Y yo que me quejaba de la calidad de la hostelería argelina…
Cuando llegué al hotel de Rotterdam me asignaron una habitación del segundo piso, en un edificio anexo para el que había que salir a la calle. Era una especie de motel, con entrada a las habitaciones desde un corredor exterior. Como no encontraba el ascensor, regresé a recepción:
- Perdone, no encuentro el ascensor.
- No tenemos ascensor.
- ¿Tengo que subir al segundo piso con la maleta por las escaleras?
- Sí, claro.
- ¿Y no tiene alguna habitación en el primer piso?
- Las habitaciones del primer piso son de dos camas. Las camas grandes están en el segundo.
Subí al segundo piso por una escalera prefabricada de peldaños muy estrechos, entré en la habitación y descubrí que tenía dos camas de 80 centímetros cada una. Pensé que había entendido al revés la explicación, hasta que al cabo de dos días he descubierto que la habitación contigua a la mía sí que es de una cama de las llamadas comúnmente de matrimonio.
Pregunté por algún sitio donde cenar y me respondieron que no había nada en una buena distancia a la redonda, que lo mejor era cenar en el restaurante del hotel. Pero inmediatamente me avisaron de que la hora de la cena ya había pasado y que tratarían de hacerme algo. Me sacaron una carta en holandés, o al menos me lo pareció, porque sin gafas no llegaba a distinguir nada. Así que me aventuré a preguntar qué había como pescado. Enseguida salio la cocinera, de nombre Victoria, hablándome en portugués, porque es natural de Cabo Verde. Muy simpática, me solucionó el tema con rapidez.
Después de cenar, viendo que no eran ni las diez de la noche, pregunté por algún sitio al que ir.
- ¿Andando o quiere pedir un taxi?
- Quiero dar una vuelta por los alrededores, a algún sitio de interés.
- Aquí cerca no hay nada de interés. Déjelo para mañana.
- Pero aún son las nueve. ¿Hacia qué dirección puedo caminar?
- Por aquí lo más bonito es ir a pasear por el bosque. Pero de noche no se lo aconsejo.
- ¿Hay ladrones?
- Se puede perder. O caerse al agua.
La amenaza funcionó y me tocó una sesión de dos horas de zapping por las diferentes cadenas de televisión en flamenco sintonizadas en el televisor de mi habitación. Luego me escribí el comentario anterior para el blog y me acosté. A la mañana siguiente descubrí que a dos kilómetros tengo un centro comercial y que en dirección sur hay casas, el centro para esquiar que he comentado en la entrada anterior y una especie de pub irlandés, si bien es verdad que cuando lo he visto estaba cerrado.
El primer desayuno fue más desastroso que la cena. Acababa de desayunar un grupo y no había ni una mesa limpia. Tuve que actuar a la argelina, limpiarme yo una. Pero tampoco había nada en el buffet supuestamente libre. Aquel era un buffet libre, pero libre de comida, porque las fuentes estaban vacías. Quedaba zumo de naranja, leche fría, agua mineral, queso en lonchas y cereales. En un cesto encontré unas rodajas de pan de molde y unas tarrinas de crema de cacao y de crema de cacahuetes. Con todo eso me hice un apaño, completado con un café de la máquina automática.
Tenía algo de fiebre, consecuencia del proceso alérgico, y regresé a descansar un rato, tumbado en la cama. Un error por mi parte, porque fue la excusa perfecta para que no me arreglaran la habitación.
La segunda cena en el hotel mejoró algo las prestaciones de la primera. Me ofrecieron una carta en inglés, que incluía varios modelos de buffet. Opté por el buffet frío y postre libre, pero al acercarme a donde supuestamente estaba el buffet, lo único que había era un plato en el que quedaban unos diez o doce granos de maíz; otro que había contenido diferentes verduras, posiblemente zanahoria y pimientos picados, o algo parecido; un tercero con una rodaja de piel de tomate; otro cuarto plato también con una piel, pero esta vez de salmón; dos platos llenos de escarola; una fuente casi vacía de ensalada, en la que quedaban un taquito de queso, algo de lechuga y una aceituna; otros tres platos vacíos apilados uno encima de otro y una salsera con lo que supongo que era vinagreta. Pregunté:
- ¿Y el buffet frío?
- Es éste.
- Pero no hay nada.
- Es que son casi las nueve y terminamos a las nueve y media. Otros clientes ya han comido. Es lo que queda.
Miraba yo aquel buffet y tenía la misma sensación que si me acercara a rebañar los platos que han dejado sucios en la cocina, para fregar. Porque era eso lo que había, simples restos de comida. La empleada vio mi gesto de repugnancia y añadió:
- Si quiere se lo junto todo en un plato.
- No gracias, creo que tomaré la sugerencia del chef, que son costillas de cordero. Y el postre de buffet.
Antes de tomar la decisión ya había comprobado que en el buffet de postres había flan, macedonia de frutas y algunos pasteles. No iba a arriesgarme a comerme los trozos de pasteles mordidos de los anteriores comensales, que no sé si eran los del mismo grupo que me había dejado sin desayunar o que toda la gente llega hambrienta a este hotel.
Tardaron casi media hora en traerme las chuletillas de cordero, que en realidad eran de carnero, como en Argelia, pero era una señal de que estaban recién hechas. El problema surgió cuando acabé de comer el plato y me acerqué al expositor en el que antes estaban los postres. Eran justo las nueve y media y el cocinero había decidido recogerlo todo. Quedaban unos racimos de uvas y un bizcocho de manzana, tipo pudding. Me quejé, obviamente, y la respuesta fue que ya era la hora de cerrar, pero que me traería un flan. Y fue lo que hizo, presentarme con un flan. La recepcionista del hotel, que hacía las veces de encargada restaurante, vino a decirme que podía comerme todo el pudding, sin problemas, que estaba muy bueno.
Lo que estoy contando me ha sucedido en Holanda, no en Argelia. La verdad es que si me ocurriera de viaje por la Argelia profunda no me sorprendería. Pero la diferencia está en que los argelinos te lo hacen con gracia, en plan colegas, porque son simpáticos y cercanos. Y te lo tomas como una parte de su forma de ser, sabiendo que si es necesario el cocinero te va a decir que la cocina está cerrada, pero que te invita a ir a cenar a su casa, por ejemplo. Y lo dice de corazón.
lunes, 9 de noviembre de 2009
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2 comentarios:
Yo creo que por aquí son más zafios pero más humanos, en nuestro mundo tan perfectamente perfecto reina el sálvese quien pueda, el problema del otro no me afecta
el mejor post de todos!!! me he reido bastante con lo de si quiere se lo junto todo en un plato... mu bueno... por cierto, al final lo barato sale caro, en paises civilazados sale mejor lo algo mas caro pero estar a gusto... cuando estube hara un año en amsterdam me quede con un amigo en un novotel de amsterdam.... el buffet de campeonato, amarrando los actimel para la habitacion para despues de la fumada previsible, y los albornoces que teniamos para ir a por hielo a la maquina con la champanera al lado del ascensor.... y todo por 40 euros cada uno por noche!!!
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