jueves, 24 de diciembre de 2009

Feliz Navidad

A todos los que durante tanto tiempo habéis seguido este blog, os deseo de todo corazón, en unas fechas tan señaladas, una Feliz Navidad.

Yo pasaré esta Nochebuena en Bilbao, con mis padres y hermanos. En unos días tocará regresar a Argel.

Le pido al Niño Dios en esta noche por todos en general y por alguno en particular. No voy a dar pistas, eso queda en cada corazón. Corazón que deseo que se haga para cada uno un poquitín más humano en el inminente 2011. No es tarea fácil, sino algo que sólo podemos lograr entre todos, poniendo un poco de nuestra parte cada día.

No he contestado a tantos mensajes pidiendo que vuelva a escribir. Ya lo haré algún día. Intentaré que mi regalo de Reyes, el 6 de enero, sea precisamente un nuevo comentario en el blog. Pero sólo uno, que nadie albergue falsas esperanzas, porque no se dan las circunstancias para que asuma que cuando ofrezco mi visión de Argelia como un sevicio a los demás, ello implique un coste profesional y social para mí, que considero injusto.

Lo dicho: Feliz Navidad a mi gran familia virtual. Un beso enorme para todos.

martes, 17 de noviembre de 2009

Hasta aquí

No lo puedo remediar, pero me fastidia mucho no poder escribir libremente lo que pienso y lo que me apetece dejar por escrito. Me ha vuelto a suceder hace menos de una hora.


El sábado pasado conté aquí cómo se había desarrollado la víspera nuestro enfrentamiento deportivo contra el equipo de fútbol de los antiguos jugadores del Mouloudia de Argel, casi todos ellos internacionales en su día con la selección de Argelia. También expliqué mi decepción ante la mala calidad de la comida que habíamos encargado en un hotel de cinco estrellas de la ciudad, para devolver el detalle que tuvieron en el partido anterior los argelinos, que nos invitaron a un mechuí, un cordero asado.

Me ha llamado un compañero de equipo para pedirme que retire el nombre del hotel del comentario, porque ha molestado a la persona a la que hacía referencia.

Lo cierto es que cuando escribo me trae sin cuidado si le molesta o no a alguien, máxime si luego no me lo dice directamente, que es como creo que se debe actuar. La persona que se ha molestado ha utilizado a otros, cuando lo tenía bien fácil y, además en este caso lo habría hecho de mil amores, por razones personales que él seguramente no recuerda, relacionadas con su pasado profesional. Aún así, he modificado el texto porque no quiero causar problemas a un amigo, que me lo ha pedido.

Escribo muchas veces sobre mis sentimientos, sin esconder nada. Si no lo hago sobre mi, menos aun lo puedo hacer sobre otros. Es evidente que no hice la referencia al hotel con mala intención, sino para expresar mi decepción ante una paella que no era tal, sino el típico arroz argelino. Parece que la respuesta no es llamar para lamentar que no pudieran ofrecernos lo prometido, una verdadera paella, sino intentar hacer callar al mensajero, que no se sepa. Tampoco sé si ha sido realmente así, porque, repito, a mí no se ha dirigido nadie más que mi amigo para pedirme que modificara el texto.

Yo sólo escribo en libertad. No necesito ser origen de conflictos o problemas, ni que me dirijan lo que puedo o no puedo escribir.

Cuando sienta que he recuperado mi libertad volveré al blog.

Sigue el pillaje

Siguen los actos de extrema violencia callejera en Argel contra todo lo que parece ser egipcio. En la tarde de este lunes han incendiado la sede de Egipt Air, a pocos metros de mi casa, en la plaza Audin. Era una multitud impresionante, que actuaba con la pasividad de la policía, que parece de esa forma manifestar implícitamente que los terroristas callejeros cuentan para sus actos con el beneplácito de las autoridades.


Una vez realizado el pillaje y la sede incendiada, han actuado para que el incendio no afectara al edificio. La gente lo festeja, nadie dice que se le cae la cara de vergüenza por todo eso y hasta quieren buscar excusas del tipo de que fueron los egipcios los que comenzaron. Como si la violencia pudiera tener un atenuante.

La gente habla de oídas, de lo que le han contado. Yo voy a explicar lo que personalmente he visto.
He sacado fotografías de tiendas saqueadas de la compañía telefónica Djezzy (la excusa popular para atacarle es que además el dueño no es un egipcio musulmán, sino un cristiano copto). También del restaurante egipcio que estaba enfrente del estadio de Hydra con los carteles destrozados. De la Embajada de Egipto con los emblemas tapados. De una agresión a alguien que dijo en francés que eso no está bien (y la policía a quince metros, mirando cómo le pegaban). Y de personas llevándose a sus casas lo que habían robado en las tiendas saqueadas, aunque la calidad de la mayoría de las fotos es muy mala. Las publicaré cuando todo haya pasado.

Anoche me ofrecieron tarjetas telefónicas del operador Djezzy a quinientos dinares. Había gente que tenía en su poder una gran cantidad de ellas, con asignación de número de teléfono. Son miles los móviles robados y toda la documentación en formato papel ha desaparecido en las tiendas saqueadas.

He sido testigo de intento de linchamiento de una persona a la que sacaron de su coche y empezaron a golpear porque al parecer era egipcio, o algo así, en el Chemin Sfindja, poco más arriba de la Embajada de Alemania en Argelia.

Todo eso está ocurriendo a escasos kilómetros de las fronteras españolas. Algunos de estos salvajes querrán algún día viajar a Europa y se sorprenderán de que se les limite el acceso mediante visados para evitar que esto mismo lo hagan dentro de nuestras fronteras.

La instrumentación política de la que me hice eco hace unos días ya ha comenzado. El presidente del país ha enviado a su hermano Said Buteflika como representante oficial a Sudan para un partido de fútbol que nunca debería celebrarse.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Terrorismo callejero

Es muy triste tener que escribir de madrugada lo que estoy viendo y viviendo. He querido ofrecer en este blog la imagen de un pueblo, el argelino, con sus problemas, como tantos otros, pero alejado de la imagen de nido de terroristas y de gentes violentas que sigue permaneciendo en el inconsciente de tantas gentes.

Sin embargo, un simple partido de fútbol basta para sacar a relucir lo peor de una gentuza que no representará, seguro, al pueblo argelino, pero sí al numeroso grupo de indeseables que el nacionalismo exacerbado de la sociedad argelina alimenta. No pretendo ofrecer con este comentario sobre adónde lleva el nacionalismo una lectura en clave vasca, de consumo interno, allá cada cual con sus conclusiones.

Todo ha comenzado por un partido de fútbol contra Egipto, previamente al cual se ha decretado en Argelia el “todo vale”. Vehículos circulando con sus pasajeros con el cuerpo fuera, haciendo eses, encendiendo bengalas, en contra de cualquier norma básica de circulación. Todo eso durante días y noches y en todos los lugares, delante de las fuerzas del orden, que parece que sólo intervienen si suponen que alguien está consumiendo alcohol. El resultado final del partido ha llevado a la necesidad de celebrar un partido de desempate este miércoles a las seis y media de la tarde en Jartum, Sudán.

Las situaciones violentas han sido muchas, en Argelia y fuera de Argelia. En Francia ha habido bastantes detenidos, argelinos, no egipcios. También los que se desplazaron a El Cairo participaron en actos violentos y contrarios al orden público, con el resultado de un argelino muerto.

La respuesta popular ha sido la propia de un pueblo salvaje e indigno de participar en acontecimientos deportivos. Los actos de terrorismo callejero se han sucedido en las últimas horas en las calles de Argel. Se ha atacado a ciudadanos egipcios y a negocios relacionados con Egipto. La sede de la compañía telefónica Djezzy ha sido tomada al asalto e incendiada. La sede de Egypt Air en la Place Audin de Argel también ha sido atacada. Varios egipcios han sido heridos en un restaurante al lado del Hotel Mercure. Me dicen, no lo he confirmado, que Orascom ha tenido que repatriar urgentemente a su personal en Argelia.

Escribo estas líneas desde un cibercafé de Argel, el Orange, en el que todos los ordenadores llevan una viñeta de dos argelino con los pantalones bajados y orinando sobre el escudo de Egipto. ¿Qué dirían si alguien hiciera eso sobre el símbolo de Argelia? A unos pocos metros, en la calle Didouche Mourad, un grupo de más de quinientas personas esta atacando una tienda relacionada de Djezzy, que ha saqueado completamente y ahora pretende incendiar. La policía, con más de un centenar de efectivos, está acomodada en las inmediaciones, con dos ambulancias y camiones de bomberos. Pero deja hacer como si tal cosa. He fotografiado a alguna persona que se llevaba a su casa lo que acababa de robar en la tienda. Lo he hecho con precauciones, porque si se revolvieran contra mi no espero tener ayuda policial para salir vivo del lugar. De todas formas, la foto que publico es la de El Watan sobre el saqueo de la sede de Djezzy.

En un país digno de ser considerado civilizado, las autoridades se sentirían avergonzadas y retirarían directamente a su equipo de las competiciones internacionales. Es lo que, por ejemplo, hicieron en su momento los ingleses. Pero no creo que las autoridades argelinas sean conscientes de que el terrorismo internacionalista practicado en su momento, más los años de guerra islamista, han calado en la sociedad que ahora tiene que erradicar el terrorismo callejero para dejar de ser la vergüenza del mundo.

Sé que a bastantes de los argelinos que leen el blog no les va a gustar mi comentario. Habrá incluso quien quiera decirme que los egipcios han sido peores, que ha empezado tal o cual, como si existiera forma de justificar o de atenuar la gravedad de estos hechos. Y como nada justifica el terrorismo, no voy a publicar ningún comentario que trate de justificar actitudes violentas. Porque, francamente, a mí es a quien no me gusta la violencia a la que estoy asistiendo.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Los harragas

Ayer dejé a medias mi narración de la conversación nocturna que había mantenido con los jóvenes marginales de mi barrio.

Me contaron que no habían fumado drogas, que traficar con hachís está muy peligroso en Argelia, porque últimamente la policía y los jueces se están mostrando muy severos y la simple posesión de un poco de cannabis supone una condena que si no se tienen antecedentes penales se queda en unos días en la cárcel, pero de tener alguna causa pendiente la experiencia se convierte en una pesadilla. Ellos se colocan con pastillas que compran en las farmacias, de forma más o menos ilegal, que luego mezclan con alcohol. El resultado final, sinceramente, es bastante lamentable. Mis vecinos presentaban los síntomas típicos de una borrachera, pero con las pupilas muy dilatadas, la respiración agitada y dificultades para articular razonamientos.

Uno de ellos me ofreció dinero por conseguirle el pasaporte o el carnet de algún español. Me explicó que tiene ya el plan completo para irse a Europa, concretamente a Grecia, adonde llegará por vía marítima. Pero necesita algún papel para moverse desde Grecia hacia Europa occidental y que no le deporten inmediatamente, porque tiene miedo de que al embarcar como argelino en un vuelo con destino a Francia se den cuenta de que no tiene papeles.

La oferta que he contado no era una broma. Lo que no sé es si la historia de Grecia era cierta, porque con documentación falsa lo más fácil sería viajar por carretera a Túnez y desde allí volar a España en un avión repleto de turistas españoles que regresan. El nivel de desesperación de bastantes miles de argelinos les lleva a intentar huir a toda costa del país. El fenómeno de la patera se llama “harraga” y ha adquirido en los últimos meses una dimensión preocupante. Se ha hablado mucho de argelinos que han llegado de esa forma al Levante español y posteriormente no han sido expulsados, algo de lo que incluso la prensa se hizo eco hace unos meses. El efecto llamada es algo real y otras gentes han vuelto sus ojos hacia esa nueva posibilidad de viaje a España, en donde hay grupos sociales que se preocupan de ayudarte legalmente para que no te echen y que con el tiempo acabes residiendo legalmente. El resultado ya se ha visto en forma de pateras encalladas y víctimas de ese viaje a la tierra prometida de los pobres.

sábado, 14 de noviembre de 2009

2-0 y a seguir jugando

Para quienes siguen casi al minuto mis comentarios, adelantar que en esta tarde del sábado la ciudad de Argel estaba muerta. Todas las tiendas cerraron para las seis de la tarde, incluso las cafeterías y restaurantes. El motivo, para quien no lo sepa, el partido de fútbol de la selección argelina contra la egipcia, en el que incluso una derrota por la mínima le bastaba a la selección de Argelia para clasificarse para la fase final del Campeonato del Mundo, en Sudáfrica.

Como tantas otras veces, la realidad se ha mostrado muy cruel; con un gol egipcio en el minuto 95, cuando ya se iba a acabar el partido; que ha dejado la solución para un partido de desempate en Jartum, Sudan, el miércoles próximo. A las miles de personas que se aprestaban a celebrar el resultado durante toda la noche las ha dejado con dos palmos de narices. Soy tan cruel que me daba un poco de risa ver las caras largas de la gente en los minutos siguientes, con la mirada perdida. Iba yo por la calle acompañando a tres guapas españolas, que en cualquier otro momento habrían sido el centro de todas las miradas, y los peatones con los que nos cruzábamos mantenían la vista caída, perdida hacia el suelo.

El espíritu mediterráneo se ha acabado imponiendo y mientras escribo estas líneas se escuchan ya los primeros cánticos. Nos han regalado unos cuantos días más de animación; al menos hasta el miércoles.

Más fútbol

Ayer tuvimos partido de fútbol, la revancha del Argelia-España de hace tres semanas, que ya narré en el blog (se puede recordar pulsando aquí). Hay que decir varias cosas:

La primera, que no tuvimos necesidad de recurir a jugadores argelinos. Hasta el portero era uno de los nuestros (Sergio, que por cierto lo hizo de manera fenomenal).

La segunda, que además de ser más numerosos que la primera vez éramos mejores. O eran, porque lo de escribir se me da infinitamente mejor que lo de jugar, así que el que más desentona soy yo y trato de suplirlo con desenfado y buscando ser germen de buen ambiente, porque de lo que se trata es de pasarlo bien. No me parece que ninguno de mis compañeros y amigos tenga posibilidades de retirarse de la vida argelina para ganar millones en un club de campanillas, así que la principal finalidad es poder realizar un poco de deporte y disfrutarlo..

La tercera, que después les invitamos a ellos a una paella, de la que me sentí personalmente bastante decepcionado. Aquello no era una paella, sino un arroz argelino. Sé que es una manía mía, pero no me gusta fomentar la idea de que "eso", ese arroz en salsa, es comida española. Y que lo haga un hotel de cinco estrellas, de una cadena internacional como Accor, con una persona española al frente con la que se ha hablado previamente para servir algo hispano, de la que se espera que su paella no sea ese arroz caldoso, a mí me fastidia.

La nueva derrota, esta vez por cinco a dos, no nos va a desanimar y hasta nos ha surgido la posibilidad de jugar con una cierta asiduidad y contra otros equipos. En cuanto cojamos confianza, que se vayan preparando los profesionales.

No cuelgo fotos porque no las tengo. Pero si me las pasan intentaré dejar una muestra gráfica del evento.

Cuento lo del fútbol porque es la obsesión a estas horas de todos los argelinos. Falta bien poco para que esta tarde-noche juegue la selección argelina contra la de Egipto en El Cairo y la paranoia colectiva es absoluta. Como curiosidad está bien, me permite vivir una experiencia diferente, pero me dan pena. La violencia de la sociedad argelina se muestra incluso en las situaciones lúdicas y llevan ya varios días de gamberrismo, peleas, conducción peligrosa, situaciones violentas que causan en general temor entre los extranjeros.

Aves nocturnas

Los que me conocen bien saben que soy de poco dormir. Con unas cinco horas me es suficiente. Y, aunque pueda parecer que es poco, la verdad es que supone todo un logro de Morfeo si lo comparo con las poco más de tres horas que dormía hasta hace unos años.

Cuando vivía en mi anterior época de Argel en el edificio que albergaba a los empleados españoles de la Embajada, más de un vecino se desesperaba con mi hiperactividad nocturna. No es que yo sea especialmente escandaloso, dejando al margen mi manía de cantar y silbar mientras hago cualquier cosa, sino que el silencio de la noche magnifica todos los ruidos. Podía estar cocinando a las tres de la mañana, silbando cualquier canción, con media docena de vecinos acordándose de mi madre y otra media de mi padre, para aparecer tan feliz y contento a las siete y media de la mañana, camino del trabajo. Ya sé que alguno se preguntaba “¿pero es que este tío no duerme?” Y la respuesta era que sí, pero poco.

Durante el tiempo que he estado psíquicamente más afectado he dormido más horas y me levantaba cada día más cansado, amén de sin ninguna gana de ir al trabajo. Me acostaba hacia la medianoche y hasta que llegaba ese momento de ir a dormir lo que hacía era salir a la calle y hablar con unos y con otros. Ahora me acuesto hacia las dos de la mañana, pero no me quedo vagando por la calle. Tengo la suerte de contar con un compañero ocasional de piso, que vive en el mío hasta que se mude al suyo, lo que hace que no me sienta solo si me quedo en casa, simplemente leyendo; o al teclado, redactando textos como éste en el ordenador. Es algo puramente psicológico, porque puede estar dormido en su cuarto, lo que objetivamente no hace ninguna compañía, pero me es suficiente para que la casa no se me caiga encima.

Como la gente de bien no sale de casa en Argelia más allá de las ocho de la noche, sólo nos vemos a esas horas los golfos, desheredados y demás gentes de mal vivir. Me he hecho conocido, casi amigo de correrías, de buena parte del grupillo que pulula por mi barrio y que cualquiera definiría como malas compañías. Ya conté aquí cómo uno de ellos se pasó una temporada corta en la cárcel por homicidio, algún otro detenido por robo con violencia, uno que vende droga, otro que vive en la calle… Un cuadro bastante completo, que me recuerda aquellas novelas de la adolescencia de Martín Vigil, que reflejaban una juventud marginal que creo que en España felizmente ha desaparecido. Puede ser ese paralelismo literario el que me lleva a no tener ni pizca de miedo a mezclarme con ellos y que me vean como un extranjero de lo más raro, que les trata como personas, bromea con ellos y les da consejos.

La otra noche, tras hacer una compra bastante grande en el hipermercado UNO, dejé a mi compañero de apartamento en la puerta de casa con la casi media tienda que nos habíamos comprado y me fui a buscar un lugar donde aparcar el coche. No me resultó fácil, por mor del camión de la basura, al que cuando se tiene la mala suerte de encontrárselo delante hay que seguir, a su ritmo, por una calle larga y angosta. Tras aparcar el coche me dispuse a subir las escaleras que dan a mi parte de la calle y me encontré con dos de estos “amigos de la noche”, en un estado bastante lamentable. Me llamaron insistentemente, decían que tenían ganas de hablar conmigo, porque últimamente me veían siempre acompañado y no me podían abordar. Finalmente accedí, aunque no me apetecía demasiado compartir una escalera, por la que de vez en cuando se pasea una rata tamaño gato, con dos individuos drogados que a duras penas son capaces de mantener una conversación coherente. En condiciones normales entienden bien el francés, pero no saben hablarlo; se dirigen a mí en una rara mezcla que generalmente comprendo. Pero cuando han consumido drogas su cerebro no da para tanto, sólo les sale el árabe y tengo que repetirles en francés lo que he entendido, para confirmar si efectivamente estamos hablando de lo mismo.

Esa noche que estoy contando estaban especialmente dicharacheros y me permitieron aprender mucho de su submundo, sus vidas, sus anhelos. A ver si lo cuento aquí mañana.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Por razón de sexo

En mi entrada del otro día titulada “Flor de Primavera” hubo una lectora, Edel, que dejó un comentario muy acertado, en el que realmente no había caído. Contaba yo, recuerdo, cómo había recibido varios mensajes de móvil procedentes de un mismo número de teléfono para mí desconocido, supuestamente enviados por una admiradora secreta, hasta el día que me que me dice que soy su flor de primavera y su princesa. La reflexión de mi amiga era a propósito de la insistencia de esa persona para mandarme a lo largo del tiempo mensajes de amor, pese a que nunca le había respondido.

Es evidente que Edel es mujer y probablemente víctima alguna vez en su vida de un pelmazo que no sabe lo que es un no como respuesta. Porque si fuera hombre no interpretaría, además, que no decir nada significa que no; ese lenguaje subliminal, de tener que adivinar lo que quiero decirte, pero que en realidad no te digo, es femenino. Y lo es tanto en Argelia como en España.

Si ya es difícil que los hombres entendamos ese lenguaje sutil, porque nosotros decimos las cosas mucho más claramente, los que he denominado unas líneas más arriba “pelmazos” no suelen entender ni siquiera el rechazo expreso. A mí me resulta personalmente muy violenta la situación tan común en las calles de Argel de una chica perseguida, o acosada, por algún tipo impresentable que insiste durante un buen rato en caminar a su lado para decirle algo que no llego a escuchar, pero que imagino. Ellas suelen salir de la situación haciendo oídos sordos y continuando su marcha y en una única ocasión he tenido que intervenir para poner fin a la situación de acoso. Fue hace ya tiempo, en la playa de Zeralda, y no tuvo mayor importancia.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Cosas que a uno le cuentan

- Me cuentan que en algunos sectores de la seguridad argelina existe verdadera preocupación por evitar atentados contra los intereses suizos en Argelia. Al parecer, dentro de unos días se votará en Suiza en referéndum un proyecto de ley para prohibir los minaretes en las mezquitas y se sospecha que puede ser aprovechado para dañar las relaciones entre ambos países. Me dicen que el mismo presidente Bouteflika tiene residencia en Suiza y que se ha tratado de evitar que la prensa publique noticias sobre ese referéndum.

- Me dicen que esa censura abarca a las informaciones relativas a un disidente tunecino, Tawfik Ben Brick, que está encarcelado en el país vecino.

- Me cuentan que la información sobre la gripe porcina no está censurada, más allá de evitar ese nombre y denominarla A/H1N1 o gripe no estacional.

- También me cuentan que por primera vez las autoridades públicas se preocupan por la violencia en los estadios. No descartan que, si los seguidores del equipo nacional argelino que se desplacen con el equipo a Egipto cometieran desmanes, la sanción de la FIFA sería darles el partido por perdido por tres goles a cero, dejando a la selección fuera de la fase final del Campeonato del Mundo de Sudáfrica 2010.

- Siguiendo con el fútbol, me comentaban otra cosa: cómo se barajaba la posibilidad de aprovechar el acontecimiento para lanzar públicamente la imagen del hermano pequeño del presidente, Said Bouteflika.

- Me siguen contando que a las autoridades económicas argelinas les preocupa que Rusia ha conseguido luz verde al proyecto de nuevo gaseoducto que evita el paso por Ucrania, incrementando las posibilidades de suministro a varios países europeos. Hay quien recuerda que la agresiva política diplomática por la menor dependencia del gas argelino de España en los últimos años, con mayores compras a un país del tercer mundo, ha dado sus frutos y que ésa es la línea a seguir.

- Y en política económica, parece que ha sentado muy mal que Marruecos, como Egipto y Sudáfrica, haya recibido un préstamo para desarrollar las energías renovables como medio de lucha contra el cambio climático.

- Me cuentan más cosas, como que a algún alto cargo argelino se le ocurrió ofrecer la mediación argelina en el tema de un barco español secuestrado por piratas en las costas somalíes.

- Y para acabar, parece que se baraja la fecha del 12 de diciembre para anunciar una subida del 25% de todos los sueldos en Argelia.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Otoño templado

No se da cuenta uno en Argelia de cómo avanza el invierno hasta que sale del país. Me sucedió en años pasados con motivo de las Navidades, que asociamos a la nieve, el frío y un ambiente especial en las calles. Nada de todo eso se da en Argelia, de manera que viaja uno la víspera de Nochebuena a pasar las fiestas en casa y precisa de una adaptación rápida, porque el resto de la familia lleva una temporada viviendo entre iluminación navideña, villancicos, compras, lotería de Navidad y la bufanda alrededor del cuello.

Cuando salí de Argel para pasar unos pocos días en Holanda teníamos más de veinte grados de temperatura. Todavía no había encendido la calefacción de mi casa, aunque llevaba unas semanas durmiendo con un edredón. Llegué todo feliz a Rótterdam y no había forma de estar en la calle después de las seis de la tarde. Escribo esto desde el aeropuerto de Schiphol, en Ámsterdam, esperando al avión de regreso a Argel. Y en la calle hay seis grados centígrados. Es lo normal en esta época del año, aunque entre la lluvia y el viento de frío es mayor. Pero recuerdo que una semana antes, en Argel, estaba hablando con unos amigos de ir a la playa.

martes, 10 de noviembre de 2009

Bélgica en autocar

Creo que todos tenemos la imagen de que Holanda es un país muy pequeño, en el que la distancias son mínimas. Y que Bélgica es otro tanto, de modo que viajar entre ambos países es cosa de pocos minutos.

Con esa idea en la cabeza, incluí dentro de mis vacaciones holandesas una jornada en Bélgica. Se trataba de volver a visitar Brujas, dormir allí y al día siguiente regresar a Ámsterdam, todo ello en tren. Todo perfecto sobre el papel, horarios de trenes confirmados, hoteles reservados, hasta la forma de llegar a cada hotel desde la estación ferroviaria. Sin embargo, surgió lo inesperado, en forma de huelga de los trenes belgas, sin establecer eso que llamamos servicios mínimos.

La gente parece no conocer en Holanda el servicio de autobuses y se mueve sólo en tren. Debe tratarse de razones de comodidad, porque en cuestión de precios no hay color, como contaré más tarde. Así que la decisión de muchos de ellos fue simplemente evitar el viajar a Bélgica, sin buscar medio de transporte alternativo. Lo que yo también tenía que haber hecho en buena lógica, con lo complicado que estaba moverse en medio de una huelga, era olvidarme del viaje a Bélgica, perdiendo la reserva de hotel y seguir en Holanda. Pero no hice nada de eso. Gracias a haber madrugado bastante, a mucho preguntar y a tener más moral que el Alcoyano, acabé en un autobús con destino a Londres, del que me bajé en una parada que hizo en Bruselas. Allí parecía no haber forma de seguir el viaje, de modo que tocó una visita turística por la ciudad en autobús urbano para acabar en un pueblo cercano y de ahí a Gante, la ciudad natal de Carlos V. Luego, más de dos horas en un cuarto autocar para llegar a Brujas por la noche, doce horas después de dejar el hotel holandés.

Lo más divertido ha sido descubrir que ir desde Holanda al resto del mundo en autocar es muy barato. A Bruselas costó sólo 16 euros y había ofertas que anunciaban viajes a París por muy poco más. Luego, en Bélgica, la tarjeta para moverse durante una jornada en autobús por todo Flandes, sin límite de utilización, cuesta 5 euros. Así que por 21 euros se llega a cualquier punto de Bélgica. En cambio, el tren es sensiblemente más caro y el viaje de regreso de Brujas a Ámsterdam, con la huelga ya terminada, salió por casi 45 euros. Y, eso sí, menos de cuatro horas de puerta a puerta.

Como me encanta viajar, no puedo decir que lo haya pasado mal con una experiencia que me ha ayudado a recorrer en tiempo record medio Flandes, hablar con infinidad de gente y, por supuesto, alimentarme como tantos belgas a base de patatas fritas con salsas de lo más originales. He comprobado también que la gente sigue siendo, en general, igual de antipática que la última vez que visité el país. Lo noto más porque soy de un país en el que normalmente nos esforzamos por facilitar las cosas al turista. Y vivo en otro, Argelia, donde los ciudadanos son especialmente acogedores. La gente se esfuerza en Argelia por comunicarse en francés con el extranjero, aunque sólo conozca unas pocas palabras. En la zona flamenca de Bélgica es mejor hablar en inglés que en francés, porque el trato que se recibe como francófono es bastante malo.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Buffet holandés

Y yo que me quejaba de la calidad de la hostelería argelina…

Cuando llegué al hotel de Rotterdam me asignaron una habitación del segundo piso, en un edificio anexo para el que había que salir a la calle. Era una especie de motel, con entrada a las habitaciones desde un corredor exterior. Como no encontraba el ascensor, regresé a recepción:

- Perdone, no encuentro el ascensor.
- No tenemos ascensor.
- ¿Tengo que subir al segundo piso con la maleta por las escaleras?
- Sí, claro.
- ¿Y no tiene alguna habitación en el primer piso?
- Las habitaciones del primer piso son de dos camas. Las camas grandes están en el segundo.

Subí al segundo piso por una escalera prefabricada de peldaños muy estrechos, entré en la habitación y descubrí que tenía dos camas de 80 centímetros cada una. Pensé que había entendido al revés la explicación, hasta que al cabo de dos días he descubierto que la habitación contigua a la mía sí que es de una cama de las llamadas comúnmente de matrimonio.

Pregunté por algún sitio donde cenar y me respondieron que no había nada en una buena distancia a la redonda, que lo mejor era cenar en el restaurante del hotel. Pero inmediatamente me avisaron de que la hora de la cena ya había pasado y que tratarían de hacerme algo. Me sacaron una carta en holandés, o al menos me lo pareció, porque sin gafas no llegaba a distinguir nada. Así que me aventuré a preguntar qué había como pescado. Enseguida salio la cocinera, de nombre Victoria, hablándome en portugués, porque es natural de Cabo Verde. Muy simpática, me solucionó el tema con rapidez.

Después de cenar, viendo que no eran ni las diez de la noche, pregunté por algún sitio al que ir.

- ¿Andando o quiere pedir un taxi?
- Quiero dar una vuelta por los alrededores, a algún sitio de interés.
- Aquí cerca no hay nada de interés. Déjelo para mañana.
- Pero aún son las nueve. ¿Hacia qué dirección puedo caminar?
- Por aquí lo más bonito es ir a pasear por el bosque. Pero de noche no se lo aconsejo.
- ¿Hay ladrones?
- Se puede perder. O caerse al agua.

La amenaza funcionó y me tocó una sesión de dos horas de zapping por las diferentes cadenas de televisión en flamenco sintonizadas en el televisor de mi habitación. Luego me escribí el comentario anterior para el blog y me acosté. A la mañana siguiente descubrí que a dos kilómetros tengo un centro comercial y que en dirección sur hay casas, el centro para esquiar que he comentado en la entrada anterior y una especie de pub irlandés, si bien es verdad que cuando lo he visto estaba cerrado.

El primer desayuno fue más desastroso que la cena. Acababa de desayunar un grupo y no había ni una mesa limpia. Tuve que actuar a la argelina, limpiarme yo una. Pero tampoco había nada en el buffet supuestamente libre. Aquel era un buffet libre, pero libre de comida, porque las fuentes estaban vacías. Quedaba zumo de naranja, leche fría, agua mineral, queso en lonchas y cereales. En un cesto encontré unas rodajas de pan de molde y unas tarrinas de crema de cacao y de crema de cacahuetes. Con todo eso me hice un apaño, completado con un café de la máquina automática.

Tenía algo de fiebre, consecuencia del proceso alérgico, y regresé a descansar un rato, tumbado en la cama. Un error por mi parte, porque fue la excusa perfecta para que no me arreglaran la habitación.

La segunda cena en el hotel mejoró algo las prestaciones de la primera. Me ofrecieron una carta en inglés, que incluía varios modelos de buffet. Opté por el buffet frío y postre libre, pero al acercarme a donde supuestamente estaba el buffet, lo único que había era un plato en el que quedaban unos diez o doce granos de maíz; otro que había contenido diferentes verduras, posiblemente zanahoria y pimientos picados, o algo parecido; un tercero con una rodaja de piel de tomate; otro cuarto plato también con una piel, pero esta vez de salmón; dos platos llenos de escarola; una fuente casi vacía de ensalada, en la que quedaban un taquito de queso, algo de lechuga y una aceituna; otros tres platos vacíos apilados uno encima de otro y una salsera con lo que supongo que era vinagreta. Pregunté:

- ¿Y el buffet frío?
- Es éste.
- Pero no hay nada.
- Es que son casi las nueve y terminamos a las nueve y media. Otros clientes ya han comido. Es lo que queda.

Miraba yo aquel buffet y tenía la misma sensación que si me acercara a rebañar los platos que han dejado sucios en la cocina, para fregar. Porque era eso lo que había, simples restos de comida. La empleada vio mi gesto de repugnancia y añadió:

- Si quiere se lo junto todo en un plato.
- No gracias, creo que tomaré la sugerencia del chef, que son costillas de cordero. Y el postre de buffet.

Antes de tomar la decisión ya había comprobado que en el buffet de postres había flan, macedonia de frutas y algunos pasteles. No iba a arriesgarme a comerme los trozos de pasteles mordidos de los anteriores comensales, que no sé si eran los del mismo grupo que me había dejado sin desayunar o que toda la gente llega hambrienta a este hotel.

Tardaron casi media hora en traerme las chuletillas de cordero, que en realidad eran de carnero, como en Argelia, pero era una señal de que estaban recién hechas. El problema surgió cuando acabé de comer el plato y me acerqué al expositor en el que antes estaban los postres. Eran justo las nueve y media y el cocinero había decidido recogerlo todo. Quedaban unos racimos de uvas y un bizcocho de manzana, tipo pudding. Me quejé, obviamente, y la respuesta fue que ya era la hora de cerrar, pero que me traería un flan. Y fue lo que hizo, presentarme con un flan. La recepcionista del hotel, que hacía las veces de encargada restaurante, vino a decirme que podía comerme todo el pudding, sin problemas, que estaba muy bueno.

Lo que estoy contando me ha sucedido en Holanda, no en Argelia. La verdad es que si me ocurriera de viaje por la Argelia profunda no me sorprendería. Pero la diferencia está en que los argelinos te lo hacen con gracia, en plan colegas, porque son simpáticos y cercanos. Y te lo tomas como una parte de su forma de ser, sabiendo que si es necesario el cocinero te va a decir que la cocina está cerrada, pero que te invita a ir a cenar a su casa, por ejemplo. Y lo dice de corazón.

Llegada a Holanda

Han pasado unos cuantos días desde que escribí este comentario. En su momento no lo pude colgar por falta de conexión a Internet. Lo hago ahora, cuando ya estoy de vuelta a Argelia. En días posteriores colgaré otros comentarios que fui escribiendo durante mi estancia en Países Bajos.

Esta es la segunda vez que viajo a Holanda desde que trabajo en Argel. Lo hice por primera vez hace exactamente dos años, en idénticas circunstancias, invitado por los organizadores del certamen ferial para el que trabajaba anteriormente. Entonces era algo así como el colofón a dos años de trabajo y ahora es una invitación como visitante VIP, a cambio de mi presencia activa en algunos actos y estar más o menos a su disposición algunos días. Resulta divertido sentirse una especie de ex concursante de Big Brother durante cuatro días.

No sé si es culpa de la crisis económica o que uno va perdiendo categoría, pero lo cierto es que hace dos años me invitaron a un hotel de gran lujo, cinco estrellas, en el centro de Rótterdam, con todo tipo de comodidades, mientras que ahora me han enviado a uno de tres estrellas, casi fugaces, a varios kilómetros de la ciudad, sin una balda en el armario en la que colocar mi ropa ni, lo que es peor, una nevera para mis cocacolas, Muchas veces lo barato acaba saliendo caro y el taxi para desplazarme al centro de la ciudad me sale por 35 euros. Cuatro desplazamientos al día suponen 140 euros, que digo yo que será menos que la diferencia de precio entre las habitaciones de ambos hoteles. Es casi lo mismo que ocurre en Argel entre el Hotel El Djazair, caro pero céntrico, y el Hilton o el Mercure, en los que si se quiere salir sólo compensa alojarse si se va en grupo y los taxis se pagan entre varios.

Mi llegada no ha estado exenta de dificultades. En los aviones y en los autobuses me resfrío con facilidad. Existe un sistema de aireación, más exagerado en los aviones, porque además realiza la presurización de la nave, que remueve el aire y activa mi alergia a los ácaros y a la lana. Intento siempre elegir asiento de pasillo, aunque me pierda la mayoría de las vistas, donde ese flujo de aire se siente menos, pero en esta ocasión no fue posible. Total, que llegué a Ámsterdam con los primeros síntomas de resfriado y a Rótterdam hecho una pena.

A todo eso se suma la temperatura. Holanda me recibió con doce grados y una nieblilla cargada de humedad que se metía hasta los tuétanos; que será un tiempo estupendo para un holandés, pero para alguien que viene de Argel con simplemente una camisa y una chaqueta de verano, de esas que definimos como “por si a la noche refresca”, es todo un castigo. Así he empezado la relación de cosas que no me traje cuando hice el equipaje en diez minutos, empezando por algún abrigo, una bufanda y unos guantes.

Agotados los pañuelos de papel que traía conmigo y casi todo el papel higiénico de la habitación, empiezo a presentar mejor aspecto. La fiebre ha remitido y no corro el peligro de que al estornudar me acusen de padecer de nuevo la gripe porcina. Me he atrevido con un paseo por los alrededores del hotel. Es una zona residencial de chalecitos individuales, de la misma estampa que uno se imagina en Australia o en el oeste americano, de kilómetros y kilómetros de casas, carreteras, paradas de autobús, algún centro comercial, pero sin llegar a adivinar lo que puede ser el centro de la ciudad como tal. Las casas están lógicamente adaptadas a las condiciones del país y por eso muchas cuentan con jardines que dan a algún canal, en los que nadan patos y alguna que otra gaviota. Las calles son anchas y con trampas para los peatones, como en toda Holanda, porque no estoy acostumbrado a los carriles de bicicleta, los confundo con las aceras, hasta que oigo una campana a mi espalda y me retiro justo a tiempo de no ser atropellado por un ciclista.

La vegetación resulta desbordante para la vista. Todos los paseos se realizan a la sombra de los árboles, que en esta época del otoño pierden a marchas forzadas sus hojas. Es como un paseo bajo la lluvia, pero de una lluvia de hojarasca que va cayendo encima. Eso crea una atmósfera maravillosa, muy romántica. Las diferentes especies vegetales se diferencian también por la tonalidad de sus hojas secas. Así, se pasa de una alfombra amarilla a otra roja, la siguiente blanquecina y luego una anaranjada, que da paso de nuevo a una amarilla. Estos paseos románticos no están hechos para ser recorridos en soledad, así que la próxima vez tendré que buscarme acompañante y caminar juntos de la mano, con el ruido de fondo de los patos nadando en los canales. Creo que tal y como lo he contado, más de una amiga se apuntará a venir conmigo.

En mi primer paseo me he acercado hasta el pueblo más cercano y me he encontrado con dos situaciones curiosas. La primera ha sido descubrir un edificio, grande, en el que se puede esquiar y practicar deportes de invierno. Dentro había clientes esquiando, como si estuvieran en Sierra Nevada o en Candanchú. Se trataba de un espacio inclinado del tamaño de un pabellón de deportes, de modo que no se podía realizar un descenso en toda regla, pero para un país cuyo punto más alto es una simple colina en la frontera con Bélgica y Alemania, creo que hay que valorar el hecho de tener la posibilidad de esquiar por debajo del nivel del mar.

Muy cerca estaba el centro cultural municipal. He visto que entraba gente con niños y he entrado también yo. Dentro había una gran sala, el típico club social para jubilados, con varias mesas y gente leyendo. Un corrillo de hombres permanecía de pie, mientras que alguna mujer y niños que llegaban lo que hacían era que pasaban a otros lugares que no he visto y luego la mujer salía de nuevo y se iba. Los hombres, en cambio, se quedaban en esta primera sala. Había un pequeño bar, tipo club social, con unos precios baratísimos. Un café costaba 80 céntimos, como si el mismo ZP hubiese puesto los precios. Cuando llevaba dentro como cinco minutos se me acercó un hombre con la intención evidente de echarme. Me preguntó en holandés, supongo, lo que quería. Le expliqué en inglés que había visto que era un centro cultural y quería saber lo que había dentro. Me respondió, mitad en inglés, mitad en alemán, que en ese momento sólo había actividades para los niños. Su actitud era correcta, pero nada amistosa; me estaba echando abiertamente del lugar. Al salir caí en la cuenta de que tenían todos pinta de árabes, no sé si de Afganistán, de Siria o de Turquía, pero más o menos de esa región de Asia Central. Luego, desde la calle vi lo que había en otras salas; se trataba de dos clases para niños, ambas con profesoras que llevaban pañuelo en la cabeza, como muchas de las niñas. Deduje que se trataba de clases de religión para la comunidad islámica. Y así me he dado cuenta de hasta qué punto el ojo se acostumbra a una realidad. Yo no me fijé al entrar que las madres acudían con el pañuelo en la cabeza, ni me sorprendió demasiado que en la sala sólo hubiera hombres. Se me hizo normal, es la Argelia de cada día.

domingo, 8 de noviembre de 2009

De la 12 a la 18

No sé por qué maravillas de la técnica esta entrada no se publicó hace unos días. Contaba mi viaje de ida desde Argelia a Holanda. Ahora, de regreso en Argel, la recupero.

En el avión de Lufthansa, de Argel a Frankfurt, me habían asignado la plaza 12B. Nada más ocupar mi asiento apareció una señora argelina, con dos niños pequeños, uno de poco más de un año, agarrado al cuello, y el otro de unos tres o cuatro años, de la mano. Supe que era argelina y no alemana porque una especie de camisón marroquí y el pañuelo en la cabeza no dejaban lugar a dudas. Se dirigió a mí y me dijo algo así como:

- Al barajá juya masalaha mugaba plasa ersabi handulasaba.

De todo ello sólo entendí juya y plasa, que quieren decir en dialecto argelino hermano y sitio. Iniciamos así una conversación plurilingüística, que trato de reproducir, más o menos:

- Pardon, je ne parle pas l’arabe, madame.
- Andí bulah susmasabí majdalija ken papié buha albiratún sijaracuha mílaha …
- Est-ce que vous parlez français ?
- Andí bulah susmasabí majdalija ken papié buha albiratún sijaracuha.

Escribo lo mismo porque me sonó exactamente igual; así que probé a ver si vivía en Alemania, que por algo estábamos en un avión con destino a Frankfurt, y traté de comunicarme en mi olvidadísimo alemán.

- Entsuldigung, aber ich bin Spaniel, ich habe nie verstanden. Könen Sir mir auf Französish Sprechen, bitte?
- Maluha albarasí saha fusi andijucatum aldah.
- Do you speak English, Madam? I told you in French and German that I don’t speak Arabic. So, I don’t understand you.
- Smachni? (Eso lo entendí, quiere decir “perdón”).
- Soy español.
- Espanioli?
- Naham, aná spanioli. Al arabia, welu. (En mi media lengua de idioma local, al estilo Tarzán, significa “sí, yo soy español. La lengua árabe, nada).
- Et vous parlez le français?
- Bien sur, je vous ai parlé d’abord en français.
- Nous avons ces places, mes enfants et moi. (Son los asientos de mis hijos y el mío).
- J’ai le 12-B. Laissez moi vous aider avec vos tickets. (Tengo el 12-B, déjeme ver los suyos).

Me alargó los billetes de avión y sólo tenía dos, el del 12-A y otro sin número de asiento.

- Ils ne vous ont octroyée que la place 12-A. Attendez, Madame, qu’elle vienne l’hôtesse. (Sólo le han otorgado el asiento 12-A. Vamos a esperar a la azafata).

El segundo asiento de la buena señora era el 18-B. El auxiliar de vuelo llegó con un billete, que al parecer era el del hijo mayor, que había intentado hacer pasar por menor de tres años y en realidad tenía que pagar, porque ocupaba asiento. Le explicó que el billete que ya tenía era el del bebé, sin derecho a asiento y que éste tercer billete, el del 18-B, era el del hijo mayor; siguió diciendo que como se había registrado muy tarde ya no quedaban sitios para ir juntos. Y, sin más, dio media vuelta y dejó allí a la señora en el pasillo, con un niño de unos tres años que tenía que viajar solo.

Supongo que previamente había sucedido algo y que estaban enfadados por el intento de hacer viajar al mayor sin pagar billete, que encima estaba retrasando el vuelo. Pero tampoco tiene sentido mandar a la cola del avión, él solito, a un crío pequeño. Así que le dije a la señora que su hijo ocupara mi sitio y que yo me iría al 18-B.

Todo estaba perfecto, hasta que llegué al lugar en cuestión… y había alguien allí sentado. El avión aparentaba estar completo y los pasajeros habían decidido por su cuenta y riesgo cambiar de sitio. Se lo dije a mi “okupa”, que reclamó que le mostrara mi billete. Asunto era kafkiano, porque yo tampoco tenía ese asiento. Después de unos minutos de espera, de pie, en el pasillo, mi ocupa se levantó, echó de dos filas más atrás a quien había tomado su plaza y éste último se marchó a un asiento de la última fila en el que habían puesto un bolso de viaje enorme.

El rato que estuve de pie me sirvió para caer en la cuenta de que no había seis filas de asientos entre la 12 y la 18, sino sólo cuatro. Así que cuando pude paseé por todo el avión y descubrí que faltaban las filas 13 y 17. Lo de eliminar el 13 es bastante común, aunque no lo entiendo demasiado. La verdad es que no soy nada supersticioso y sólo recuerdo una vez, de pequeño, que reclamé en el colegio que me habían dado el número 13 en la lista, en lugar del 14, porque habían puesto mi apellido, Doñoro, antes que el de otro compañero apellidado Domingo. Era el primer día de clase y los compañeros se burlaban de mi mala suerte. Y aunque lo del 13 me daba igual, que se rieran de mí, no; y por eso reclamé. No hubo nada que hacer, ya que el problema era informático y la eñe de mi apellido se había convertido en el signo %, que iba por delante de todas las demás letras. Que en un autobús me den el asiento número 13 me da exactamente igual, siempre que sea pasillo, porque en los asientos de ventanilla me acabo resfriando. Ahí si comprendo que haya gente supersticiosa, de cualquier forma. Pero, ¿en un avión? Francamente, no me imagino la noticia de un avión que se estrella y que sólo fallecen los viajeros de la fila 13.

Air Algérie actúa con bastante lógica y los asientos van numerados sin saltarse ninguna fila. Así, el que no quiere viajar en la 13, lo que tiene que hacer es pedir otra diferente. Pero que una compañía aérea se preste a estas cosas da una imagen muy mala; es como si prohíbe los gatos negros en su bodega.

Con todo eso, a lo que no he encontrado explicación, por ridícula que pudiera llegar a ser, es a la ausencia de la fila 17 en el avión de Lufthansa. He pensado en diferentes posibilidades, como que fuera la fila que en otros modelos de avión se destina a la salida de emergencia. O que hayan retirado una fila para dejar mayor espacio, porque la verdad es que los asientos de Lufthansa son más espaciosos que los de Spanair, compañía que siempre procuro evitar en mis viajes a Argelia, porque entre otras cosas te sientes verdaderamente como una sardina en lata.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Flor de primavera

Hoy me toca salir del armario. No es que escondiera mi homosexualidad ni nada parecido, es que yo no lo sabía. Me he enterado de casualidad.

En los últimos meses he recibido algún mensaje por SMS en el que mi admiradora secreta me decía más o menos que me quería, me deseaba buenas noches y me mandaba un beso. El más bonito me lo envió la víspera de San Valentín, por la noche. Decía así:

Te deseo una dulce noche, mi ángel. Hoy es viernes 13, día de suerte. Mañana 14 de febrero, día del amor. Suerte más amor es igual a felicidad y te deseo toda la felicidad del mundo.

Mi admiradora secreta nunca firmaba sus mensajes de texto. Tampoco nunca le había respondido. Quizás debería haberlo hecho con un “yo también te quiero”. Mantuve el amor en secreto hasta su último mensaje, que me descolocó, porque mi admiradora secreta no era tal. Me escribió un 8 de Marzo, en el llamado en Argelia Día de la Mujer. Y decía así:

Por negra que sea la noche, siempre le sucede el alba. Sonríe a la vida y la vida siempre te sonreirá. Buena fiesta, flor de primavera y de felicidad. Besos, princesa.

Estoy trastornado. Lo de ángel, cariño, mi amor, estaba bien. Pero me han llamado flor de primavera. Y lo peor de todo es que me ha gustado. De todas formas, he de advertir a los lectores que no tengo ninguna intención de ejercer de gay. Vamos, que acepto los piropos, pero sin tocar. Porque está bien esto de gustar a los chicos, pero a mí me siguen gustando las chicas. Y de princesa, tampoco nada, que no me veo haciendo de drag queen.

Ahora tengo que decidir si hago una excepción y le llamo a mi admirador secreto. No sé si funcionará eso de marcar su número y decir:

- Hola, soy tu flor de primavera.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Tête de linotte (cabeza de chorlito)

No sé cómo me las apaño para que hasta los momentos más simples y sencillos se conviertan en toda una aventura. El que no se lo crea, que siga leyendo.

Tenía mi viaje a Holanda preparado desde mucho antes, aunque la verdad es que le dediqué muy poco tiempo en las últimas semanas. Aún así, cuando ya creía tenerlo todo arreglado, me encontré con un correo electrónico que me anunciaba que lastminute, con quien había comprado el billete de avión, me comunicaba amablemente que se me devolvía el importe de mi compra por un problema con mi tarjeta. Me decía que la devolución podía tardar en efectuarse, que era tanto como decirme que igual me llevaba la sorpresa de superar el límite de mi tarjeta y me quedaba en tierra.

Afortunadamente, pude comprar otro billete con otra compañía, aunque me suponía pagar más dinero, perder un día de estancia en Ámsterdam con el que contaba y dejar escapar las nueve horas en Frankfurt, a mi regreso, que iba a dedicar a escaparme por la ciudad.
 
Unas horas antes del vuelo, cuando estaba tratando de ayudar a arreglar el problema de unas compañeras con la cerradura de su casa bloqueada, alguien intentó forzar la única de mi coche que funcionaba, la del copiloto. Hubo que abrir las puertas desde el maletero, que de vez en cuando se bloquea. Ese “de vez en cuando” se cumplió un rato más tarde, cuando algún vecino caritativo cayó en la cuenta de que tenía una puerta sin cerrar, me hizo el favor y me dejó sin poder entrar en mi coche.
 
Estas tonterías me agobian, me superan y no fui capaz ni de hacer la maleta; lo dejé para un rato antes de salir hacia el aeropuerto, pasando primero por mi oficina a resolver algún asuntillo pendiente.

Para un individuo desordenado como yo, preparar el equipaje de esa forma es casi un suicidio. Me habré olvidado de infinidad de cosas. Abrí el armario y conté cuatro camisas de las de vestir, otras cuatro de turista total, dos camisetas por si hace frío, cuatro calzoncillos con pata, otros cuatro tipo tanga, seis pares de calcetines grises o negros, dos pares de calcetines blancos, dos jerséis, dos pantalones, un abrigo, zapatos de repuesto, chanclas, paraguas, dátiles para regalar, los cargadores de los dos móviles, un bolígrafo, el neceser de aseo, mis dos medicamentos, la tarjeta de la seguridad social y dos botellas de Coca Cola Light. Y cerré la maleta. En la bolsa de equipaje de mano, pasaporte, dinero, billete de avión, los datos de la reserva de hotel y lo que ya estaba dentro de la mochila, que no tenía tiempo de andar hurgando. Finalmente desconecté el ordenador portátil, lo introduje en su bolsa de viaje y metí también en ella el ratón y el cargador. Creo que la relación es completa, de modo que lo que no he nombrado significa que no viaja conmigo.

En el aeropuerto me sobró tiempo para hacer de las mías. Tras facturar fui al control de pasaportes. Había infinidad de gente, por el especial celo que ponían los policías. Habían abierto las cuatro salas de acceso a las cabinas de control de pasaportes existentes, pero a la entrada de cada una de ellas se situaban agentes de policía que revisaban con mimo cada pasaporte y echaban a algunas personas para atrás, creo que por una cuestión de sellos en los billetes de avión de Air Algérie, que había cometido algún error sobre el procedimiento que tienen establecido de verificación del pasaje. De allí me mandaron por un pasillo hacia otro puesto de control menos saturado, en el que también ese control previo era más liviano. Y luego ya la cola para sellar el pasaporte, como en el resto del mundo. Más tarde hay un nuevo control de seguridad, con arco y escáner, que da paso a la zona de embarque. Ahí estaban los aduaneros en pie de guerra, con sus trajes grises y montando una cola asombrosa, porque revisaban uno a uno el equipaje de mano de todos los pasajeros. En esa cola caí en la cuenta de un pequeño detalle: el ordenador portátil no estaba conmigo, me lo había dejado en algún sitio. Me puse nerviosísimo, empecé a preguntar a todo el mundo y a desandar todo lo recorrido. Al final, tras saltarme todos los controles antes descritos en sentido contrario, llegué a la zona de facturación, donde me estaban custodiando el ordenador, allí olvidado.

Volver a pasar todos los controles fue divertido, porque todos los policías me preguntaban lo que había ocurrido y se alegraban de la suerte, hamdulilah, de encontrarlo. Incluso más tarde, en la salsa de espera previa al embarque, tres personas diferentes, para mí desconocidas, me preguntaron cómo lo había encontrado. Eso demuestra dos cosas, que a los que me conocen y conocen Argelia no les sorprenderá: que había llamado la atención mucho más de lo deseable y que los argelinos se preocupan por los demás mucho más que en nuestra sociedad inhumana y capitalista.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Aires del norte

Con toda la distancia cultural que existe entre Argelia y España, estamos a un paso. Tarda menos el vuelo de Barcelona a Argel que de Bilbao a Argel, por ejemplo. Todo el mundo ve a Marruecos como el vecino que está justo debajo, a un paso, sin darse cuenta de que ahí mismo tenemos también otro vecino llamado Argelia.

Una de las ventajas de vivir precisamente ahí, en la casa del vecino, es que en un plisplás cruzas el rellano y te presentas en la tuya. Vamos, que en cualquier momento y por unos doscientos euros se va uno a pasar un fin de semana en España.

La presión social que se respira en Argelia se lleva bastante mal, sinceramente. Es una sensación de falta de libertad, de que existen unos usos que te superan, de que cualquier problema se puede convertir en una historia inacabable, de pelea permanente que desgasta al más pintado. La solución personal en estos casos se llama oxigenación y consiste en evadirse durante unos días, en hacer una escapada a la península y regresar con las pilas cargadas.

Suelo decir que al cabo de seis semanas de estancia continua comienza uno a desquiciarse y siente que es el momento de realizar esa escapada. Pero ahora estoy sorprendido de mi reacción. He superado ese tiempo y no siento ninguna necesidad de disfrutar de esa oxigenación. Echo de menos a mi gente, obviamente, pero son conceptos y necesidades diferentes.

El pasado 29 de octubre tenía cita con el médico en Bilbao y mi estado psíquico y anímico no era tan malo como para ausentarme del trabajo en Argel y acudir a la consulta. Me habría encantado estar allí, porque además era el cumpleaños de mi madre y creí que iba a poder disfrutar en esa fecha de su compañía, pero realmente no me hacía falta y moralmente no podía ausentarme un par de días de mi oficina para algo que no resultaba necesario.

Ha llegado noviembre y con el penúltimo mes del año también han llegado esos días de vacaciones que había pedido y programado hace mucho tiempo. Sólo voy a faltar cuatro días al trabajo, pero vacaciones son vacaciones y un paseo por Holanda y por Bélgica, que es adonde voy, me temo que resultará incompatible con el mantenimiento del blog. De manera que me sitúo en modo “pause”. O eso creo, que igual me da por escribir alguna cosa.

sábado, 31 de octubre de 2009

Escribanos

Durante una temporada de mi vida trabajé en la ciudad argelina de Skikda, en un proyecto relacionado con la terminal de gas GNL (o LNG en inglés). Yo llevaba el departamento administrativo y financiero de mi empresa, que si en una obra ya da de por sí mucho trabajo, cuando se trata de actuar como una filial supone un trabajo ímprobo si no cuentas con ayuda. En mi caso éramos dos expatriados, con la ayuda de una única persona local.

Una de las cosas más complicadas era la contratación de personal. Llegaba un encargado, o el jefe de obra, diciendo que necesitaba para el día siguiente tres obreros, dos soldadores y un gruísta y a ver quién era el guapo que conseguía contratar a esa gente de un día para el otro en un país en el que la gente no tenía teléfono en casa. La única solución era contar con una buena base de demandantes de empleo y tener a algunos de ellos localizados. Nunca pensé que el efecto boca-oído fuera tan real en Argelia, pero fue hablar de contratar personal, sin poner ningún anuncio ni nada y empezar a recibir cartas por centenares cada día.

De entre esa infinidad de solicitudes de empleo, muchas eran de aspirantes a ser obrero no especializado. Eran cartas con muchas faltas de ortografía y algunas muy llamativas, del tipo de las que ponen a veces los que piden dinero por la calle, que piensa uno que lo hacen adrede para reforzar la idea de ser una persona sin recursos, ni siquiera literarios. Así, por ejemplo, soltero no era célibataire, sino “silibatair”. Llamaba también la atención que la redacción fuera la misma, como si existiera ya un manual del aspirante a obrero del que copiar el texto de la solicitud. A fuerza de abrir cartas y clasificarlas, pronto me di cuenta de que también la letra coincidía en las cartas que contenían idéntica redacción y ortografía. Y es que había gente que vivía de rellenar solicitudes de empleo en francés para gente que no conocía el idioma.

La existencia de la profesión de escribano no me extrañó. Antes había vivido en Annaba y en la calle de al lado de la de los zapateros remendones que contaba hace unos días se colocaban esos escribanos, gente que sabía escribir en francés y en árabe y que se ganaba la vida haciendo escritos para ciudadanos menos letrados. En muchas administraciones públicas exigían, además, presentar siempre una “demanda manuscrita”, que era una forma de dar trabajo a esa gente frente a las fotocopiadoras, las impresoras y los ordenadores. Lo mejor, es todas formas, era acudir al Ayuntamiento al servicio de legalizaciones, que en Argelia es gratuita, frente al negocio de la administración pública española, que te cobra por un servicio destinado a entregar el documento legalizado a la misma administración pública. Allí había gente que se presentaba con su partida de nacimiento, o su carnet de conducir… y una hoja de bloc en la que habían copiado a mano los datos de ese documento, para que les legalizaran la copia. Es verdad que encontrar una fotocopiadora resultaba difícil, pero nunca antes había pensado que una cosa así se podía hacer.

viernes, 30 de octubre de 2009

Democrática y popular

El otro día, en un ambiente distendido, estuve discutiendo un poco de sociedad y política con una persona de Argelia. A su afirmación de que hay una voluntad de que las cosas vayan cambiando, pero que eso requiere tiempo, le respondí que no lo veo, que la prueba la tiene en el momento en el que se celebran elecciones presidenciales al gente vota mayoritariamente por la continuidad de un régimen que no tiene ni voluntad democrática ni deseos de cambio social. Y que, por encima del pucherazo y del fraude que pueda haber en el recuento, la realidad es que la inmensa mayoría de la gente vota por esa opción, o con su abstención hace que resulte abrumadoramente mayoritaria.

Mi interlocutor me dijo algo con lo que estoy muy de acuerdo: que si la apertura a la democracia significa repetir la experiencia de hace veinte años, con un partido islamista que consigue ganar adeptos basado en el voto de la mayoría ignorante y en promesas de repartir la riqueza entre los pobres, cuando lo que detrás hay es un estado islámico totalitario y fanático que suprime cualquier libertad alejada de su credo religioso, que en esa tesitura prefiere quedarse con lo que ahora tenemos.

Esto mismo lo he dicho y lo he escrito aquí más de una vez. El régimen argelino actual puede que sea el mejor de los posibles para este país en estos momentos. La democracia occidental no es un valor universal, hay mucha gente que no ha alcanzado a sentir como propios esos valores y en sociedades como la argelina carece de sentido. La Argelia actual es caudillista, la población busca y necesita un líder en el que confiar y no un sistema de partidos que plantean dos modelos diferentes entre los que optar periódicamente.

Cuando leo lo de “República Democrática y Popular de Argelia” pienso siempre en la paradoja de que ninguno de los Estados que se definen como democráticos lo es. Y no hay pueblo más sometido a la tiranía de sus dirigentes que el de esas naciones bajo el título de populares. La verdad es que en la actualidad Argelia se podría quitar esos apellidos, porque su sistema ha evolucionado hacia una cierta libertad desde la independencia y el gobierno de partido único, el FLN aún en el poder.

jueves, 29 de octubre de 2009

Gatos


Cuento con toda una colección de fotos de gatos callejeros de Argel. Los hay preciosos, de todo tipo de pelajes. Se queda uno mirándolos por la calle y siente hasta envidia, para mí que nada sana, de no ser gato.

Quitando la India, donde hay templos dedicados a la divinidad encarnada en el mono, en la rata o en algún otro animal, que implica un edificio lleno de esa raza del animal en cuestión, con monjes que cuidan de ellos, en ningún otro país había visto parques exclusivos para gatos.

Lo que parece que escasea son las clínicas ginecológicas, las maternidades para felinas en estado de buena esperanza, porque encontrarse con los primeros síntomas de parto y tener que apañárselas en la calle, como esta pobre gata, debe resultar duro. Por eso he dicho que la envidia es de ser gato, no gata…

Las dos cosas que más me fascinan de los gatos de Argel es lo confiados que se muestran y lo hermosos que están.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Inaccesible

Después de escribir hace unos días que mi intención era hacer que el blog sólo resultara accesible a los amigos que previamente se han inscrito, dejé unos días para que quienes quisieran seguir leyéndolo pudieran registrarse. Supuse que una semana era tiempo suficiente, así que llegado el lunes comprobé que había veinticinco lectores registrados, que los que validé todos menos uno, inscrito como anónimo. Intenté modificar un comentario y hacer que su contenido fuera de lectura exclusiva para los usuarios registrados, pero lo único que conseguí fue que todo el blog resultara inaccesible para todos, excepto quienes previamente habían validado una invitación. En fin, un sistema técnicamente muy complicado, del que no sabía salir. Así que ensayo fallido, marcha atrás y a seguir experimentando.

Sí, he escrito bien lo de seguir experimentando, porque voy a seguir haciendo pruebas; lo que quiero es que algunos contenidos sean exclusivos, pero no todo el blog. Y la única solución que en estos momentos veo es mediante un blog paralelo al que lleve un link que solicita primero una clave. Una complicación que no me convence.

El castigo por mi error ha sido recibir un aluvión de correos electrónicos, pidiéndome que les incluya como lectores. No he podido responder a casi nadie, el tema me ha desbordado. La respuesta la doy aquí: creo que el primer paso es inscribirse en el blog como seguidor y que luego se responda afirmativamente cuando llegue una solicitud de ser incluido como amigo. Finalmente, de esa lista de “amigos” puedo seleccionar a quienes permito ver el blog. Eso es lo que al menos creo haber entendido. Pero, francamente, ahora no tengo tiempo para hacer experimentos.

martes, 27 de octubre de 2009

La cena del fútbol

Contaba que el pasado viernes jugamos un partido de fútbol España-Argelia, contra el equipo de veteranos del club más importante del fútbol argelino, el Mouloudia Club d’Alger, MCA. Se trata de la versión argelina del Real Madrid, el equipo del régimen, que siempre ha contado con todos los favores financieros necesarios para que nunca le falte dinero, de cara a conseguir a golpe de talonario lo que no sabe hacer mediante el trabajo con el fútbol base. Antes contaba con los mejores jugadores del país y decir jugador del Mouloudia significaba casi decir jugador de la selección. En esa época de hegemonía absoluta del MCA jugaban nuestros contrincantes del viernes, que llegaron a ganar una Copa de África de clubes. Ahora se reúnen de vez en cuando para verse y recordar viejos tiempos. Y para jugar partidos como el del otro día contra nosotros.

Me habían insistido tanto en que tras el partido nos invitarían a un mechoui, que ya no sabía lo que pensar. Mechoui significa literalmente asado. Y de la misma forma que cuando le invito a alguien “a un asado” se entiende en castellano que se trata de carne asada, en Argelia se entiende que la invitación es a un cordero asado. Para mí no había muchas dudas, tendríamos un cordero asado de cena, pero tenía miedo a equivocarme y hacer el ridículo, así que a todo el que me preguntaba lo dejaba con la duda en el cuerpo.

El equipo contrario tenía más ganas que nosotros de empezar a degustar ese cordero, porque el segundo tiempo del partido duró bastante menos que el primero. Yo creo que le debieron de decir al árbitro que la comida ya estaba preparada y no se lo pensó dos veces para dar por terminado el encuentro. Estuvimos un rato en la banda, descansando, mientras el equipo argelino se cambiaba de ropa en sus vestuarios. Entonces vinieron a meternos prisa, que ya era hora de que también nosotros nos cambiáramos e hiciéramos uso del hammam (el baño turco) del que tan orgullosos estaban. Lo cierto es que como curiosidad lo del hammam está bien, es una experiencia diferente, pero yo agradezco más una ducha tradicional, sin tener que echarme cubos de agua por encima.

Una vez duchados y cambiados de ropa, nos llevaron por las calles de Dar el Beïda hasta una casa muy elegante, de estilo turco tradicional. El patio de entrada ya dejaba entrever que se trataba de una mansión de estilo turco, con sus arcos de medio punto. Allí nos encontramos a un montón de gente, sentados pacientemente en una sala, esperando nuestra llegada. Al hacerlo se fueron levantando disimuladamente y las mujeres acabaron desapareciendo de la estancia. Cuando cinco minutos después nos condujeron a un patio para disfruta de la comida allí no quedaba ni una sola mujer. Lo que sí había era un grandioso banquete con cuatro corderos asados.

El mechoui tradicional es un cordero que se asa entero, rellenándolo de especias y dejándolo tostar mientras gira alrededor de un fuego, como los pollos asados. Lo único que se le echa para que no se queme es agua de vez en cuando. Luego, se coloca en el centro de una mesa, con los comensales alrededor, que van arrancando trozos de él con la mano. Y escribo bien la mano, en singular, porque sólo se usa la derecha para este menester.

Nuestro banquete incluía además un arroz bastante rico y buena cantidad de cuscús con pasas y leche fermentada o miel. Y para finalizar té y pastas de almendra, de las que se comen en las bodas.

La experiencia fue realmente única, pero yo al menos me sentí extremadamente abrumado con tal despliegue de amabilidad. Y es que el pueblo argelino es así, lo da todo.

lunes, 26 de octubre de 2009

Viernes = Festivo

Más de un viernes he ido a trabajar a la oficina para quitarme trabajo pendiente, leer con tranquilidad la prensa semanal, o navegar por Internet en busca de noticias y webs sobre temas relacionados con mi trabajo. Todo ello sin la presión del día a día, sabiendo que si me quiero recrear en una noticia puedo hacerlo sin mayor cargo de conciencia. Supongo que a mucha gente le resultará raro eso de ir al trabajo en festivo y hacerlo con gusto, cuando no eres el dueño de la empresa. Pero ya he comentado más de una vez que mi trabajo me gusta y me encanta descubrir en él cosas nuevas.

Hace dos o tres semanas fui un viernes por obligación, más que por devoción. El trabajo que tenía pendiente no era absolutamente motivador, sino de auxiliar administrativo. Lo de rellenar casillas en un formulario se me da fatal, me pongo nervioso y acabo tardando el doble, porque me cargo todos los formatos preestablecidos, así que no me quedó más remedio que echarle horas, aunque fuera viernes.

Durante esa jornada de castigo recibí un buen número de llamadas telefónicas, pese a ser viernes. Incluso una del Ministerio, en Madrid, diciéndome que ya sabían que era festivo, pero que habían llamado para probar. Me hizo gracia, porque seguro que si pruebo yo a llamarles el domingo no encuentro a nadie en su despacho. Pero, en fin, son cosas que a mi me pasan de vez en cuando, pero a los que están trabajando con empresas privadas les pasan todos los viernes. La venganza, por supuesto, es llamarle al jefe en España el domingo, para devolverle la llamada del viernes.

A media mañana recibí una llamada de alguien que me explicaba que había enviado un correo electrónico tres días antes y no había recibido respuesta. Le respondí que no me sonaba de nada el tema que me estaba contando y que lo llevaría otra persona, pero que no podía confirmarle si efectivamente su mensaje nos llegó. El señor en cuestión se contrarió:

- Pero quiero saber cuándo se me va a responder.
- Mire, primero vamos a confirmar que ha llegado. Con los datos que me ha dado no veo nada pendiente en el programa que gestiona las respuestas. Si le parece tomo nota para que lo miren en secretaría el próximo día.
- ¿Y no lo pueden mirar ahora? Me dijeron que mandara un correo y es lo que he hecho. Es urgente y lo que ahora quiero saber es si me van a responder.
- No, ahora no puedo.
- ¿Por qué?
- Porque no hay nadie. Le he cogido el teléfono desde mi despacho, pero no tengo acceso al registro de la oficina.
- ¡Vaya cómo funciona la administración! Si me atiende desde un despacho equivocado es un problema de ustedes.
- No, más bien es un problema suyo, por llamar el viernes. El domingo le atenderán.
- ¡Voy a venir el domingo a trabajar para hablar con ustedes!
- Yo he venido el viernes y estoy hablando con usted.
- El domingo no trabajo.
- Y nosotros no trabajamos el viernes.
- ¿Cómo dice?
- Que en Argelia seguimos la jornada laboral del país, que es de domingo a jueves. Hoy es festivo. Le he atendido la llamada, he buscado si estaba pendiente y me he ofrecido a tomarle nota. Más no puedo hacer.
- Ah, no lo sabía.

Cosas como ésta pasan con gente que en teoría quiere trabajar con Argelia y no se informa primero de las cosas básicas del país. Porque es básico saber cuando es festivo y cuando no en un país. Ora cosa es el que llama sin darse cuenta del día de la semana en el que estamos, que le puede ocurrir a cualquiera.

Lo de la hora de diferencia ya se ha terminado… hasta la próxima primavera. En Argelia se mantiene a lo largo de todo el año el horario GMT+1, el mismo que en invierno en España, excepto Canarias. Como durante seis meses tenemos una hora menos que en Madrid, no son pocos los que llaman cuando para ellos ya son las nueve de la mañana y en Argel aún son las ocho.

Lo publico hoy porque seguro que más de uno ha llegado pronto al trabajo al olvidarse de cambiar la hora del reloj. Claro que en esto ocurre como con las vueltas en las tiendas, que el tendero casi siempre se equivoca a su favor. Seguro que son muchos más los que se olvidan de cambiar el reloj cuando se adelanta y lo que hacen es llegar tarde el lunes posterior al cambio de la primavera.

domingo, 25 de octubre de 2009

Policías en triciclo

Todos hemos oído hablar de la Policía Montada del Canadá, que marca orgullosa el paso de sus caballos. Frente a eso, de vez en cuanto se oyen noticias de tal o cual país en el que hay policías que patrullan en bici o en patines, que lo hacen a pie y desnudos en una playa nudista, que van provistos de extraños instrumentos y un sinfín de peculiaridades.

En Argelia no son excesivamente originales y lo más sorprendente que he encontrado en ese campo ha sido que la policía viaja en triciclo. Es algo nuevo, de hace unos meses. Todos sabemos con qué criterios se realizan en Argelia las compras públicas y en esta ocasión el favorecido había alcanzado un acuerdo de precio con un fabricante italiano que ha dotado a los policías de triciclos.

La foto la he tomado, evidentemente, cuando no había ningún policía montado encima. Los lectores habrán deparado en el hecho de que no se ve la matrícula. No es que yo la haya censurado, es que no la lleva. La foto no está manipulada.

El triciclo está bien de presencia, aunque yo lo encuentro ligeramente ridículo.

sábado, 24 de octubre de 2009

Paliza, pero menos

Hace año y medio me encargué de organizar un partido de fútbol contra el equipo de los abogados de Argel, que iba a tomar parte en el mundial de abogados a celebrar en España. Lo conté con detalle aquí. Lo mejor fue tener la oportunidad de hacer algo diferente y jugar en un estadio de verdad, el del USMA de Argel, en Bologhine, un partido que se nos hizo larguísimo.

No fueron pocos los que posteriormente me insistieron en que tratara de organizar algo parecido. Lo intenté un par de veces y acabé descartando la idea por la dificultad en poner a todos de acuerdo y, sobre todo, porque tampoco estaba yo anímicamente para muchos trotes. Los comentarios sobre que si había unos cuantos chupones, que si éramos muchos o pocos, que si campo grande o de fútbol-sala me superaban. Pero según me he ido recuperando desde septiembre me han entrado ganas de asumir iniciativas. Y me embarqué a la búsqueda de un equipo argelino contra el que organizar un partido.

La ocasión me surgió hace unos pocos días. Estaba invitado en casa de un amigo, Youcef, a una cena exclusiva de varones, catorce para ser exactos, en la que el tema de conversación fue única y exclusivamente el fútbol. Y es que la familia de Youcef ha vivido siempre para el fútbol, su tío fue un grandísimo jugador, considerado por muchos el mejor de la historia del fútbol argelino, dirigen una asociación de atención a ex futbolistas y resulta difícil conseguir que el balón no surja en la conversación de más de un minuto. Así que aproveché el momento para pedir ayuda en mi búsqueda de un equipo contra el que enfrentarse. Dicho y hecho, en tres días teníamos contrario. Sofiane, el cuñado de Youcef, que había prometido encargarse de todo, me llamó para darme los detalles:

- Ya está arreglado, vais a jugar contra el equipo de veteranos del Mouloudia de Argel.
- Pero son muy buenos para nosotros.
- ¿No tenéis un equipo?
- Sí, pero todavía no hemos jugado nunca.
- Bueno, son gente mayor, de más de cincuenta años. Pero, atención, muy buenos, ¿eh? Quedaron campeones de África con el Mouloudia. Una vez jugaron contra el Real Madrid. Y casi todos han jugado con el equipo nacional (la selección).

Ahí me salió la vena chula, que para eso soy de Bilbao y no voy a dejar que me asusten con su currículo deportivo. Y le respondí:

- Entonces, diles que ahora van a jugar contra la selección de España, que somos campeones de Europa. Tendremos que entrenar antes, ¿qué tal si el partido lo celebramos el 13 de noviembre?
- No, vais a jugar este viernes en Bab Ezzouar.
- ¿Este viernes? Si no tenemos ni el uniforme.
- ¿No? Uhm… ¿Cuántos sois?
- Seremos unos dieciséis, más o menos.
- En fin, del equipamiento me encargo yo. Es un regalo.
- Muchas gracias, Sofiane.
- No hay problema, no hay problema. Tenéis que entrenaros esta semana, que son los jugadores del Mouloudia campeones de África. Se lo dices a tus compañeros.

La conversación continuó con un reparto de flores, sobre la calidad de la selección española y lo bien que lo está haciendo el equipo nacional argelino, casi clasificado para la final de la Copa del Mundo en Sudáfrica. Luego entramos en los detalles del partido. Quedaron en recogernos el viernes a las tres y cuarto de la tarde en el Hotel Mercure para llevarnos al estadio de Protección Civil de Bab Ezzouar. Me aseguró que el campo estaba muy bien y que contaríamos con buenas instalaciones, nuevas, que incluyen un hammam para después del partido. Y acabó con una invitación muy de agradecer:

- El partido empezará a las cuatro y cuando acabemos, a las seis, os invitamos a un mechoui de cordero, al lado del estadio.

Yo no sé muchas veces cómo tomarme las invitaciones en Argelia. Hay gente que promete mucho y luego se queda en nada. Y otros que te superan con su atención y amabilidad. Youcef y Sofiane son de estos últimos, así que di por supuesto que tendríamos una camiseta para jugar y un cordero asado para cenar, aunque me guardé muy mucho de prometer a quienes conmigo iban a jugar que dispondríamos de todo ello. Hasta el último momento les fui diciendo que igual todo se quedaba en un peto prestado y unas brochetas de cordero.

No lo he contado todavía, pero la realidad es que el balón y yo no nos entendemos demasiado bien. No sé jugar al fútbol, no sé detener una pelota, no sé chutar, no sé nada; y mi forma física tampoco me permite hacer de perro de presa marcando a un contrario. No organizo el partido para poder jugar, sino por lo mismo que hago tantas otras cosas, por ayudar a mejorar la calidad de vida de los expatriados y sentirnos un poco más a gusto en Argel. Como no tengo sentido del ridículo, no me importa corretear por el campo unos minutos y ganarme por unanimidad el premio al peor jugador del partido; es más, me divierte participar de un sarao de este tipo. Ya me ha tocado jugar al mus sin tener ni idea de las señas, para desesperación del compañero de juego, como para que me acobarde vestirme de corto. Y si hay que hacer un poco de teatro en el suelo, fingiendo una lesión, se hace.

Volviendo a la narración de los preparativos, a partir de la invitación formal al partido el problema estribaba en encontrar gente suficiente para formar un equipo… y que se lo tomaran en serio. Y eso no salió del todo bien. La intención era contar con 18 jugadores, incluidos algunos que, como yo, no saben darle al balón, pero que tuvieran ilusión por formar parte del grupo y compartir una tarde gastronómico-deportiva. Pero en el momento de iniciar el partido éramos ocho más una acompañante que por nada del mundo se prestó a ser la novena jugadora. Los argelinos se mostraron encantados con nuestra escasez de medios humanos, porque así pudieron incluir en el partido a cuatro amigos y familiares que no forman parte de la antigua plantilla del Mouloudia de Argel. Posteriormente, con el partido empezado, llegaron dos jugadores más de los nuestros, para poder hacer cambios. Eso sí, los cambios eran entre españoles, porque los argelinos sobre el terreno no se dejaban sustituir. A uno de ellos le obligué a ser cambiado y al poco rato el que hacía las veces de nuestro portero, que hacía y deshacía a su antojo, lo hizo regresar al terreno y pasamos a jugar con doce.

El resultado final fue una digna derrota por cuatro goles a dos. Y un reto para tomarnos la revancha el día 13 de noviembre, en tres semanas, con tiempo para sustituir a los ocho que no se presentaron al partido por otros y para estar un poco más en forma.

No he narrado el partido, porque es lo de menos. Más interesante resulta contar que la historia no se acabó ahí, porque nos habían hablado de un mechoui…

viernes, 23 de octubre de 2009

Sin clase

Está complicado el acceso a la cultura en Argel. Me había decidido por fin a dedicar un tiempo a mejorar mi nivel de francés, matriculándome en el Centro Cultural francés. Cuando fui a hacerlo, el último día, me dijeron que ya se había completado todo, que volviera el domingo. La realidad era que los que hacen las matrículas se habían marchado antes de tiempo y se prefirieron completar grupos después del fin de semana, el domingo. Como en mi oficina los domingos son laborables, no pude matricularme y tendré que esperar al año próximo.

jueves, 22 de octubre de 2009

Vaya panda

Tenía escrita una entrada al blog que no he publicado. Era sobre la recepción del día 12 de octubre en la residencia del Embajador de España en Argel, a la que fui invitado. No hay como dar galones a alguien que no tiene dos dedos de frente; así, un chofer al servicio de la Embajada española se creyó general en jefe y me envió de muy malos modos, sin ninguna educación arriba y abajo en una calle, en medio de un tremendo atasco que entre la policía local y él se habían encargado de organizar. Cuando llegué a la recepción me preguntaron si era yo el que había tenido un “incidente”, por lo que es de suponer que me utilizó además como disculpa para su incompetencia.

Todo lo anterior lo escribí con pelos y señales, porque además me sentó bastante mal la falta de educación que destilaba todo el asunto. Pero luego pensé que en una comunidad tan pequeña como la de los españoles de Argel, en la que el personal al servicio de la administración es parte importante, mi comentario iba a perjudicarme. Así que lo dejé en la nevera y decidí esperar unos días. Hasta que ya me he decidido a no publicarlo.

Han sido diez días sin escribir nada nuevo, dejando que día tras día fueran publicándose entradas que ya tenía escritas previamente en previsión de situaciones como esta. Pero el asunto me ha hecho reflexionar…

Yo no escribo para los españoles que viven en Argel. Ellos ya saben cómo es el país, viven diariamente las mismas anécdotas que yo y no van a descubrir nada nuevo en el blog. Entiendo y agradezco que lo lean los que se consideran mis amigos, a los que sí les interesará saber lo que hago, lo que pienso. Pero, ¿a quién no es amigo mío qué le importa lo que hago cada día? ¿Puro voyeurismo? Porque sé que si contara aquí con detalle a mis amigos lo que pienso del trato recibido el 12 de octubre, alguno lo leería y criticaría para flagelarse. O para intentar flagelarme, que de todo ahí.

Hay gente de la colonia española que está en Argel que no quiere verse mencionada en el blog para evitar que les perjudique en sus relaciones con otros compatriotas que también viven en Argel. Y es que hay quien se aburre mucho y no tiene nada mejor que hacer que ponerse a curiosear en los detalles de mi vida colgados en la red. Que no me molesta que lo hagan, pero me digo a mí mismo que, si no les gusta, lo que tienen que hacer es algo tan sencillo como no leerlo. Y dejarme en paz.

Lo que más me molesta de toda esta historia es mi pérdida de libertad. No puedo contar aquí lo que he hecho hoy después del trabajo, con quién cené anoche o quién me ha invitado a cenar hoy. Porque sé que si lo cuento alguno puede huir de mí como si fuera un apestado.

Me he alegrado mucho al ver las estadísticas de entradas en el blog y comprobar que últimamente las visitas desde México o Argentina son más numerosas que las visitas desde Argelia. Incluso los lectores mexicanos agregados superan ya a los de Argelia.

He visto que tengo la opción de hacer que sólo los seguidores registrados puedan acceder a todo o parte de lo que escribo. Por eso he creado un registro de seguidores en el lateral derecho del blog y es posible que desde ahora algunos textos no sean de libre acceso. Sé que molestará a quien prefiere leer en el anonimato, pero también es una medida de protección. No quiero seguir escribiendo bajo presión.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Oficios perdidos

Paseando por las calles de Argel me tropiezo con estampas de mi niñez, que resultan entrañables, recuperadas de un tiempo que forma parte de mi memoria y que ya no puedo revivir en el entorno en el que me crié.

Una de mis favoritas es la de los zapateros remendones. De pequeño me encantaba acompañar a mi madre a llevar calzado a un zapatero que situaba su pequeño taller en un portal de calle del Perro, del Casco viejo de Bilbao. Muchos pequeños talleres, de zapateros, joyeros, modistas, relojeros, sombrereros, se situaban dentro de los portales de ese barrio recoleto que seguro que todos conocen. Los pequeñísimos establecimientos dentro de los portales fueron desapareciendo y ahora sólo recuerdo que persista uno, en la calle que, escribo de memoria, creo que se llama Belosticalle.

La desaparición de estas tiendas no siempre se ha debido al fin del negocio. Un buen ejemplo es el puesto de turrones de Iváñez en la calle Correo, un clásico de la Navidad bilbaína, que ahora goza de un establecimiento permanente y mucho más amplio.

Los zapateros remendones sí que han desaparecido. Aquél de la calle del Perro se jubiló y en mi familia empezamos a acudir a otro, también dentro de un portal, junto al café Bilbao que hace esquina en una entrada de la Plaza Nueva. Se trataba de un señor sordomudo. Me fascinaba comprobar que era capaz de leer en los labios de las gentes lo que querían que se hiciera con sus zapatos. Había aprendido a oír con sus ojos y a ganarse la vida con un oficio, sobreponiéndose a todas las dificultades que le había deparado la vida. Me causaba admiración y no me perdía ni una ocasión de acompañar a mis padres cuando les oía decirle que a tales zapatos había que echarles medias suelas. El zapatero era capaz de leer en los labios términos para mí desconocidos, como phillips y tafilete, que tenían que ver con las suelas del calzado.

Llegaron los zapatos por treinta o cuarenta euros y la clientela se extinguió. Arreglar un zapato podía llevar mucho tiempo y al final siempre sería un zapato remendado, mientras que por poco más de dinero se conseguía alcanzar el lujo de estrenar zapatos. El consumismo está reñido con la reparación y parece que lo que hay que hacer con un zapato usado es tirarlo para comprar uno nuevo.

Todo eso viene a mi memoria cuando veo en Argelia a los zapateros remendones. Me chocó hace unos años en Annaba ver que se situaban a lo largo de una calle, trabajando a la intemperie, mientras algunas personas se acercaban para que les remendaran zapatos que en alguna ocasión creo que ni un mendigo usaría en España. Sólo lo había visto antes en la India, pero la situación de ambos países no tenía ni tiene nada que ver. En Annaba jamás me encontré a alguien durmiendo en la calle (ahora la cosa ha cambiado, desgraciadamente), mientras que en la India hay millones de personas que han hecho de un trozo de acera su hogar. Por eso, la calle de los zapateros era simplemente una calle especializada en un oficio.

En Argel se ha producido una curiosa mutación, que no se si ha afectado a otras ciudades, porque es en Argel donde vivo. Y es que de un tiempo a esta parte han desaparecido esos zapateros remendones de toda la vida y les han sustituido otras personas jóvenes, de raza negra, que tienen toda la pinta de vivir en unas condiciones más precarias que las de sus predecesores. La verdad es que no me gusta el aspecto de marginalidad que eso aporta al oficio. Tendré que acostumbrarme.

lunes, 19 de octubre de 2009

Pata negra

Me desespero en Argel cada vez que veo tirar cosas por las ventanillas de los coches o desde las ventanas de las casas. Y generalmente no me corto, digo lo que pienso en ese momento, para ver si sirve de escarmiento para el guarro de turno. Supongo que mis posibilidades de éxito son nulas, pero sí que confío en que cada vez haya más gente que me imite y que afee su conducta a los incívicos y marranos.

Me consta que entre mis amigos argelinos la inmensa mayoría comparte mi desagrado ante esas actitudes. Sin embargo, algunos de ellos caen en la misma falta, aunque no en casos tan flagrantes como el de dejar caer desde tu vivienda la bolsa de basura a la calle. También he comprobado que el virus afecta a expatriados que reconocen que en España nunca lo harían.

Dándole vueltas al tema, he llegado a una conclusión que explicaré al final. Porque antes quiero exponer siete situaciones, siete anécdotas. Que son siete casos reales.

Anécdota número 1:
Un cliente está tomándose un café en una cafetería. Pocos minutos después se va, dejando su consumición a medias. El camarero toma el vaso con medio café y vierte su contenido en un recipiente mantenido al calor, que contiene el café con leche ya preparado. Por si quedan dudas, al cabo de un rato otro cliente pide un café con leche y se lo sirven de ahí.

Anécdota número 2:
Un vecino sale a su terraza en pantalón corto. Al cabo de un rato, sudoroso, toma una prenda de las que están tendidas para secarse y con ella se seca el sudor del cuerpo y las piernas. Luego la deja otra vez a secar al sol, con el resto de la colada. En la misma terraza está una chica joven, probablemente su hija, que no dice nada.

Anécdota número 3:
La mujer de la limpieza se apresta a limpiar el cuarto de baño. Toma la escobilla del váter y la pasa a modo de esponja con mango por todos los sanitarios.

Anécdota número 4:
Estoy esperando en la daira (el ayuntamiento) de una ciudad a que me reciba el alcalde. Lo hago acompañado de un conocido suyo, taxista, que va vestido con una gandora (como una chilaba pero sin gorro) y chanclas. En la sala de espera veo con horror como no deja de hurgarse en los pies, entre los dedos y llega a hacer pelotillas con la suciedad que saca. Aparece el alcalde y, como si tal cosa, se dan la mano, además de cuatro besos.

Anécdota número 5:
Un bebé deja caer su chupete al suelo, en una zona bastante sucia. La madre lo recoge y ve que tan sucio como está no se lo puede dar a su hijo. Entonces, se lo mete en su boca, lo chupa, se lo saca y se lo da al niño.

Anécdota número 6:
En un restaurante tienen en la parte trasera un recipiente grande con el caldo para la paella, especialidad de la casa. Llegan unos gatos y beben de él. El dueño lo ve, los ahuyenta y cambia el caldero de sitio. Al cabo de un rato empieza a preparar la paella y utiliza sin ningún escrúpulo el caldo del que sabe que bebieron los gatos.

Anécdota número 7:
Estoy invitado a comer en una casa. A la hora del postre, una tarta de cumpleaños, aparecen los dos perros de raza pastor alemán guardianes de la casa. La dueña comparte cariñosamente con ambos animales su ración de tarta, un trocito para cada perro y otro para ella, todos chupando de la misma cucharilla de postre. Uno de los pastores alemanes se acerca a mí y para la dueña resulta extraño que no quiera darle un trocito de mi ración.

Quien haya supuesto que son siete situaciones vividas en Argel, se equivoca parcialmente. Las cuatro primeras son argelinas, sí, pero las tres últimas han sucedido en España.

Al final, la diferencia está en que esas actitudes son más raras en España que en Argelia, porque entre nosotros está peor visto, hay una mayor presión social para evitar esa tendencia a la guarrería que me parece que existe en ambos lugares.

Lo mío no es distinguir fenotipos de genotipos, ni falta que hace. Yo creo que el cerdo de dos patas nace. Pero nace lechón, para convertirse en todo un señor puerco si la sociedad no le educa para no revolcarse en su porquería.

domingo, 18 de octubre de 2009

Me sucedió en Facebook

En mi perfil de Facebook tengo como foto de presentación una tomada en el pequeño zoo de Tlemcen, al oeste del país, en la que salgo con una cría de camello de raza mehri, que son los blancos y esbeltos, los más apreciados por los tuareg. La puse hace meses en el lugar de otra tomada en Nueva York delante del toro de Wall Street. En esta última uno de los cuernos del toro asomaba por detrás de mi cabeza y recibí más de una broma de mis amigos al respecto.

Un día recibí en Facebook un mensaje de un asiático para mí desconocido, que me decía “I love your dog”. Pensé que se había equivocado, que quiso escribir “blog” en lugar de dog, porque no tengo perro. Eso, o que “dog” signifique en inglés algo más que perro, con todas las acepciones que en los dos idiomas tiene el término.

Así que le pregunté a qué se refería. Y el perro que tanto le gustaba era mi cría de camello. Además, me insistía en que le añadiera como amigo. Comprobé que había llegado hasta mí porque tenemos un amigo en común que está trabajando en su país.

Estuve pensando si crearle un perfil en Facebook al camello, ponerle de nombre Toby o Rintintín y que se hicieran amigos. O decirle que estaba en un error. Al final pensé que el pobre no se merecía esa decepción, que si le gustan los perros le diría que mi camello ladra muy bien y todos felices como amigos. Porque lo siguiente sería explicar que el norte de Argelia es como el Levante español, que si quieres ver un camello tienes que ir al desierto, que no circulan por las calles, como tampoco lo hacen los toros por las avenidas de España con la gente vestida de torero, salvo que te vayas a los Sanfermines de Pamplona.

Al final le validé como amigo. Me queda por saber si se considera amigo mío o de mi camello. Perdón, de mi perro.