha lanzado un pulso exagerado, con una gran cantidad de elementos de las fuerzas del orden, que superaban con mucho al número de manifestantes, a los que durante horas no se les ha permitido siquiera salir de la sede central de su partido.

Esta demostración sólo sirve para debilitar al gobierno y mostrarlo como represivo, apoyado en un estado de urgencia que lleva años sin ser levantado, en una versión moderna del derecho de pernada. La policía hace y deshace a su antojo o, por decirlo mejor, al de quien le manda.

EL RCD es un grupo político hecho a la medida de su líder, un antiguo activista kabil, que no representa a más allá del 3% de los argelinos. Sólo en la región de Tizi Uzú cuenta con una buena representatividad institucional y se limita a una lucha cainita con el FFS para portar la bandera de la identidad kabil. En el resto del país se le ve con el mismo grado de simpatía con que se ve a Carod Rovira fuera de Cataluña. De haberle dejado desfilar, se habría visto cuál es su verdadera fuerza. Pero, en lugar de eso, se le ha ofrecido el título de víctima de la falta de libertad en el país.

No sé por qué me da que, cuando dentro de unos meses decida Buteflika cambiar el Gobierno y sustituir a Uyahia, uno de los que ha empezado hoy a preparar la maleta es el Ministro del Interior.

lunes, 7 de febrero de 2011

Matar al mensajero

Dicen que a veces hay que contar hasta diez antes de hablar. Yo he decidido contar hasta treinta antes de escribir. Y ahora, pasados treinta días, reescribo y suavizo lo que en su momento había redactado.

- Y que no escriba nada de todo esto en su blog.

El “todo esto” se refería a los acontecimientos de violencia callejera que se vivían aquellos días en Argelia, porque no creo que lo hiciera a la instrucción, que acompañaba esta desatinada orden, de no acudir al trabajo el fin de semana ni conducir vehículos con matrícula verde, que distingue a los vehículos de diplomáticos, cooperantes y extranjeros en general, con matriculación provisional en Argelia.

No puedo asegurar que la frase fuera exactamente ésa, pera así me la transmitieron como instrucción. Intenté contrastar la información anterior antes de escribir y le pedí a quien me la hizo llegar el número de teléfono del interfecto. Desde luego, esa persona no se ha tomado la molestia de dirigirse a mí, quizás porque sospecharía que mi respuesta sería algo así como:

- Soy mayor de edad y mi libertad de expresión se limita a la obligada confidencialidad en mi labor profesional, al respeto a la verdad y al secreto judicial. No te cito nunca en mi blog por consideración personal, no porque no pueda hacerlo. Pero si crees que tienes autoridad para amordazarme, mucho me temo que te equivocas. Y, mira, es precisamente ahora cuando voy a escribir.

No es la primera vez que me pasa ago así. Hace casi tres años una superior me citó en su despacho para decirme que me prohibía que su nombre apareciera en mi blog. Le respondí que estábamos en el trabajo y que me estaba hablando de un tema no laboral, de fuera de la oficina, donde no era mi superiora; pero que mi intención en el blog era no nombrar a quienes no quieren aparecer nombrados. No lo entendió, porque aquel mismo verano, estando yo de baja médica, me llamó un día por teléfono, no para preguntarme por mi salud, sino para decirme que me prohibía escribir más en el blog, porque había escrito un reportaje sobre Argelia, diciendo además cuál era mi función y, ahora estaban todos llorando de pánico en mi oficina y temerosos, porque les había puesto en alto riesgo de sufrir un atentado.

He de señalar que la persona en cuestión mezclaba en su imaginación hechos reales con una versión muy peculiar de la realidad. Así, yo no había escrito nada de todo eso en el blog. Pero, claro, aquella mujer hablaba de oídas, sin haber leído de qué se trataba.

Aquel día sí respondí que el blog era cosa de mi vida privada y que no tenía ninguna autoridad ni derecho a darme instrucciones al respecto.

En otra ocasión fue un directivo español de un hotel de Argel el que en lugar de dar la cara utilizó a un amigo para pedirle que omitiera un comentario sobre el arroz caldoso con cabezas de langostino a precio de oro, 40 euros, que nos habían servido en el hotel, haciéndonos creer que sería una comida española, cuando luego ni siquiera pasó por la cocina para comprobar qué nos estaban preparando.

Al margen de esta última historia, lo que más me fastidia es la actitud de quienes no entienden lo que es mi vida privada y mi libertad de expresión y que acuden corriendo a mis superiores en el trabajo para decir que soy un niño malo que escribe cosas políticamente incorrectas. Si su objetivo es intimidarme, no me conocen. Lo único que hacen es que los vea como unos cobardes, incapaces de decir directamente lo que quieren. Esa ha sido la forma de actuar de unos cuantos tipos destinados en Argel. No han conseguido callarme, sólo rodearme de una aureola de bocazas y conflictivo. De ahí que en este caso me extrañe la actitud de este colega de Mortadelo, una persona afable y a quien no tengo por amigo de causar este tipo de problemas. Es una persona que, ya en tres ocasiones, en charlas informales, me ha dicho que no publique determinadas cosas en el blog. Y siempre le he asegurado que no lo iba a hacer, como nunca escribo nada relativo a la confidencialidad de mi trabajo. Supongo que esta vez no le molestaría que escriba sobre la violencia de las calles de Argelia, sino sobre las instrucciones a los empleados de la Embajada de España. Pero, ¿por qué no me lo ha dicho directamente? Y, si se trataba de una broma, ¿es consciente de estar creándome el mismo problema que si yo dijera a la gente que tenga cuidado al hablar con él, que luego aparece en los informes?

Soy más prudente de lo que algunos piensan y no cuento ni de lejos lo que puedo llegar a saber. Se puede comprobar que en este blog no aparecía el apellido Drouk***, por ejemplo, ni comentarios sobre la lucha de poder alrededor de algún militar con el nombre de guerra de Tou***. Tampoco se me ocurre especular con reuniones en Francia de conocidos miembros de Batas*** con el autodenominado gobierno provisional ka***, o con la venta de visa*** por sahara***, por más que uno haya recibido testimonios personales de gente que se ha visto en esas circunstancias.

Si algún personajillo tan importantes cree un día que determinada cosa no la debo publicar, o quiere saber si he hablado sobre esto, aquello, o lo de más allá, que me lo diga directamente, sin intermediarios. Los que no tenemos un pasaporte rojo sabemos mantener conversaciones educadas y no nos comemos a casi nadie.

sábado, 22 de enero de 2011

El huevo de la felicidad

En Argelia soy un privilegiado. Mi sueldo, sin alcanzar el de algunos expatriados, es superior al que ganaría en España y, desde luego, nada que ver con lo que gana un argelino medio. No soy una persona que necesite crearse necesidades para sentirse mejor, de modo que vivo en un simple apartamento, tengo un vehículo antiguo, un ordenador de principios de siglo y ni siquiera un lector de DVD o alguno de tantos caprichos tecnológicos que inundan el mercado. Por no tener, hasta fecha reciente no tenía ni televisor.

Un individuo con un buen sueldo y sin apenas necesidades, es sinónimo de no pasar apuros financieros y casi, casi sobrarle el dinero (y así sucedía, hasta que hace poco me casé, claro). En mi caso, la principal ventaja es que no reparo en gastos; lo que me quiero comprar, me lo compro, sin preocuparme de si es más o menos caro, mirando sólo que no me engañen.

Un buen ejemplo son los huevos, un alimento de primera necesidad en la dieta argelina. He localizado algunos sitios en los que venden huevos de gallina de corral, comparativamente muchísimo más caros que los de gallina de jaula, pero nada que no pueda permitirme. La diferencia de gusto es abismal. Además, son realmente huevos de gallina de corral que podríamos denominar “de los de antes”. Para empezar, la cáscara puede ser de diferentes tonalidades, no necesariamente de ese color tierra que ahora inunda el mercado. Hace ya tiempo que en España no veo una cáscara de huevo a la antigua usanza, de color blanco. El consumidor había asumido que la llamada cáscara roja aparenta mejor calidad y la selección genética de los criadores ha hecho el resto. En cambio, en Argelia, si compro una docena de huevos de gallina de corral, me los encontraré blancos, casi transparentes, ligeramente enrojecidos y de ese color que he llamado tierra y que quizás debería definir como color Sahara, en honor a las dunas del desierto argelino. Son todos esos huevos más pequeños, de los que seguramente pone una gallina de modo natural. Y con la yema mucho más roja, posiblemente debido a la alimentación.

Así son mis pequeños caprichos en Argelia, que me permiten disfrutar, sin más pretensiones, de tantos detalles que cada día se me ofrecen. Si mis caprichos consistieran en acudir a grandes hoteles, hacerme socios de clubes deportivos o codearme con gente de dinero, el sueldo no me llagaría para esos excesos y me sentiría frustrado. Pero disfruto y valoro pequeños detalles que tampoco requieren de un enorme dispendio económico, de modo que alcanzo la mejor relación calidad/precio del mercado de la felicidad.

Hace un tiempo, en octubre de 2009, conté aquí ese hermoso cuento de León Tolstoi que conocemos como la fábula de la camisa del hombre feliz. Quien en su momento no leyera esa entrada, puede utilizar el buscador del encabezamiento de esta página para hacerlo.

viernes, 21 de enero de 2011

De Nápoles a Argel

El pasado fin de semana, aprovechando dos días que coleaban de mis vacaciones, hice una escapada a Italia. Estaba buscando alguna disculpa para poder pasar unos días con mi mujer y, como ninguno de los dos conocía Nápoles, allá que nos fuimos a pasar juntos un par de días, con sus correspondientes noches.

Es así como he podido incluir otra ciudad más en la lista de localidades “argelinas” del mundo. Tenía anotados al casco antiguo de Cartagena, las calles populosas de Marsella, casi toda la ciudad de Casablanca y ahora una parte del barrio antiguo de Nápoles, especialmente cuando al anochecer desaparecen los turistas.

No es que las calles estaban sucias y se circulaba por la calzada. Desde luego, no que las mujeres fueran con velos o que se escuchase la llamada a la oración desde la mezquita, que no es así. Es más sutil y diferente. Para empezar, un desequilibrio al anochecer entre el número de hombres y de mujeres que permanecen en la calle, pero en la percepción de que la vida no acaba en el hogar y que se prolonga en el vecindario. Luego, la sensación de que ahí no es la policía la que controla la seguridad, sino que hay una especie de ley del lugar que es mejor no saltarse. En una calle pude ver una “tienda” cuyo negocio era la venta ilegal de tabaco, sin ningún otro producto a la venta que sirviera de tapadera para su acción ilegal de contrabando. Comer una pizza enorme, como en Argel, no cuesta más allá de cuatro euros, que es algo así como la cuarta parte de lo que costaría en España. La gente es simpática, agradable y los vendedores no agobian al turista para conseguir colocarles la mercancía, aunque sin llegar a los extremos de casi pasotismo de Argel, donde a veces hay que insistir al dependiente, casi suplicarle, para que atienda al cliente. Demasiadas similitudes.

Periódicamente es bueno oxigenarse saliendo de Argelia. Además, esta distancia física con mi esposa es algo que llevo fatal, de modo que han resultado unos días muy agradables y satisfactorios en el plano personal. Lo peor del viaje fue, como casi siempre, Air Algérie, que había reprogramado el vuelo de regreso para varias horas más tarde y me tuve que pasar el sábado seis horas deambulando por el aeropuerto de Fiumicino, en lugar de poder pasear por alguno de los muchos rincones encantadores de Roma. Además, para una de las pocas veces que viajo en business class, no existe ni una sala de espera para viajeros de primera clase en el aeropuerto de Roma en la que se acepte a los pasajeros de la compañía aérea argelina. La sala de embarque, al final de la terminal H, era un hangar impresentable. Los que allí esperaban el vuelo tenían pinta de contrabandistas, similares a los que se agolpan en la terminal de ferries de Alicante. Más que una sala de embarque de aeropuerto, me recordaba al patio de una cárcel, así que estaba yo más preocupado por la integridad de mi cartera y pasaporte que por otra cosa. Afortunadamente, encontré al final de aquel hangar otra sala de no mucho mejor aspecto, pero en la que por lo menos los viajeros ofrecían una presencia más normal. Allí permanecimos media docena de personas, incluido el único que no parecía ser argelino, que primero pensé que era español, por llevar en su porta trajes la tarjeta de identificación de equipajes de Iberia, hasta que supe que se trataba del Ministro de Asuntos Exteriores de Perú, que acudía en visita oficial a reunirse con las principales autoridades argelinas. Me imagino que la culpa del cambio de horario estaba precisamente en esa visita, porque al llegar al aeropuerto de Argel le estaba esperando Medelci, su homólogo argelino, que no es de los que adapta su agenda a las vicisitudes de los aviones.

El vuelo de Roma a Argel lo hice justo detrás del Ministro peruano, que se llama igual que yo. Sólo éramos cinco personas viajando en primera clase, incluidos dos técnicos de una conocida empresa italiana y un profesor universitario amigo de la tripulación al que realojaron en primera para pedirle durante el vuelo que hiciera algo para que a la hija del jefe de cabina, que está estudiando en la universidad, le den un trato especial en algo a lo que se ha presentado y que no pude comprender. Y es que yo estaba más bien meditando en la diferencia entre un Ministro de Perú y uno de España, que cuando viaja procura hacerlo rodeado de toda una cohorte de chupones, que no sólo viajan gratis, sino además cobrando..

La anécdota del viaje, con moraleja, me esperaba al recoger las maletas en el aeropuerto de Argel. No había tenido más contacto con el resto del pasaje que el inicial en aquel hangar de Roma y pensaba que estaba viajando en la versión alada de un barco de contrabandistas. Por supuesto, todos argelinos, de piel morena y pelo oscuro. Pero según fueron pasando los minutos y no aparecían las maletas, comprobé que aquellos hombres eran todos italianos, muchos de ellos del sur, trabajadores en su mayoría de un par de empresas. Ahí me di cuenta de que me había guiado por los clichés y arquetipos que tenemos en mente. Los argelinos son en general más altos y con mejor presencia física, salvo por la muy frecuente carencia de una buena parte de las piezas dentales. Pero, por el resto, las diferencias son mínimas.

miércoles, 12 de enero de 2011

Guante blanco

El texto completo de esta entrada lo publico exclusivamente en el blog Privado en Argel.

Al hilo de lo que escribí hace días sobre el señor X, tendría que buscar lo que dice en España la legislación sobre el llamado tráfico de influencias. Es decir, que es lo que se considera tráfico delictivo cuando alguien utiliza para su lucro las influencias obtenidas por razón de cargo público.

Cuando un ex alto cargo político o un familiar suyo consigue un contrato de cantidades astronómicas por sus servicios, es que algo falla. Yo sólo veo tres opciones. O la empresa que le paga ha perdido la cordura, o el individuo en cuestión es un crack que lo disimulaba mientras hacía política, o alguien debería acabar entre rejas.

Escribí en una entrada antigua cómo la hija mayor del rey Juan Carlos I se había divorciado de su esposo y que la prensa reflejaba la relación de cargos que ostentaban en empresas privadas, muy bien remunerados. Algo sorprendente, habida cuenta de las cualidades intelectuales que en esa pareja parecen saltar a la vista y que no parecen coincidir con las requeridas para esa función. Y que nadie me diga que se lo han dado por su cara bonita…

Si alguien ha pensado que el conflicto del precio del gas se soluciona cerrando el grifo y comprando a otros proveedores, olvida que ese gas debe atravesar un gaseoducto llamado Medgaz y del que forman parte otras empresas, además de la argelina Sonatrach. Si no circula el gas por el tubo, todos ellos pierden dinero.

Quienes quieran curiosear en los posibles trapos sucios que relacionan la economía con las altas esferas y hacer cábalas sobre tráfico de influencias, pueden encontrar divertido ponerse a buscar nombres de los miembros de los consejos de administración de esas empresas. La tarea no siempre es fácil. Así, por ejemplo, Iberdrola ha situado al frente de su asesoría jurídica a quien fue la secretaria personal de la mujer de ZP, a su vez esposa de un antiguo Cónsul de España en Argel, en la actualidad al frente de los llamados fontaneros de la Moncloa. Y que conste que de este personaje tengo una buena experiencia personal, como contaré alguna vez.

martes, 11 de enero de 2011

El primo de Paul

Estas Navidades fui a comprar un pulpo para prepararlo a la gallega y me llamó la atención encontrarme en el lineal de pescado del supermercado un buen número de pulpos ya cocidos y listos para ser preparados; y además todos ellos idénticos en tamaño y presencia. Eran algo así como unos pulpos clónicos, parientes lejanos de la mítica oveja Dolly. Leí con atención la etiqueta, que anunciaba el producto como octopus vulgaris (pulpo común, pero en latín) y de origen palentino. Palencia es una provincia española de la Comunidad Autónoma de Castilla-León, en el norte, pro que no tiene, ni mucho menos, salida al mar.

¿Qué explicación tiene el origen de mi pulpo? La única que yo le he encontrado se llama piscifactoría. Me sorprende, porque tenía entendido que la reproducción del pulpo en cautividad resulta muy compleja, pero ya no me sorprendo de nada.

Cuando me ofrecen una lubina en Argelia, tengo que preguntar su peso, si es para una o dos personas, cuando en España son todas exactamente iguales, de las denominadas “de ración”. Algo parecido pasa con el rodaballo, cada vez más fácil de encontrar en las pescaderías españolas, a mejor precio y de una calidad gustativa muy inferior a la de ese mismo rodaballo procedente de la industria extractiva que rarísima vez consigue uno en Argelia. Recuerdo cómo de pequeño pescaba almejas en la ría de Laredo, que mi madre empleaba para dar gusto a una paella de marismo, y cómo ahora las almejas tienen el mismo sabor que si se hicieran de plástico.

Soy consciente de que la acuicultura ha iniciado un camino imparable y que la trucha salvaje, el salmón, la lubina, la langosta, la almeja, el lenguado, el rape o el mismo pulpo, pescados después de una vida en libertad, son ya gustos para el recuerdo. Consumimos mucho más de lo que el mar puede proporcionarnos de forma natural y estamos frente a la única solución que además permitirá la supervivencia de las especies. Argelia es un reducto en el que aún se pueden comer algunos de esos productos de gusto exquisito, pero está llegando con fuerza la acuicultura y el futuro está ya cantado.

Y en esas disquisiciones acabé comprando uno de los treinta o cuarenta pulpos idénticos de mi supermercado, lo llevé a casa, lo troceé y preparé con aceite, pimentón picante, sal y una hoja de laurel. Y a la mesa. Yo no noté diferencia con el pulpo de otras veces. Quizás porque el pulpo no destaca especialmente por un sabor intenso, sino por una textura musculosa. O quizás porque llevamos ya un tiempo, sin saberlo, consumiendo pulpo cultivado y hemos adaptado nuestras papilas gustativas a las nuevas circunstancias.

lunes, 10 de enero de 2011

Por hablar

Cada vez que Argelia es noticia en los medios de comunicación quiere decir que ha pasado algo malo. No es algo exclusivo de este país norteafricano, sino que ocurre en todos los órdenes de la vida, salvo quizás el deportivo.

Este pasado fin de semana se ha hablado de Argelia por los disturbios de los últimos días. Es posible que otros acontecimientos internacionales hagan pasar estos sucesos a segundo plano. El asesinato de los dos franceses secuestrados en Níger y que iban a ser vendidos a Al Qaeda para pedir un rescate; o el atentado en Estados Unidos contra una congresista demócrata, son noticias que sin duda llamarán más la atención en unos días. Pero, por ahora, seguimos en lo alto de la actualidad.

Pocos españoles son en Argelia tan fáciles de encontrar a partir de una simple búsqueda por Internet como yo. Y como la prensa española busca en estos casos un testimonio sobre el terreno, ya estoy acostumbrado a recibir llamadas de desconocidos que quieren saber cómo se vive y qué pasa con determinados acontecimientos.

Tengo la costumbre de tratar de responder a todo el mundo. Me pasa con las encuestas telefónicas o a pie de calle. Soy consciente de que el que me pregunta está trabajando y que me necesita para hacer su trabajo, algo que también tengo presente cuando se trata de la prensa o de una emisora de radio. En este sentido, no sé si he contado alguna vez la anécdota del partido de fútbol de Argelia contra Egipto, en el que tuve que contar cómo estábamos viviendo los españoles la victoria de Argelia… antes de que ésta se produjera. Buscaré si aparece en el blog para, si no es así, contarlo otro día.

En esta ocasión he hablado con bastantes periodistas y con un par de emisoras de radio. Resulta que mis padres, felices y contentos en Bilbao, no sabían nada de todos los sucesos argelinos hasta que de madrugada mi padre reconoce mi voz en un noticiario de noticias, explicando cuál era la situación de seguridad en Argelia. A partir de ahí, pánico en la familia Doñoro, que cree tener a su hijo poco menos que en la guerra de Vietnam, y unas cuantas horas de intranquilidad hasta que consiguen hablar conmigo.