miércoles, 30 de septiembre de 2009

Que no se enteren

Llevo unos días enfermo, desde el lunes por la tarde, que empecé a sentirme mal. No sé si es alergia, si es gripe ovina (es que llamarla porcina estando en Argelia...), resfriado, o qué. Pero me encuentro fatal y con fiebre.

No he contestado a ningún comentario porque lo hago generalmente por las noches desde un cibercafé y no tengo ahora el cuerpo para romerías nocturnas.

Espero que los de Sanidad no sepan de mi estado de salud, no vaya a ser que me apliquen los protocolos de actuación contra el virus de la gripe porcina y me confinen un montón de días en un hospital argelino. Porque ahí puedo pillar cualquier otra cosa.

Cuando un amigo se va

Hoy es el cumpleaños de mi amigo Bogdan y le debería dedicar este post. Sin embargo, espero que me perdone que no vaya para él. Y es que creo que no lee el blog y no se iba a enterar.

A quien se lo dedico tampoco lo suele leer, por lo menos actualmente, porque hace algo más de un año sí que lo hacía para saber dónde se iba a meter.

Supongo que no tiene mucho sentido escribir un post para una persona que no lo va a leer. Pero supongo que algún día lo hará y cuando entre los berracos de su ciudad vea la foto sabrá que me refiero a él.

Trabajar en un lugar de paso es muy duro. Haces amigos, quieres a gentes que luego tienen que seguir sus vidas y sus caminos. Me ha pasado y me seguirá pasando. Me volveré a decir que esta ha sido la última vez, que a partir de ahora no cogeré cariño a nadie. Me lo dije hace un tiempo y no ha funcionado, porque hay personas que por su forma de ser se ganan un trozo muy grande en el corazón de este pobre José Antonio que se queda en Argel.

Suerte y un abrazo, amigo. Sé que te volveré a ver.

martes, 29 de septiembre de 2009

El borreguillo

Esto no es publicidad subliminal de Norit, pese al título.

El pasado domingo rechacé aquí la publicación del comentario de un lector y después de haber pulsado la opción de rechazo me arrepentí de mi acción; pero ya era demasiado tarde. Se trataba de una crítica que creí y creo injusta, fruto seguramente de una carencia de autocrítica por parte de su autor, contagiado de ese sentimiento argelino de manifestarse de cara a los demás como los mejores; algo que, dicho sea de paso, también es muy hispánico. El caso es que en esos momentos no contaba con tiempo para rebatir el argumento y no era justo tampoco permitir que mi blog se convierta en instrumento para mi flagelación. Así que me dije, como en alguna otra ocasión, que al que no le guste que escriba su propio blog, lo titule si quiere “Argelia, paraíso de la libertad”, y quien quiera leerlo, que lo lea.

El comentario del lector era a cuenta de lo que yo titulé “de resaca”, contando cómo el Ramadán termina con dos días de fiesta, que la gente viste ropas nuevas, que los días posteriores muchos restaurantes aún permanecen cerrados y que el fin de semana fueron pocos los que aprovecharon para salir hacia Tipaza. El lector en cuestión me decía que era todo inventado y que podía dedicarme a escribir guiones de cine; también, que si sigo en Argelia será porque soy pesetero o masoquista.

Ya sé que responder a un borrego no merece la pena, porque sólo obtienes un nuevo balido. Ha habido gente conmigo estos días que ha podido comprobar que los días siguientes eran festivos y que mucha gente lucía ropas nuevas. No estaba solo cuando he encontrado dificultades para dar con un restaurante abierto. Y tampoco lo estaba en Tipaza. ¿Cómo debatir algo así? Es como si alguien se cree Napoleón, le enseñas su carnet de identidad con otro nombre y no se lo cree; mejor dejarle que siga creyéndose Napoleón Bonaparte y ya llegará su Waterloo.

Lo de pensar que si estoy en Argelia es por avaricia económica me parece ya una falta de respeto. Por supuesto que estoy en Argelia porque es el lugar de mi puesto de trabajo y acudo a trabajar todos los días porque me pagan. Es posible que quien me ha escrito sea uno de esos vagos redomados que vive a costa de su familia, pero a la mayoría de los mortales le sucede lo mismo que a mí: que acuden a trabajar porque les pagan un salario y no se consideran por eso masoquistas, sino seres humanos dignos que aportan con su esfuerzo un beneficio a la comunidad y a cambio reciben un fruto. Eso es el trabajo. Encima a mí me gusta el mío, aunque si dejaran de pagarme también dejaría de ejercerlo. Prueba, lector, a trabajar. Dicen que es sano (desde luego, para la mente sí que lo es, y doy fe de ello) y además conseguirás aportar tu grano de arena para cambiar esas impresiones negativas sobre la sociedad argelina que percibes y que en lugar de intentar mejorar tratas de silenciar con lo que en castellano se llama matar al mensajero.

Hace años, cuando vivía en Bilbao, estuve colaborando como voluntario con programas de Caritas para inserción social de colectivos marginales. Buena parte de los usuarios del servicio eran de etnia gitana, con muchas similitudes culturales y sociales con lo que vivo diariamente en Argelia. Era un trabajo de voluntario, no de cooperante, lo que significa que no cobraba por ello. Y no creo que eso signifique que ni yo ni el resto de los voluntarios fuéramos masoquistas por seguir luchando cada día en beneficio de esa gente, sino que hay unos valores que, si este lector en cuestión no los entiende, yo no soy capaz de explicárselos.

Si no me importaran ni Argelia ni los argelinos, no me tomaría la molestia de dedicar un buen rato de mi tiempo libre cada día a escribir este blog. Ni disfrutaría conociendo el país y sus gentes. Tampoco pretendo con estas líneas conseguir sacarle de su error y que me agradezca el esfuerzo de ofrecer una imagen de su país alejada de la de nido de terroristas islámicos, porque, como escribía más arriba, un borrego sólo sabe balar. Hasta que, dentro de menos de dos meses, llegue la fiesta del cordero.

Adoptar un hijo (y 2)

Comienzo esta segunda parte contando una anecdota. La primera vez que vine a trabajar a Argel me indicaron que al lado de mi oficina había una pouponière, adonde acudían las familias para adoptar. Mi vocabulario de francés tampoco era excesivo y confundí pouponière con pepinière, que no es un campo de pepinos, sino un vivero de flores y plantas (también de pepinos, llegado el caso, pero esos se cultivan más bien en una huerta). Mi interlocutor seguía hablándome de esos padres que no tienen hijos y acuden al lugar y yo me extrañaba de que en Argelia las gentes adoptaran una planta, a la que por mucho que riegues y cuides nunca puedes llegar a querer como a un vástago. Tardé un buen rato en darme cuenta de mi error.

Las inclusas se nutren fundamentalmente de hijos no deseados. Ser madre soltera está muy mal visto en Argelia e implica un estigma de por vida. Muchos casos se resuelven como antiguamente en España, con una boda rápida, de esas que se llamaban “casarse de penalty”. Pero no siempre es posible. Existen casos en los que no desean casarse, uno de ellos ya está casado, ella no quiere interrumpir sus estudios cuidando a un bebé, se ha producido un incesto... la casuística es enorme. Se dice que en Argel las inclusas se nutren en buena parte de los niños entregados por madres jóvenes solteras que viven alejadas de su familia por razón de estudios y que han probado a disfrutar de un estatus de vida superior en convivencia con un hombre mayor, o que en su sexualidad se han aplicado con más intensidad a la promiscuidad que al cuidado en los métodos anticonceptivos.

Hay más padres deseosos de adoptar que niños que precisen ser adoptados. La gente es, en general, mucho más generosa y solidaria en Argelia que en España y nunca faltaría un hogar a ningún niño si tan solo se anunciara que se necesitan unos padres para unos recién nacidos. No obstante, el Estado tiene que cumplir con una labor de tutela que, en el caso argelino implica, como siempre, un exceso de celo burocrático. Ahí entra también la selección de los mejores padres posibles para cada niño. Dejando a un lado los enchufes, el recurso a conocidos, que no es exclusivo de Argelia, se exige el cumplimiento de una serie de condiciones que yo veo lógicas. La primera es que se trate de una familia estructurada, que responda a los parámetros de una familia normal, con un padre y una madre que en la vida real podrían haber sido los progenitores del niño. Las diferencias raciales dentro de Argelia son importantes y para un niño con rasgos tuareg, de piel oscura, casi negra, se le busca unos padres racialmente compatibles, si se me permite la expresión.

He oído quejarse a extranjeros por el hecho de que se tenga que ser musulman para adoptar. Sin embargo, yo lo veo razonable. Una pareja cristiana o atea, o una soltera hunduista pueden sin duda ofrecer el mismo cariño al niño. Pero si en Argelia se considera que la fe es un valor, que la forma más correcta de manifestarla es siendo musulmán, que la mejor estructura familiar es la de una pareja heterosexual (inicialmente había escrito "homosexual", por error, pero los lectores me han corregido) y monógama, lo normal es que sea a quienes cumplen con estas condiciones a quienes el Estado confíe preferentemente la adopción de los niños entregados a su custodia. Si sólo se valorara el poder ofrecer a los hijos la mayor cantidad de bienes materiales, únicamente los más ricos adoptarían niños.

No todos los niños son “adoptables”. En zonas como Tlemcen existe un problema de cosanguinidad bastante llamativo. El elevado número de deficientes mentales salta a la vista. No es un hecho exclusivo de Argelia, porque en la España profunda también se sabe mucho de esto. Además, en Argelia sólo afecta a grupos étnicos muy encerrados en sí mismos. En estas familias con una patología mental severa se producen muchos más casos de abusos e incestos, de relaciones sexuales entre hermanos o entre padres e hijos, hasta descubrir que “la niña” está embarazada de cinco o seis meses. Un niño que no está sano suele permanecer bajo la tutela del estado, que le proporciona educación y una formación bastante básica, hasta que puedan valerse en la vida, en una triste vida, por sí mismos.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Adoptar un hijo (1)

Hasta hace unos años las familias numerosas eran muy habituales en Argelia. Tener ocho o diez hijos era algo exagerado, por encima de la media, pero no extraordinario. Lo mismo ocurría en España, por otra parte, sólo que entre nuestros abuelos el control de la natalidad y la racionalidad familiar, como ahora la entendemos, se impuso hacia los años cuarenta del siglo pasado y a Argelia llegó con más de treinta años de retraso. También en el mundo urbano se ha dado ese mismo proceso y en la actualidad muchas familias desean tener “la parejita”, como ocurría en mi tierra en mi época escolar.

En Argelia se quiere mucho a los niños. Hay gente que les pone en la cabeza su mano en signo de bendición. No es raro ver a un policía que ayuda a los niños a cruzar la calle cuando regresan de la escuela. Y a una madre con niños pequeños se le ayuda en la calle cuando se ve que lo necesita, sin necesidad de que lo pida. Son cosas que nosotros estamos perdiendo y que hace ilusión reencontrar en Argelia, comprobar que no cuesta nada ser mucho más humanos de como nos estamos comportando en occidente.

Cuando una pareja argelina desea tener hijos y no lo consigue se suele poner en manos de los médicos especialistas. Las técnicas de fecundación in vitro también se llevan a cabo en Argelia y muchas parejas han conseguido tener descendencia gracias al recurso a los métodos modernos de fecundación. Para quien se sorprenda de que esto exista en un país musulmán, debo explicar que la exégesis cristiana e islámica son muy similares. Se parte de la premisa de que el hombre ha sido creado por Dios y que sólo Él debe decidir sobre la vida y la muerte. Ahí, el recurso a la ciencia no se condena, sino que se valora como aportación al bien. Lo que se rechaza, explicado con excesiva simplicidad y ningún rigor científico, es el uso de embriones, dar vida a varios para luego seleccionar uno. De todas formas, este tipo de debates no se da en la sociedad argelina.

Para las parejas que no consiguen engendrar existe otra forma más convencional de tener hijos. Me refiero a la adopción. En Argelia no existe la adopción internacional y menos aún la posibilidad de que los no nacionales puedan adoptar niños. Pero ya me he extendido demasiado y dejo la continuación para mañana.

domingo, 27 de septiembre de 2009

De resaca

Ya ha pasado una semana desde que terminó el mes de Ramadán y la vida está más apagada que nunca en Argel. El exceso de vida nocturna y el hecho de no ingerir líquidos a lo largo de la jornada fue minando a lo largo del mes las energías de los argelinos, a quienes la última semana se les hizo eterna. La fiesta posterior ha supuesto contar con dos días para lucir ropas nuevas y ver a los familiares, pero no ha sido tiempo suficiente para recuperarse físicamente. Menos aún para quienes han trabajado por las noches. Están de resaca.

Día a día se va notando que el tráfico de vehículos se incrementa en las calles de Argel, pero sin llegar a los niveles de locura y exasperación que nos esperan en octubre. Un detalle negativo es que aún resulta difícil encontrar un restaurante al que acudir a comer, que no se haya tomado unos días libres.

Tenía curiosidad por saber qué ocurriría, como reaccionarían los argelinos, en el primer viernes sin Ramadán. Pasar el día en Tipaza es sinónimo, habitualmente, de casi dos horas de viaje de ida y otro tanto de vuelta. Sin embargo, parece que muchos argelinos han decidido que el viernes está hecho para descansar, haga lluvia o salga el sol. Y por eso hemos tenido la suerte de gozar de una jornada con un tiempo extraordinario y sin atascos.

Me sigo apuntando a que el Ramadán suceda más a menudo.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Bajo la basura

Hace casi tres meses, el 2 de julio, comentaba aquí cómo me había encontrado el coche por la mañana lleno de basura, incluidas raspas de sardinas, restos de una ensalada y cáscaras de huevo. Quien lo quiera volver a leer puede pulsar sobre este enlace.

Aporto hoy un par de fotografías tomadas ese mismo día del estado en el que quedó el vehículo tras retirarle todos los restos sólidos, para al menos poder acudir al trabajo.

Creo que las imagenes hablan por sí solas, de modo que evito más comentarios. Bueno, sí, uno: que me ha vuelto a ocurrir, aunque en menor escala. Sé de quién se trata y casi se merecería que publicara su foto, pero es que a los cerdos (cerda, en este caso) les gusta la publicidad y no serviría como escarmiento.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Qué bonita que es mi niña

Así de salerosa y vestida de sevillana, porque me ha salido muy flamenca la niña.


Hoy es su cumpleaños, tan guapetona como siempre. No sé si mis amigos colombianos me dejarán decir que se trata de una moza muy berraca, pero a ella seguro que le gusta.

Desde aquí, mi felicitación y un beso grandote y especial, que me gustaría poder darle personalmente. Y que comas mucho y bien, para poder hacer feliz a mamá.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Pastillas para la memoria

No lo suelo hacer muy a menudo, pero esta vez voy a solicitar consejo de los lectores del blog para solventar un problema.

Estoy obligado, por prescripción médica, a tomar dos comprimidos distintos al día. Uno en el desayuno, el de la hipertensión, y otro en el almuerzo, el recetado por el psiquiatra. Con la medicación que controla mi presión sanguínea no tengo problemas. Me he acostumbrado a desayunar, cosa que antes rara vez hacía, y asocio el desayuno a la pastilla. Es cierto que alguna que otra vez me olvido, pero lo normal es que me acuerde al cabo de un rato.

Mi problema surge con la segunda medicación. Tomarla por la mañana me sienta mal, así que el médico trasladó la toma al mediodía. Pero nunca, o casi nunca, me acuerdo. He probado a colocar las pastillas junto a algo relacionado con el almuerzo diario, a instalar un despertador, a decírselo a quienes me rodean, a inventarme una merienda ficticia para tomar la pastilla en ese momento… Pero nada funciona, me sigo olvidando. Y como soy caótico (definición que me concedió una amiga las pasadas Navidades), no como a la misma hora, ni en el mismo lugar, ni con una rutina previsible, lo que complica las cosas.

Serán millones las personas que han pasado por idéntico trance. Y, ¿cómo lo han resuelto? Eso es lo que me gustaría saber.

Muchas gracias, de antemano, por las aportaciones.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Con los Uyghur

Como he recuperado el cable de conexión de la cámara de fotos al ordenador, ya puedo mostrar fotografías que deberían haber aparecido en algunos post anteriores.

El día 8 de septiembre conté como había asistido a una velada con la actuación del grupo chino “Uyghur 12 muqam” (pulsar aquí para recordarlo). Éstas son algunas de las fotos que tomé en aquella ocasión.




Y, cómo no, al final me subí al escenario para compartir yo también un momento con los artistas.

martes, 22 de septiembre de 2009

Felicidades, Nesrine

Ayer lunes fue el cumpleaños de Nesrine. Como era el segundo día del Aid (se llama Aid el Fitr a la fiesta de fin del mes de Ramadán, que dura dos días, el uno y el dos del mes de Chual en el calendario musulmán), se lo pasó visitando a su familia materna.

A modo de felicitación, incluyo la fotografía tomada en el salón de su casa familiar el otro día, cuando compartimos un comida de ruptura del ayuno.

Felicidades, guapa.

Los amigos de la noche

En mi barrio hay un grupo de gente joven de esa que toda la vida se ha denominado como de “sin oficio ni beneficio” que pasa la mayoría del tiempo en la calle. Hay una camaradería más o menos buena entre ellos, incluidos los que cobran por aparcar el coche.

Soy noctámbulo y callejero, lo que implica que mis paseos nocturnos por Argel se alarguen hasta bastante más allá de la medianoche, en horas a las que para la mayoría de la gente la oscuridad y el silencio imponen respeto. Sólo una vez he pasado verdadero miedo y fue en una zona denominado Les Annasseurs, no muy lejos del monumento a los mártires.

En el mes de Ramadán las gentes cambian sus horarios, pero yo no, así que coincidimos mucho más. Me gusta resultar sociable con mis vecinos y me paro a ver cómo juegan al dominó o al futbolín, o discuto con ellos de algún tema. Esto último les encanta, porque saben que siempre encuentro una explicación para dar la vuelta al argumento que creen irrebatible. La última fue su afirmación de que estando en Argelia debería hacer el Ramadán. Yo les expliqué que lo más bonito que tiene Argelia es la diversidad y que ellos son mejores musulmanes dentro de un país diverso, como tienen más mérito los argelinos que siguen los preceptos del Islam cuando viven en Francia. Respecto a eso de que yo no debería comer, les expresé que valoro el valor religioso del ayuno, que implica un período de purificación para un musulmán. Pero yo no soy musulmán y para mí simplemente sería no comer para luego disfrutar de un banquete a las siete de la tarde, convirtiendo un hecho de valor religioso en una comedia. Cuando empezaban a ponderar mi explicación, les puse el ejemplo de que yo me fuera a la mezquita para hacer como que rezo, pero en falso. Sería una burla exactamente igual que la de mi ayuno ficticio. Por eso, lo más correcto desde el punto de vista religioso es que yo coma de manera manifiesta, para que a nadie le quede duda respecto a mi condición de no musulmán y al mayor valor del sacrificio de los musulmanes que me rodean.

Me divierte mantener este tipo de conversaciones, que en la realidad resultan farragosas, por la barrera del lenguaje. Su lengua es el árabe dialectal y con una riqueza verbal limitada. Algunos se desenvuelven en francés, pero tampoco se les puede sacar de un vocabulario básico. Así, diciéndoles que yo voy cada domingo a misa, no entendían el término “église”, ni “kanisha” y tuve que decir “mosqué roumi”, la mezquita católica.

La primera noche tras el final del mes de Ramadán salí como de costumbre por la noche a la calle y allí ya no había nadie. Las tiendas cerradas, los futbolines y los juegos de dominó desaparecidos, el control de policía de la Place Audin esperando a los pocos coches que a esas horas bajan por Didouche Mourad, sólo una docena de varones caminando, o sujetando aún las paredes, en toda la calle. Las noches de Argel son muy tristes durante once meses al año.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Caja de plástico

Hace unos cuantos meses, una persona, de cuyo nombre sí quiero acordarme pero que no voy a descubrir, me dijo, ante el desorden que reinaba en mi casa, que tenía que comprar cajas grandes de plástico de las que se emplean para guardar sábanas y mantas y que en muchos hogares se guardan luego debajo de la cama, una de tantas servidumbres que se pagan en las cada vez viviendas más pequeñas de España, en las que no hay el sitio de las mansiones de nuestros abuelos. Le expliqué a esta persona que eso no lo iba a encontrar en Argel, pero no me creyó del todo. En general, cuando alguien no me cree este tipo de cosas lo que hago es callarme; deben pensar que mi puesto de trabajo me tocó en una tómbola y que no conozco el mercado local. Pero por una vez insistí y hasta le di explicaciones.

En el mercado local argelino no se fabrican este tipo de envases de gran tamaño. La mayoría de la producción de plásticos se centra en la región de Orán, más en concreto en los polígonos industriales cercanos al aeropuerto de Es Senia, posiblemente por la cercanía con la petroquímica de Arzew, que durante muchos años suministraba de materia prima a los fabricantes locales. Ahora ha desaparecido esa ventaja de localización porque existen suministradores extranjeros, el más importante de los cuales es una multinacional alemana de la que yo, sinceramente, sólo conocía su división farmacéutica y el hecho de que financia al equipo de fútbol de la ciudad de Leverkusen. Pero, volviendo a la fabricación de plásticos, la de los de gran tamaño se limitaba hasta hace muy poco a cubos en los que incluso se puede bañar a un niño y sobre todo aljibes domésticos, para almacenar agua y evitar los contratiempos ligados a los cortes de suministro. Pero, hasta donde yo sabía, las empresas locales no contaban con moldes específicos para fabricar cajas grandes de plástico transparente, con su tapa que ajuste perfectamente.

Proseguí mi explicación. Una importación sería difícil de encontrar, aunque no imposible. Pero resultaría muy caro. Se trata de un producto que cubica mucho; esto es, que ocupa mucho espacio en proporción a su peso. La compañía marítima transportadora cobrará en función del espacio ocupado, por encima del peso de la mercancía. La solución es importar grandes cantidades y de pocos modelos diferentes, de manera que se puedan apilar entre sí. Pero aquí entra el juego el conocimiento de la mentalidad preponderante en el consumidor argelino. El servicio que ofrece, guardar cosas, es el mismo que el de una caja de cartón, que sale gratis. ¿Para qué pagar más? De modo que son pocos los consumidores que estarán dispuestos a comprar una caja de ese tipo. Lo harán las amas de casa que quieren tener todo bien arreglado en su hogar, pero dentro de unos márgenes razonables de precio. Y una caja que puede salir por más de diez euros se escapa para muchas familias de eso que acabo de llamar razonable.

Pese a todo, lo que finalmente funcionó no fueron mis explicaciones, sino la prueba empírica, sobre el mercado.

¿Por qué cuento todo esto? Porque recientemente un fabricante local ha comenzado a producir envases de plástico transparente, aunque todavía no del tamaño que esta persona buscaba. Al tratarse de producción local, el precio sí es razonable y las amas de casa lo están adquiriendo como una forma de mantener las cosas bien ordenadas en la cocina. Porque de momento el empleo es para los alimentos, el material de bricolaje y electricidad, las medicinas y hasta los juguetes de los niños. O al menos eso me cuentan en mis escapadas de reconocimiento del mercado.

Cuento todo esto porque llevaba tiempo sin soltar un rollo de los míos, limitándome todo el verano a unos textos más cortos y veraniegos. Y porque es algo que me ha hecho ilusión, ya que se trata de un síntoma de evolución de la mentalidad del consumidor argelino.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Cocina oriental

La principal comunidad extranjera de Argelia no son los franceses, sino los chinos. Existe más gente con nacionalidad francesa, pero en realidad se trata de ciudadanos argelinos que han conseguido nacionalizarse en Francia y no cuentan en Argelia como extranjeros; además, en algunos ámbitos gusta decir que se es francés cuando en realidad lo que se tiene es una tarjeta de residencia francesa, no la nacionalidad.

Pero me he escapado completamente de lo que quería contar. La comunidad china que vive en Argelia hace una vida completamente a parte y apenas se les ve. Los que trabajan en la construcción, la mayoría, viven en los mismos pisos que construyen y no salen ni para comer. Las malas lenguas les culpan de la desaparición de todo tipo de animales de los alrededores, lo que personalmente me parece muy creíble. Pero mantengo la duda de saber cómo los preparan. Es decir, no creo yo que se coman al gato de turno asado como si fuera un pollo, sino que lo trocearán y aderezarán al estilo chino.

¿Y de dónde sacan los condimentos? Esa es la duda que yo mantengo y por la que me he decidido a intentar conocer a algunos chinos de Argel. Tengo en casa un libro de recetas orientales y no he podido preparar nada más que uno de los platos del libro. Con la cantidad de cosas que me he traído, como salsa de soja, jengibre, brotes de soja, brotes de bambú, palmito, fideos chinos, sésamo,…siempre me faltan ingredientes. Empecé por algo tan típico como el sushi y resultó que me faltaba vinagre de arroz, wasabi, que creo que podría sustituir por salsa harissa, y nori, que son hojas de algas. Para los rollitos vietnamitas necesitaba champiñones shiitake y carne picada de cerdo, que no puedo sustituir con unas rodajas de embutido. Me pasé al arroz frito con pollo al curry, una receta tailandesa, pero me faltaba casi todo, salsa de soja clara, salsa nam pla y, lo más importante, el arroz pandan. Creí tenerlo todo para el curry malayo de cordero; que ya es tener, porque necesitaba, además de los ingredientes más evidentes, cilantro molido, jengibre fresco, comino molido, canela, clavo, cardamomo, pimienta y zumo de limón. Pero me faltaba la lata de leche de coco, que sin embargo creo haber visto en una ocasión en una tienda. Si la encuentro, podré también preparar un pescado con coco tostado, una receta malaya que tiene toda la pinta de estar buenísima.

Si descubro dónde se proveen los chinos de Argelia de todas estas cosas podré empezar a practicar a cocina oriental; dejando al margen todo lo que lleve verduras crudas, claro está.

No he dicho cuál es el plato que sí he preparado. Se trata del arroz tres delicias, sustituyendo el pimiento amarillo por maíz y los tallos de apio por espárragos frescos.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Hablando idiomas

Me ocurrió la otra noche en Argel. Acudí a un cibercafé para leer mi correo personal, hablar por Skype, validar los comentarios del blog, actualizarlo... Para esto último llevaba, como siempre, un pendrive con el texto que antes había escrito sobre mi ordenador portátil, con teclado qwerty, acentos y eñes, porque de otra forma soy incapaz de redactar algo medianamente legible.

Los cibercafés de Argel son muy baratos, comparativamente con lo que pago cuando acudo a uno en Bilbao. Soy un asiduo de un ciber que por la noche cobra treinta dinares la hora, aunque con la velocidad de acceso a Internet que proporciona puedo pasarme diez minutos tratando de abrir una página. Pocos hogares argelinos cuentan con conexión ADSL y la solución para estar en contacto con el mundo pasa por el cibercafé. Hay muchos y algunos con gran número de ordenadores. No entiendo mucho de informatica, pero me temo que tener cien ordenadores conectados a la vez repercutirá sobre la velocidad de acceso.

Montar un ciber no resulta muy caro si se dispone de un local. De otra forma, dado el precio de los alquileres, es mejor dedicarse a otra cosa. El software de gestión es común para la mayoría de estos negocios locales y casi todos los terminales se pueden adquirir de segunda mano. Lo sé por haber sufrido la experiencia de teclados absolutamente borrados y ratones desgatados en locales que negocios que acaban de abrir.

Eso mismo, un teclado en el que las letras habían ya desaparecido, era lo que tenía enfrente. Poco a poco voy aprendiéndome de memoria dónde se sitúa cada letra y ya sólo me confundo con los caracteres especiales y los signos de puntuación.

Allí, en el cibercafé, llegó el momento de colgar el texto en el blog el texto a publicar y pregunté por la clavija USB. Pero no me entendán. A mis frases en francés respondían en árabe y cuando dije que no hablaba árabe me respondieron que ellos no hablaban francés. Entonces, como hago casi siempre en estos casos, me pasé al castellano. A veces me responden con un “no espico españolo”, que muchos piensan que es la única frase que saben decir en español. Pero, para mi sorpresa, me respondió uno de ellos en un perfecto castellano. Resultó que era alumno universitario de traducción y que llevaba ya cuatro años estudiando nuestra lengua.

Es la primera vez que me pasa en Argel, porque en Orán ya me había sucedido, que alguien del país no sepa francés y sí castellano. Una lástima que no se compre un teclado qwerty con eñes, acentos y todo lo demás y que deje los azerty para los muchos cibernautas francófonos.

viernes, 18 de septiembre de 2009

La circuncisión

Este texto estaba previsto para el pasado miércoles, pero no lo pude publicar porque me resultó imposble abrir rl fichero escrito en software libre. Gracias a Jon lo puedo publicar.

Hay que leerlo pensando que se está en el miércoles 16 de septiembre, ¿vale?

Decía así:

Mañana jueves es el vigésimo séptimo día del mes de Ramadán. Para la mayoría de los que leen este blog la fecha no tiene ningún valor especial. Pero para los musulmanes sí que lo tiene; se trata de una jornada especial dentro del mes de ayuno; el día más sagrado e importante.

Es tradición que a los niños varones se les circuncide en la víspera del vigésimo séptimo día del mes de Ramadán; esto es, hoy. No es que todo el mundo lo siga, porque cada vez son más los que acuden a la consulta del médico y realizan la intervención en una consultorio y en el día y hora que el doctor elige, pero sigue siendo la fecha favorita. A los niños se les reviste de una forma especial, con un traje muy elegante, que portan con orgullo. Lo que no sé es cómo reaccionan llegado el momento del bisturí, aunque luego haya una hermosísima colección de regalos, parecidos a los que se reciben en el mundo cristiano por la primera comunión. Yo recuerdo cuando, siendo muy poco más mayor que estos niños, me operaron de fimosis, que viene a ser lo mismo pero por prescripción médica, y la verdad es que no tuve ni pizca de ganas de celebrar nada.

En Argel es habitual que el Presidente de la República y los demás altos dignatarios del país acudan en este día a una mezquita emblemática a la oración de las ocho y media de la tarde, hora y media después de la ruptura del ayuno.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Tablón de anuncios

Me permito escribir un post un tanto diferente. Y me concedo el permiso porque el blog es mío, por supuesto. En fin, vamos con ello, que se trata de varios comentarios más cortos, que bien podría haber adornado para hacer de cada uno de ellos un post.

1.- Me han quitado la escayola de la pierna izquierda. Acudí el martes por la mañana pronto al especialista y tuve la suerte de que me atendiera antes de la hora a la que me había citado. Pagué los diez euros adicionales de nueva consulta y pasé a su despacho. Con unos tijeretazos arrancó la escayola, me palpó el pie y dictaminó que ya puedo considerarme curado, aunque debo seguir utilizando durante unos días la muleta. No estoy demasiado contento, porque, aunque el médico diga otra cosa, el pie me sigue doliendo, incluso sin caminar. Y el tobillo está hinchado.

2.- Esta es divertida. Al salir sin escayola de la clínica busqué rápidamente un taxi que me llevara al trabajo. Se llamaba Hassan, un hombre muy simpático que no abusó para nada a la hora de establecer su tarifa por lo que llaman una “cursa”, una carrera sin compartir el taxi. Supongo que influyó el hecho de que me tomó por argelino, porque todo el tiempo me hablaba en árabe, aunque yo le contestaba en francés, acertando a duras penas el significado de sus comentarios, aparentemente sobre la densidad del tráfico y cosas así. La parte cómica comenzó cuando en una rotonda se equivocó al tomar la autopista y se metió por la zona del llamado estadio olímpico del 5 de Julio, donde había un atasco impresionante, a resultas de uno de tantos controles policiales. Yo le veía al hombre muy apurado y pensé que le faltaba algún papel del coche. Sin embargo, nada más pasar el control paró en una cuneta, me pidió disculpas, abrió el maletero, sacó una botella de agua y se escondió entre la maleza. Cuando reapareció mostraba ya cara de alivio y estoy seguro de que no era precisamente por haber roto el ayuno bebiendo agua, que seguro que no. Huelga decir que cuando le pagué y me despedí de él no le estreché la mano. Ni la izquierda ni de la dereha, no vaya a ser zurdo.

3.- Para los que me han ido diciendo que con una pierna escayolada debería pedir la baja laboral, explico que me encanta mi trabajo y además es la razón de mi estancia en Argelia. No poder trabajar durante varios meses, como me ocurrió el año pasado, ha sido muy duro para mí, porque además mucha gente no entiende la baja psiquiátrica como una enfermedad, sino como una excusa. Si ahora puedo trabajar y me dejan hacerlo, me siento muy contento, aunque consciente de que aún no estoy completamente curado y que tengo días muy malos. Pero ni me planteo quedarme en casa si puedo ser laboralmente útil.

4.- Apareció el cable de conexión de mi cámara de fotos al ordenador. Como no podía ser de otra forma, la mujer de la limpieza tenía algo que ver en el asunto. En su afán de guardármelo absolutamente todo, había “escondido” la bolsa de deportes con el cable de marras, las gafas y alguna cosilla más en el fondo del cubo de la ropa sucia que tengo en el cuarto de baño. Como guardaba sin lavar cuatro camisetas de color rojo, que tengo miedo a que destiñan y algún día tendré que lavar a mano, no había urgado hasta el fondo de la bolsa. Así que ahora no sólo podré colgar fotos en el blog, sino también leer por la noche.

5.- En mi casa funciona el ascensor. La parte ridícula de la buena noticia es que me enteré cuando ya llevaba funcionando un par de semanas. Y yo subiendo ocho pisos andando y con la compra a cuestas. Con la escayola me habria venido bien que además de ascensor fuera descensor, pero todo no se puede tener en la vida. En dos ocasiones hice algo tan ridículo como que al ver que se hallaba detenido en mi planta meterme dentro y esperar a que alguien le llamara desde la planta baja. En la primera ocasión esperaba a un amigo que iba a aprtar el botón de llamada, pero en la segunda tuve que aguardar más de diez minutos a que ocurriera el milagro. Y, mientras tanto, a oscuras, porque la luz interior del ascensor se apaga cuando está detenido.

6.- El verano se acabó en Argel hace porlo menos un par de semanas. No es que haga frío, pero tampoco un calor excesivo y los más frioleros ya necesitan algo más que una simple camisa pr las noches. Eso significa que en pocas semanas las nubes que se forman en el Mediteráneo empezarán a llegar a esta costa del norte de África para dar paso a la temporada de lluvias.

7.- Sigo sin responder a muchas de las preguntas que me hacen los lectores del blog a mi correo personal. Creo que es fácil de entender que mi tiempo es limitado y que una mayor dedicación a facilitar respuestas individuales sólo puede ser a costa de escribir menos en el blog. Pido disculpas a quienes se hayan sentido molestos.

8.- Lo de tener Internet en casa es ya tarea casi imposible. Había optado por olvidarme del contrato pagado y firmado y contratar de nuevo el servicio con EEPAD, la única empresa privada que da acceso a Intenet a particulares. Acudí a contratarlo y me dijeron que tenían un pequeño problema puntual, que implicaba unos diez días de espera desde que pagara hasta que realmente funcionara el servicio. No me olió bien aquello y me pareció más sensato esperar al final del Ramadán para que los diez días no se convirtieran en treinta o cuarenta. Entre tanto ha surgido un problema mayor: la compañía del monopolio telefónico argelino, empresa pública, le ha cortado todas las comunicaciones a EEPAD, dejando a todos sus usuarios sin acceso a Internet. Asi llevan ya unas semanas. Por una vez he sido afortunado y mis precauciones han funcionado. Todo huele a retorno al régimen de monopolio en el acceso a Internet, sinónimo de tener que pasar por el aro de que me vuelvan a timar.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Software libre, cliente esclavo

Para hoy miércoles había escrito un post. Y no sólo para hoy, también para mañana. Y para pasado. Pero lo hice en un ordenador que no es el mío, con un sistema operativo que supongo que también es diferente y con un programa de software libre, de esos tan maravillosos y perfectamente compatibles. Al menos en teoría.

Anoche fui a un cibercafé a descargar el post en la red y me encontré con que el fichero era ilegible, incompatible con Word y hasta con el Bloc de Notas. Y en esas sigo.

Si algún día lo recupero, lo publicaré, aunque ya pierda el valor de la noticia. Porque encima trataba de algo que ocurre especialmente hoy, la víspera del 27º día del mes de Ramadán.

martes, 15 de septiembre de 2009

Obras en casa... del vecino

En el apartamento situado al lado del mío están haciendo obras. No se trata de un simple arreglo, de una mano de pintura a toda la casa o de cambiar algunas maderas. Nada de eso. Una obra que para sí querría Juan de Herrera. Han vaciado completamente el apartamento, tirando todas las paredes y empezado de nuevo.

Al principio me sorprendió que con la cantidad de bolsas de escombros que iban saliendo del apartamento no se produjera demasiado polvo. Todavía no lo entiendo, pero así fue. Además, como la obra la realizaban de día, mientras yo trabajaba, sólo me enteraba los sábados. Pero llegó el Ramadán y la cosa cambió. Tengo la impresión de que han pasado de tener contratada una empresa de demoliciones con absolutos profesionales a ser los mismos dueños quienes se encargan de la posterior reconstrucción. Para empezar, los horarios son draconianos. Comienzan hacia las nueve de la mañana y no se detienen hasta las seis y media de la tarde, para volver a hacer ruido desde las ocho de la noche hasta más allá de la medianoche. Los sacos de cemento en la escalera empezaron ofreciendo una imagen de comunidad polvorienta y ahora ya lo han convertido en un edificio en obras, sólo que habitado. Alguna que otra vez me encuentro con obstáculos que taponan mi puerta; y no se trata de un simple ladrillo, sino de sacos de 50 kilos, que, eso sí, acuden prestos a cambiar de emplazamiento y me piden muy educadamente disculpas.

Creo que hacer obras en casa es una pesadilla parecida en todos los países del mundo. El consuelo que siempre queda es que al acabar se podrá disfrutar del fruto de tanto padecimiento. Pero me temo que si la obra la hace el vecino no hay consuelo que valga. Aún así, me he montado mi película para que me resulte más llevadero. He supuesto que el hecho de que haya un extranjero viviendo en el mismo edificio, en la misma planta, ha podido iluminar una idea en la mente de mis vecinos y suponer que si arreglan convenientemente su apartamento podrán también alquilárselo a un extranjero, de estos tan tontos que pagan cantidades desproporcionadas por un bien que no lo vale. Y, si esto es así, es posible que en unos meses tenga un vecino occidental en la puerta de al lado.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Comer a la carta

Aunque es una cuestión de gustos, opino que en Argelia se come bien. Los platos típicos, como cuscús, rishta, chajchuja, mechuí o tayín, que transcribo como buenamente puedo al castellano, no nos resultan excesivamente exóticos, mientras que la comida de cada día es absolutamente mediterránea. Además, la influencia francesa es aún más acusada y no hay restaurante o casa de comidas, por muy sencillo que sea, que no utilice términos franceses para definir su menú.

Me di cuenta del valor de todo esto cuando estuve en junio en Praga, una capital europea en la que supuestamente todo debería resultar más fácil. En un momento determinado tenía hambre y me decidí por entrar en una taberna tradicional, de mesas corridas, muy al estilo de los bodegones del sur de España o las sidrerías del norte, aunque dentro de un edificio decorado de forma tradicional.

Entré al local y desde la puerta comprobé que era del gusto de lo que yo esperaba, un estilo rústico. Una vez dentro, efectivamente, la gente tomaba básicamente cerveza en unas mesas de madera, en una sala con pinturas en las paredes que acentuaban su estilo tradicional.

Me acomode e intenté hablar con mis compañeros de mesa, pero apenas uno era capaz de comunicarse en inglés. Otro intentó hablarme en francés, pero pensé que mis conocimientos de checo estaban más o menos a la altura de los suyos de la lengua de Molière.

Entonces me dieron la carta para que eligiera lo que quería comer. Y me di cuenta de que no, que pese a que el señor de la barba blanca sólo sabía decir cuatro palabras en francés, yo no era capaz de traducir ni ésas de todo el menú en checo. Y que conste que la que parece más evidente, "cena", significa precio, que eso lo he aprendido del polaco.

Con buena voluntad casi todo se arregla y pedí un plato de bacalao ahumado con queso y cebolla, ingrediente que no me explicaron, pero que yo había llegado a traducir por sentido común y conocimiento de otros idiomas.

Cuando viajas por Argelia y das con un restaurante popular con una carta escrita en una pizarra o en un cartel, basta con saber leer o pedir a alguien que lo lea despacio. Y enseguida se entiende que “lubia” son alubias; que “sardín” son sardinas; que “seitún” son aceitunas. Y así, casi todo.

Lo que no puedo negar es que entre comer con una jarra de cerveza y hacerlo con un refresco con sabor a manzanas podridas hay mucha diferencia.

sábado, 12 de septiembre de 2009

La boda argelina

El post de hoy no lo he escrito yo. Le cedo los bártulos a una amiga, casada con un argelino. Me ha contado en un correo electrónico su experiencia en una boda argelina, que describe con su habitual gracia.

He realizado algunos pequeños cambios en el texto, bien de puntuación, suprimiendo nombres o recortando alguna frase. Pero he respetado el estilo narrativo, insuperable. Además, creo que transmite la ingenuidad de la situación y todos los descubrimientos que a los ojos de un extranjero entraña una boda argelina.

Esto ocurrió hace dos años. Mi sobrina me llamó antes de ir para que llevara un vestido para ir de invitada a una boda, que allí te puedes llevar a quien desees, da lo mismo 8 que 80. En fin que yo me llevé mis mejores galas, es decir, vestido con super escotazo de pico a rabo, con un minúsculo fular y eso sí el vestido era largo. Cuando mi suegra me vio arreglada me sorprendió que sólo me advirtiera con un tímido "Tápate un poco que los argelinos miran mucho".

En fin, que ahí íbamos a la boda de un compañero de trabajo de mi sobrina; así que imagínate, vamos, que estaba como en familia. De camino paramos a recoger a una amiga y cual fue mi sorpresa que iba tapada totalmente. Pensé, que sería una excepción y que la pobre se iba a asar.

Cuando llegamos a la sala me encontré con una muchedumbre de mujeres descocadas y engalanadas como en cualquier boda europea. Al llegar, todo el mundo vino a saludarnos. Si no repartí cien besos no di ninguno (y eso multiplícalo por cuatro). Hasta la familia de la novia vino a saludarnos. Cosa que les honra, porque yo estaba allí supuestamente de okupa; pero fui atendida como una invitada de primera.

Al cabo de 30 minutos de estar allí, empecé a examinar la situación. La novia asada de calor y abanicándose encima de un podium con tal cantidad de maquillaje que parecía una muñeca de cera. Yo sentada en una mesa tomando una cocacola con pajita y siendo atendida por un camarero que parecía más un funcionario desganado que un camarero como tal.

Tras una hora de oír música y ver todas las mujeres vestidas a la europea pensé ¿Y los hombres? ¿No hay chicos? Y entonces me percaté de que las mujeres que iban marchándose se iban cubriendo con tres capas de tela por cuerpo y cabeza. Y entonces caí en la cuenta. !!!! ERA UNA FIESTA DE PIJAMAS DE MUJERES!!!!! y la anfitriona era la novia que lució 7 trajes en 3 horas. Me fijé entonces que la mayoría de las mujeres tenían problemas en la piel y el pelo de ir tan cubiertas y no darles nunca los rayos de sol. Incluso había algunas que se tapaban hasta el rostro

Bueno, llegó la hora de marcharse y allí estábamos nosotras dos. Cuando fuimos a salir, nuestro coche estaba atrapado en un tetrix de coches. Te lo juro, un tetrix y en el último rincón por una avalancha de hombres que venían a la segunda fiesta. Sí, la de los hombres. Yo me cagué en la ocurrencia de mi vestido y mi sobrina en haberse empeñado en ponerse un traje dos tallas más pequeñas, en la que parecía una croqueta y donde los pechos de tan aprisionados le iban a salir por joroba si no le reventaban en propia cara.

Imagínate la situación. Yo, española, me negaba en rotundo a ser desnudada por cientos de ojos de hombres argelinos y a escuchar alguna grosería. Quizás debería haber pasado de todo y haber ido, pero hacía falta valor y yo carecía en ese momento de él. Pero es que mi sobrina no se explicaba aquella situación y la torpeza suya de haber dejado el coche al fondo. Claro la torpe era ella y no la veintena de conductores que habían colocado detrás de ella su coche.

¿Cuál fue la solución? A la argelina. Se llamó a una amiga de una amiga para que le dijera a un amigo de un amigo que hiciera el favor de sacarnos el coche que dos pobres damas estaban en apuros porque su coche había quedado atrapado. Y así fue, el ejército masculino se coordinó a la perfección (cosa rara cuando hablamos de árabes) y nuestro coche lo sacaron. Todavía me queda la duda de cómo lo hicieron, si a hombros, de perfil.....lo dejaremos en que lo hicieron con ingenio.

Por cierto se me olvidaba el comentario de los aseos. Mi mayor obsesión en Argelia es no utilizar un servicio público salvo grandísimas urgencias; y no me suelen ocurrir, porque soy precavida. Lo que para un argelino es un aseo público limpio para mí es un “YO AHÍ NI PASO”. Primero porque lo tienes que hacer a nado con su dichosa manía de "lavarse" que yo creo que se duchan y lo demás lo dejaremos a la libre imaginación. Pues bien aquí en la boda hasta las mujeres se echaban para atrás y prohibían a los niños entrar en los aseos. Me quedó la curiosidad de saber qué se escondía detrás de esa puerta en la que todo el mundo salía escandalizado. Pero preferí ahorrármelo, la verdad.

Cuando regresé a casa le dije a mi marido: Cariño, no me extraña que odiaras tanto las bodas argelinas. Si no había ni mujeres ni alcohol, ¿qué narices hacíais?

viernes, 11 de septiembre de 2009

Un baño muy público

Lo que voy a contar es real, como tantas otras cosas. Me sucedió hace ya bastantes meses.

Iba de paseo por la zona centro de la ciudad y sentí una necesidad ineludible de acudir al servicio. Es algo que siempre hay que evitar en Argel, salvo que tengas cerca un hotel de cinco estrellas, tu casa o la casa de un compatriota a quien llamar al timbre y explicar el motivo de la visita. Puede parecer una opción ridícula, pero el bochorno de dar esas explicaciones a otro expatriado es siempre mejor que entrar en un baño y salir casi peor que si te lo haces directamente encima, porque al menos en este caso lo que llevas pegado es sólo tuyo, si se me permite ser gráfico hasta extremos escatológicos.

El caso es que aquel día había comido algo que me revolvió el estómago, produciéndome unos fuertes retortijones. Estaba en la plaza del Emir Abdelkader y a duras penas conseguí entrar en Quick, un establecimiento de comida rápida perteneciente a una franquicia belga, que cuenta con otro restaurante en el aeropuerto nacional de Argel. Mientras mi acompañante pedía algo en el mostrador yo me arrastré hasta el baño, en la planta inferior. Afortunadamente no estaba demasiado sucio y pude limpiar la tapa y cubrirla de papel higiénico y pañuelos de celulosa antes de sentarme en ella.

Sólo cuando hube evacuado al alienígena que se alojaba en mi vientre caí en la cuenta de la escasa privacidad de aquel habitáculo. Y lo hice porque, allí sentado, estaba viendo medio cuerpo de quienes entraban y salían del baño. El retrete se situaba un escalón por debajo del resto del servicio de caballeros y la puerta tenía una ranura inferior de más de medio metro. Resultado, que el retrete queda por debajo de la puerta y cuando te sientas en él quedas a la vista de los demás de cintura para abajo.

En aquellos momentos me hubiera dado igual que el retrete estuviera situado en mitad de la plaza Audin y con la televisión del mundo entero retransmitiendo en directo mi apretón. Pero volví en una ocasión posterior a la escena del crimen (porque para mí que aquel alienígena de mi estómago tenía vida propia), saqué la foto que cuelgo aquí y llegué a la conclusión de que ese baño es demasiado público. E impúdico.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Una cena de ayuno

He vivido mi primera comida de Ramadán con una familia argelina. Ha sido en casa de mi amiga Nesrine, junto con sus padres y sus hermanas.

La invitación la recibí unas horas antes, de modo que pude tomar la precaución de no comer demasiado al mediodía. Me conformé con un trozo de lasaña y dejé de lado el pollo de receta india que llevaba preparado. Así, cuando Nesrine vino con su hermana Amel a buscarme, no es que tuviera demasiada hambre, pero sí que había hueco en mi estómago para comer y disfrutar de la comida sin la sensación de estar forzando la situación.

Una vez en su casa, la mesa estaba ya puesta a las siete. Y yo, con mi pierna escayolada, sentado frente a ella, enterándome de los detalles de todo lo que íbamos a comer. Instintivamente estuve a punto de probar la ensalada mechuia, pero al echar mano del tenedor caí en la cuenta de que lo que esperábamos para empezar a comer era el aviso desde el sistema de megafonía de las mezquitas de que ya se había puesto el sol. Eso ocurrió en unos diez minutos y lo que hicimos fue tomar cada uno una cucharilla y probar un trozo de calbelús, el pastel dulce de sémola que lleva una almendra encima. Y es que si no lleva esa almendra no puede ser calbelús, porque muchos argelinos me recuerdan siempre que el nombre significa literalmente corazón de almendra.

Cumplido el rito de romper el ayuno con algo simbólico, comenzamos a comer la harira, una sopa a base de patata, zanahoria, tomate y alguna que otra verdura más. La probé de forma tan simbólica como había hecho con la cuchara de calbelús, que las hortalizas y yo seguimos manteniendo nuestras distancias.

A la harira le siguieron unos bureks de dos tipos diferentes, de carne picada y de pollo. El burek, para quien no lo conozca, es una especie de rollito de primavera. También tuvimos nuestra ensalada mechuia, a base de pimiento picante, un guiso salado de aceitunas verdes y otro dulce a base de ciruelas pasas. Y, con eso, pasamos a los postres y al té que nos había preparado Merien.

Después, como buena familia argelina en Ramadán, salimos a tomar algo fuera de casa. En este caso se trató de una visita al puerto deportivo de Sidi Fredj, para degustar n helado al borde del mar.

Así vive una familia argelina la celebración diaria de la ruptura del ayuno del Ramadán. Y, gracias a la maravillosa familia de Nesrine se lo puedo contar a mis amigos.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Saber vivir (también en Argelia)

Tenía pensado ya hace tiempo publicar un post a las 9 y 9 minutos de este 9 de septiembre del 2009, pero he cambiado de opinión. Prefiero hacer una pequeña reflexión sobre la insatisfacción.

No se valora lo que se tiene hasta que se pierde. He de reconocer que soy un insatisfecho permanente, que siempre deseo algo más y no me contento y disfruto suficientemente de lo que la vida me ofrece en cada momento. Me pasa, sin ir más lejos, con mi estancia en Argelia, que aporta muchísimo. Estoy compartiendo la experiencia de otra forma de vida, otras gentes, otra cultura. Y lo hago como un privilegiado, porque cuento con un nivel económico muy por encima del que goza el argelino medio, pudiéndome permitir unos lujos al alcance de muy pocos.

No es que no me dé cuenta de lo que acabo de describir. Simplemente, que lo doy por descontado y aspiro a algo más. Quizás pongo tanto énfasis en mi aspiración que la imagen que transmito es la que señalaba al principio, la de un insatisfecho permanente.

Hasta el fin de semana pasado estaba disfrutando del Ramadán, saliendo por las noches a ver el bullicio de la ciudad, comprobando cómo las gentes hacen cola de madrugada para comprarse un helado o un calbelús (uno de los dulces típicos), viendo a familias enteras paseando de madrugada, en una estampa de normalidad que no se da el resto del año. Y al mismo tiempo me quejaba de la pesadez de una mezquita cercana a mi casa, que se pasa varias horas al día difundiendo por megafonía las oraciones.

Ahora, con la pierna escayolada, se me acabaron los paseos nocturnos. Y me doy cuenta de que no estaba transmitiendo correctamente lo bien que me lo estaba pasando.

martes, 8 de septiembre de 2009

Velada chino-árabe

En una ciudad con tan escasa vida cultural como Argel, se recibe con especial satisfacción cada actividad de teatro, música, cine o similar que se organiza. En primavera la Unión Europea organiza un ciclo de cine con una actividad programada por cada Estado miembro. El Centro Cultural francés se muestra bastante activo, aunque en unos horarios difícilmente compatibles con la actividad laboral. Y el Instituto Cervantes programa media docena de actividades interesantes a lo largo del curso. Fuera de esto, hay que estar buscando casi con lupa algo que resulte interesante y digno.

Durante el Ramadán se organizan veladas musicales, pero generalmente de música tradicional de las diferentes regiones del país o de otras naciones del mundo árabe, lo que as hace poco atractivas. El lugar de más calidad es la sala Atlas, un cine histórico del centro de la ciudad que ha sido recientemente renovado en su totalidad, sin mirar demasiado el dinero que se iba en las obras. Sentados en sus butacas, que por cierto han sido adquiridas a Alfaro, un fabricante riojano, los mandatarios del país asistieron hace poco más de un mes al espectáculo de clausura del Festival Panafricano, que no repitió la parada por las calles de Argel del día de la inauguración, que fue motivo de crítica de los sectores más islamistas del país, escandalizados por la generosidad con la que las bailarinas del África negra mostraban sus carnes.

En esa sala Atlas está teniendo lugar en Ramadán espectáculos procedentes de diferentes regiones del país, pero también de Túnez, Siria, Turquía… y China. Estos últimos suponían algo insólito y había que verlo.

La actuación china fue el viernes pasado. Se trataba de un grupo muy conocido a nivel internacional como máximo representante de la música llamada muqam. De hecho, el grupo se llama “Uyghur 12 muqam” y varios de sus vídeos son las más descargados en youtube de entre los de música muqam. Estos representantes de la región autónoma de Xinyian, donde recientemente se han producido graves disturbios raciales, nada tienen que ver con la imagen que tenemos de la fisonomía de un ciudadano chino. En cualquier caso, uno se sentía transportado a la cordillera del Himalaya.

Es una pena que las explicaciones fueran en chino, o eso parecía, y traducidas al público en árabe, porque ni siquiera se trataba del árabe dialectal, sino del clásico, imposible de entender para los que simplemente hemos hecho oído a base de escuchar como habla la gente en la calle.

De todas formas, una muy bonita experiencia, de la que no puedo colgar fotografías porque he vuelto a perder el cable de conexión de la cámara de fotos con el ordenador.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Se acabó el pasear

Este pasado sábado sufrí un pequeño accidente. Iba, a primera hora de tarde, acompañando a una amiga a la estación de autobuses cercana a la Plaza del Uno de Mayo, cuando en un paso de peatones nos encontramos con que había ocurrido un accidente y el semáforo del lado derecho de la calzada estaba por los suelos. Cuando la luz se puso en verde empezaron a cruzar los peatones, pero un coche no lo vio y tuve que frenar bruscamente, de forma espectacular, con mucho ruido. Cuando en esos momentos fui a cruzar, lo hice mirando a los coches, como medida de precaución. Pero no me fijé en algo muy importante: que en el suelo había una alcantarilla con un desnivel de unos diez centímetros, más oros tantos de un agujero en un lateral. Y en esa rejilla de alcantarillado fui yo a colocar mi pie izquierdo que se dobló y caí hacia el agujero. Resultado, dos esguinces por el precio de uno.

El dolor y la inflamación no bajaban en las siguientes horas y acabé acudiendo el domingo a la clínica. Ahora luzca en mi pierna izquierda un yeso o escayola que tiene toda la pinta de querer seguir acompañándome en las próximas semanas.

Junto a los paseos de las noches de Ramadán se me han acabado las visitas al cibercafé, en el que por cierto no existe café. Menos mal que muchos de los textos del blog estaban ya escritos hace tiempo, en un par de semanas apasionada del mes de julio en las que escribí más de cincuenta entradas.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Por los barrios de Argel

Durante los días laborables del mes de Ramadán mantengo una vida muy rutinaria. Intento salir algo tarde del trabajo para evitar los embotellamientos; voy a mi casa y ordeno un poco lo que por la mañana he dejado revuelto; leo algo en la terraza, acompañado de algún refresco, para envidia de algún vecino que sabiendo que no soy musulmán se castiga mirando hacia mi terraza; dedico unos minutos al ordenador y salgo de nuevo a la terraza a disfrutar de la calma y el silencio, con el mar al fondo, en los minutos siguientes al fin del ayuno de los musulmanes.

Sé que hora y media más tarde de la ruptura del ayuno tiene lugar una larga ceremonia religiosa, que una de las mezquitas cercanas a mi casa propaga por megafonía a toda potencia. Por eso sé que es el momento de escaparme, de salir de casa y ya no volver hasta la madrugada. Esta es, además, la parte más variada y divertida de mi mes de Ramadán. Cada día voy a un lugar diferente, a un barrio diferente de la ciudad.

La gente “bien” de Argel acude a lo que llaman jaimas, a cafeterías que en esta época ofrecen té y dulces que tradicionalmente se comen en Ramadán. Las más elegantes son las de los hoteles y restaurantes de lujo, aunque algunos de estos cierran todo el mes. También hay clubes más o menos privados y cafeterías de moda a las que acude gente joven y de alto poder adquisitivo. Las familias prefieren moverse por zonas más tranquilas, centros comerciales, alguna de las tres ferias de Ramadán que se han abierto y el paseo marítimo. Finalmente, son muchos los que optan por moverse por las calles de su barrio.

Sitios como Hussein Dey, Madania o Dely Ibrahim, que tienen algo de vida en las noches normales de todo el año, no destacan especialmente en Ramadán. Se ve más gente en la zona de Didouche Mourad, por ejemplo, que generalmente está muerta a partir de las ocho de la tarde y sin embargo en Ramadán cuesta moverse por sus aceras hasta la madrugada. El barrio con más vida nocturna en la calle es siempre Ben Aknoun, aunque en esta opinión no soy imparcial, porque he vivido ahí durante más de un año. Ahora mantiene esa capacidad de atracción de gente… y de vehículos.

Sin embargo, el mejor barrio de las noches de Ramadán argelinas es Bab el Oued. Es increíble comprobar que más allá de la una de la mañana las calles siguen llenas de habitantes que se niegan a regresar a sus casas, con niños jugando como si fuera de día y familias paseando tranquilamente. Muchas mujeres aprovechan la madrugada para salir a hacer la compra en el inmenso mercadillo de los alrededores de la Place des Trois Horloges (la plaza de los tres relojes). Se puede comprar casi de todo a esas horas, incluso entrar a comer en un restaurante como si fuera la una de la tarde. Además, las gentes de Bab el Oued, que pasan por ser las más simpáticas y campechanas de la ciudad, resultan aún más campechanas a esas horas.

De lo que no participo es de los baños nocturnos en la playa, junto al paseo marítimo, en esa zona de la ciudad. De noche todos los gatos son pardos y las aguas parecen transparentes. La temperatura de veinte-pocos grados resulta también perfecta. Pero conozco el lugar a la luz del día y las aguas residuales que se vierten al mar. Aún así, es una estampa bonita la que se percibe desde el paseo marítimo, con el bullicio de la playa de madrugada y los barcos mercantes anclados en la bahía.

Esta noche hay partido de fútbol internacional, Argelia contra Zambia. Se juega en la ciudad de Blida, a unos 50 kilómetros de la capital. Cuentan que el viernes ya se pedía en el mercado negro dos mil dinares por una entradas de tribuna, una cantidad exagerada para el precio de los espectáculos públicos en Argelia (cien veces lo que cuesta entrar en un museo, o veinte veces el precio de la entrada a un teatro). Si, como es previsible, la selección nacional argelina sale victoriosa del encuentro, la noche será muy larga en las calles de Argel. Merecerá la pena pasarse por Didouche Mourad o por Belouazdad, el barrio en el que se sitúa el Hotel Sofitel y sede del equipo actual campeón de Copa, el CRB. Es éste un barrio que vive en rojiblanco, porque la camiseta es idéntica a la de mi equipo bilbaíno, el Athletic Club, y que traslada cada victoria a las calles. De todas formas, el partido empieza a las diez de la noche, de modo que finalizará a medianoche y la fiesta no alcanzará su plenitud hasta un par de horas más tarde.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Un mes de ventajas

Estoy pensando que el mes de Ramadán es para mí un mes casi perfecto, si no fuera por el exceso de violencia de algunas personas y la desgana durante el día de buena parte de los trabajadores.

He estado repasando sus ventajas e inconvenientes y casi sólo encuentro de las primeras.

Cuando voy al trabajo por las mañanas encuentro menos circulación, porque una parte de la población está alargando las horas de sueño para que la jornada de ayuno resulte más llevadera. Cuando termino mi jornada laboral ya está casi todo el mundo en su casa preparando la comida y tampoco encuentro excesivos atascos. En el medio tengo el inconveniente de la comida del mediodía, pero yo no suelo comprar comida durante el día, sino que me la llevo de casa al trabajo. Es verdad que la panadería está cerrada a las ocho de la mañana para el croissant o la napolitana (pain au chocolat), pero he encontrado la solución alternativa de adquirir la última hornada de la noche y encima me ahorro cinco minutos de tiempo por la mañana.

A mí me gusta salir por la noche y cenar tarde. Durante el año, y a poco que se me pase la hora, me suelo encontrar con todo cerrado. Ahora, en cambio, todo el mundo imita mi horario y encuentro familias enteras hasta la una de la madrugada, cuando no hasta más tarde. Tengo localizados sitios para cenar cuscús, pollo asado, bureks, pizza, kebabs, etc. Es verdad que no abren los restaurantes que venden alcohol, pero es que durante el año tampoco suelo consumir alcohol, incluso si acudo, acompañado, a los restaurantes que lo sirven.

Un problema que muchos encuentran en el Ramadán es el de los atascos de tráfico desde las nueve de la noche hasta la madrugada. Yo los sufría cuando vivía en el barrio de Ben Aknoun, pero ahora que me he trasladado al centro acudo a pie a todos los sitios. Y con tanta gente por las calles la sensación es de mayor seguridad que el resto del año.

Ir a la playa en Ramadán es fabuloso. No hay prácticamente nadie. Las tres horas que los fines de semana de verano se tarda en llegar a Tipaza se convirtieron el otro día en una hora justa. Y con una gran tranquilidad y espacio para sentirse a gusto en Chenoua Plage.

Lo de que no te vean comer lo tengo superado. Soy un devorador de helados y en mi barrio me conocen y saben que soy cristiano, no musulmán; de modo que no les sorprende que para subir andando los ocho pisos que llevan hasta la puerta de mi casa me compre siempre en el supermercado de abajo un helado y me lo vaya comiendo con una parada en cada rellano.

Con todo, la mayor ventaja es que hay mucha gente feliz. Cuando uno pasea por Argel ve a la gente con un gesto de dureza en la cara. A muchos les cambia el semblante cuando pasean por la noche con sus familias. Creo que además para los niños es motivo de especial satisfacción sentir que de noche pueden ir por la calle acompañando a su madre y que además muy poca gente acosa a las chicas que se pasean sin compañía masculina, en comparación con lo que ocurre el resto del año. En la anormalidad del mes de Ramadán, porque sólo dura un mes, el comportamiento, curiosamente, es más normal.

Yo estaría por votar que el Ramadán durara de la primavera al otoño, con unos días de descanso cada dos semanas para que los bebedores de alcohol puedan reponer su despensa. Eso sí, que el de la mezquita se limite a llamar a la oración las cinco veces que manda el Corán y no nos cante todas las oraciones del mes. Claro que estas cosas no se votan y me tengo que conformar con disfrutar de lo que queda de mes. Y eso que aún no he tenido la suerte de poder compartir una comida de Ramadán con alguna familia argelina.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Sobre los comentarios

Últimamente he ejercido y mucho de censor de comentarios en el blog. Cada vez que alguien deja un comentario me llega un aviso para que acepte o rechace su publicación. Y de un tiempo a esta parte he rechazado unos cuantos. Algunos de ellos, no obstante, los voy a comentar.

Los mensajes relativos a los cambios de organigrama en mi actividad profesional han sido publicados cuando ni resultaban molestos para nadie ni he considerado que podían de alguna forma resultarme perjudiciales. Sé que todos, sin excepción, han sido escritos con buena intención y sin duda mis sentimientos y sensaciones van en la misma línea de lo comentado en los textos que he censurado. Lo he hecho precisamente porque prefiero dejarlo en el terreno de los sentimientos.

Un ciudadano argelino me preguntó por qué no publicaba cuál es mi sueldo y que si estoy tan mal en Argelia porque no me voy. No lo publiqué porque estaba escrito con ánimo de ofenderme, sin conseguirlo (ya se sabe eso de que sólo ofende quien puede). Pero vertía un calificativo sobre el país que me pareció ofensivo. Es el mismo que ha dado a entender otro lector, referido a los argelinos que sujetan las paredes, sólo que en este caso no utiliza completo el que los franceses llaman “le mot de Cambronne”, sino sólo su primera letra, la “m”, seguida de puntos suspensivos. En cualquier caso, con puntos suspensivos o sin ellos, no es este el sitio para insultar ni a Argelia ni a los argelinos, que son los que me acogen en su país. Yo me permito criticar, no insultar, porque quiero aportar mi grano de arena al desarrollo de Argelia, a la modernización de muchos usos estancados. Sé que a veces es difícil aceptar que la conciencia crítica venga de fuera, porque, como dice otro refrán, las ropas del convento se lavan de puertas para dentro. Pero es que yo me considero de dentro.

Hubo una lectora que consideró ofensivo el término berrear, referido a la emisión por megafonía y a todo volumen de las oraciones del imán de una mezquita cercana a mi casa, que desafina considerablemente. Ya le hice ver que en castellano es el vocablo más correcto que he encontrado, aunque la similitud con becerrear, que no he utilizado, ha podido dar lugar a que alguien piense que estoy tratando al imán de animal, no de cantante desafinado y chillón. No obstante, alguien respondió de una forma que no me pareció correcta, para polemizar con la primera lectora del blog, por lo que no publiqué ese segundo comentario.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Olimpiada matemática

Se han celebrado recientemente en Alemania las llamadas olimpiadas matemáticas, con la participación de estudiantes de 144 países. Según explican los organizadores, se plantean problemas en los que se valora más la capacidad de razonamiento que el propio conocimiento.

¿Alguien advina qué puesto ocuparon los representantes de Argelia en la clasificación final, de entre los 144 países participantes?

Como pistas, digamos que ganó China, seguida de Japón, Rusia , Corea, Corea del Norte y Estados Unidos. España quedó en el puesto 55.

Creo que he planteado una adivinanza muy sencilla. Como cabía esperar, los representantes argelinos ocuparon la plaza 144 y última, detrás de Benin. Y no se puede hablar de mala suerte, porque Argelia siempre ocupa la última posición desde que en 1991 consiguiera superar a Macao y Bahamas. Claro que las autoridades educativas seguirán pensando en las excelencias del sistema de enseñanza argelino.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

¡Qué poco valgo!

Me siento absolutamente tonto y encima barato. Sé que parecen dos términos que no guardan relación entre ellos, así que mejor me explico.

Cuando hace unos meses acudí a hacerme el seguro del coche, lo hice en una nueva compañía que no me exigía incluir dentro de la póliza la rotura de lunas, el robo, incendio y demás. El motivo es que con anterioridad me habían explicado que la dirección de seguros excluye el pago por estos conceptos a los vehículos asegurados con matrícula extranjera. Lo supe cuando me dieron un golpe y mi compañía de seguros, después de varios meses dándome largas, me mostró la instrucción superior que les impedía pagarme el importe del daño recibido, que supuestamente ya les había abonado la otra parte tras el peritaje correspondiente. Aunque, como el papel que me enseñaron estaba escrito en árabe, a estas alturas sospecho que se tratara de una estratagema para quedarse con mi dinero.

En la nueva compañía de seguros me dijeron que sólo me cobraban en la póliza la cobertura de responsabilidad civil y daños a las personas. Y realmente fue muy económico.

Estaba tan contento con el cambio, hasta que he descubierto que lo que en realidad me vendieron era un seguro personal, no del vehículo. A mí no me extrañó que en el documento pusiera eso, seguro personal, porque estoy acostumbrado a ver cosas raras y simplemente lo achaqué a que el formulario que empleaban era diferente al habitual. Pero una indagación a partir de una petición policial por un problema con el número de bastidor del coche me ha dejado como el tonto del año. Estaba circulando con un coche sin seguro, porque el papel que guardaba en la guantera era un seguro por si me accidento o me muero en Argelia. Afortunadamente, hace unos días que me hice un nuevo seguro, pero simplemente porque no encontraba la póliza del anterior y me resultaba más sencillo pagar un nuevo seguro que dar cien mil vueltas hasta conseguir un duplicado del anterior, sin poder mientras tanto servirme del coche.

Con ser grave lo ocurrido, lo peor no lo he contado aún. Resulta que el seguro de vida que me vendieron tiene un importe máximo de 150.000 dinares, que es algo así como 1.300 euros.

Eso es lo que valgo muerto. Sólo 1.300 euros. Es deprimente. Ya que me engañaron al venderme el seguro, podían haber tenido el detalle de valorarme por un poco más. No me imagino a mi familia viniendo a recuperar mi cuerpo y gastarse a mi salud (perdón, a mi falta absoluta de salud, porque estaré muerto) el equivalente a 1.300 euros en dinares no convertibles.

He echado cuentas y salgo a menos de 16 euros el kilo. Cualquier embutido ibérico vale más que yo; debo estar al precio de las latas de comida gourmet para gatos. ¿No es deprimente?

martes, 1 de septiembre de 2009

Setenta

Hoy hace 70 años del comienzo de la II Guerra Mundial. Supongo que muchos medios de comunicación hablarán de tan triste efemérides (como escribo de víspera, simplemente lo supongo), lo que me deja la impresión de resultar reiterativo y poco original.

La II Guerra Mundial supuso en Argel el fin de su época como segunda ciudad más importante de Francia. La “belle époque” había traído a Argelia una artificialidad de vida que implicaba la existencia de una población denominada indígena que carecía de derechos. Los ciudadanos provistos de derechos eran los franceses, muchos de ellos de origen español. Políticamente se distribuían en los dos polos opuestos de la época, de extrema izquierda y extrema derecha, marxistas y fascistas. La izquierda era en esos momentos mayoritaria en casi toda Europa, pero la población argelina simpatizaba más con los regímenes de Franco y Musolini.

Podría escribir varios post sobre la historia de Argelia en aquella época tan convulsa. Los alistamientos de voluntarios entre la población musulmana, la deportación de judíos en la Francia colaboracionista de Pétain, el cuartel general de las tropas aliadas en el Hotel El Djazair, … Hay material de sobra. Pero simplemente quería recordar ese fin de una época, porque nada más finalizar la guerra estalló el movimiento de liberación nacional y la que para los franceses fue la guerra de Argelia.