Creo que todos tenemos la imagen de que Holanda es un país muy pequeño, en el que la distancias son mínimas. Y que Bélgica es otro tanto, de modo que viajar entre ambos países es cosa de pocos minutos.
Con esa idea en la cabeza, incluí dentro de mis vacaciones holandesas una jornada en Bélgica. Se trataba de volver a visitar Brujas, dormir allí y al día siguiente regresar a Ámsterdam, todo ello en tren. Todo perfecto sobre el papel, horarios de trenes confirmados, hoteles reservados, hasta la forma de llegar a cada hotel desde la estación ferroviaria. Sin embargo, surgió lo inesperado, en forma de huelga de los trenes belgas, sin establecer eso que llamamos servicios mínimos.
La gente parece no conocer en Holanda el servicio de autobuses y se mueve sólo en tren. Debe tratarse de razones de comodidad, porque en cuestión de precios no hay color, como contaré más tarde. Así que la decisión de muchos de ellos fue simplemente evitar el viajar a Bélgica, sin buscar medio de transporte alternativo. Lo que yo también tenía que haber hecho en buena lógica, con lo complicado que estaba moverse en medio de una huelga, era olvidarme del viaje a Bélgica, perdiendo la reserva de hotel y seguir en Holanda. Pero no hice nada de eso. Gracias a haber madrugado bastante, a mucho preguntar y a tener más moral que el Alcoyano, acabé en un autobús con destino a Londres, del que me bajé en una parada que hizo en Bruselas. Allí parecía no haber forma de seguir el viaje, de modo que tocó una visita turística por la ciudad en autobús urbano para acabar en un pueblo cercano y de ahí a Gante, la ciudad natal de Carlos V. Luego, más de dos horas en un cuarto autocar para llegar a Brujas por la noche, doce horas después de dejar el hotel holandés.
Lo más divertido ha sido descubrir que ir desde Holanda al resto del mundo en autocar es muy barato. A Bruselas costó sólo 16 euros y había ofertas que anunciaban viajes a París por muy poco más. Luego, en Bélgica, la tarjeta para moverse durante una jornada en autobús por todo Flandes, sin límite de utilización, cuesta 5 euros. Así que por 21 euros se llega a cualquier punto de Bélgica. En cambio, el tren es sensiblemente más caro y el viaje de regreso de Brujas a Ámsterdam, con la huelga ya terminada, salió por casi 45 euros. Y, eso sí, menos de cuatro horas de puerta a puerta.
Como me encanta viajar, no puedo decir que lo haya pasado mal con una experiencia que me ha ayudado a recorrer en tiempo record medio Flandes, hablar con infinidad de gente y, por supuesto, alimentarme como tantos belgas a base de patatas fritas con salsas de lo más originales. He comprobado también que la gente sigue siendo, en general, igual de antipática que la última vez que visité el país. Lo noto más porque soy de un país en el que normalmente nos esforzamos por facilitar las cosas al turista. Y vivo en otro, Argelia, donde los ciudadanos son especialmente acogedores. La gente se esfuerza en Argelia por comunicarse en francés con el extranjero, aunque sólo conozca unas pocas palabras. En la zona flamenca de Bélgica es mejor hablar en inglés que en francés, porque el trato que se recibe como francófono es bastante malo.
martes, 10 de noviembre de 2009
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1 comentario:
Curiosamente leyendo "the Sun" hoy habia una encuesta en la que preguntaban por los paises que mejor y peor caian a los ingleses.
Por una parte, los franceses junto con los belgas quedaban como los menos agradables y menos amistosos de todos
Por otro lado, los mas amigables "friendly" para los anglosajones son los holandeses seguidos de los griegos y de los portugueses.
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