lunes, 29 de septiembre de 2008

El precio del fanatismo

Quiero contar una historia que se remonta al pasado. Yo no estaba en Argel hace veinte años, cuando el Gobierno marxista del FLN se tambaleaba ante las muestras evidentes para la poblacin de ineficacia y de corrupción, mientras surgía como oposición el movimiento islamista. Primero fueron pequeños grupúsculos constituidos alrededor de las mezquitas en las que predicaban los líderes más radicales y que encandilaban a las masas. Luego se agruparon en torno al Frente Islámico de Salvación, FIS, que propugnaba un régimen islámico. Arrasaron en las elecciones municipales y provinciales; posteriormente se presentaron como claros favoritos a las generales, de las que saldría además un nuevo presidente, cargo para el que el FIS presentaba a Abassi Madani. El entonces presidente de Argelia, Chadli Benjedid, parecía ser el único que no se daba cuenta de que su país caminaba hacia el abismo.

Para quienes no conozcan esos años de la historia de Argel, resumir que el FIS ganó de calle la primera vuelta de las elecciones generales y el poder urdió una treta, la dimisión del Presidente, para no celebrar una segunda vuelta que implicaría una mayoría absoluta amplísima del FIS. Los islamistas se echaron a la calle, fueron sofocados violentamente y declarados ilegales, con muchas detenciones. Otros decidieron iniciar la lucha armada, creando diferentes grupos terroristas que demostraron lo cerca que un fanático islamista podía estar de convertirse en una alimaña asesina. Tras varios años de cruenta guerra civil, el Estado acabó venciendo y casi todos los terroristas muertos o detenidos, excepto algunos grupúsculos dedicados al bandillaje que aún continúan protagonizando actos de terrorismo en la región montañosa de la Cabilia. El Estado ha buscado pasar página con leyes de perdón, llamadas de reconciliación nacional, pero no todos han aceptado reintegrarse en la vida civil. Los que persisten, perdidas las referencias de un Estado islámico modélico, de una cierta legitimidad en el pasado por unas elecciones ganadas y una victoria usurpada, sin más razón actual que el fanatismo residual, han buscado nuevas referencias en Bin Laden y constituido lo que se denomina Al Qaeda del Maghreb, que no limita ya su acción a la rendición del Gobierno argelino, sino que busca ser instrumento activo del islamismo internacional. En otro momento contaré cómo creo que esto nos afecta, porque yo quería referirme a otra cosa.

Hacia el año 1989, aunque puedo estar equivocado, el islamismo del FIS adquirió gran presencia en la sociedad. Cada oración de los viernes se convertía en una muestra de fuerza, incluyendo la ocupación de espacios en la vía pública para situarse perfectamente alineados para los rezos. Fueron especialmente los jóvenes los que se dejaron barba, también como muestra de rebeldía ante un régimen político agotado y empezó una fuerte presión sobre las mujeres para ser portadoras del hidjab, identificándolo como una muestra de vida respetable y conforme a los principios del Islam.

Mientras Abassi Madani representaba con su barba blanca la cara amable del islamismo, el número dos, Ali Benhadj, no desaprovechaba ninguna ocasión para ser el látigo de todo lo que se mostraba contrario a sus ideas políticas. Declaraciones suyas incitando a la violencia le supusieron el arresto y la prohibición de hablar en público.

Uno de los momentos cumbres de esta parte de la historia de Argelia se produjo durante la campaña electoral. Los islamistas habían organizado un mitin electoral en el mayor estadio deportivo del país, el del 5 de Julio. Consiguieron un lleno absoluto y un clima de histeria colectiva. Hay gente que durante años ha contado que Allah se les manifestó a los presentes en forma de luz cuando la organización utilizó un láser para realizar imágenes en el aire. Aquel día Ali Benhadj no podía hablar. Sin embargo, en un momento determinado, Benhadj fue llamado al estrado. Era su hijo, de unos nueve años. El niño proclamó enfervorizado un discurso que de haber sido mayor de edad le hubiese llevado sin duda a la cárcel. El documento del discurso aún existe, yo lo escuché hace unos meses y me impresionó. Era la muestra de lo que es capaz de hacer el fanatismo, convertir a su propio hijo en un pequeño fanático. Y la respuesta absolutamente entregada de los miles de personas que llenaban el estadio, muchos de los cuales sin duda habrán muerto durante la guerra civil, provoca un nudo en el estómago.

Cuento esto porque en la prensa de hace un par de meses leí una noticia de actualidad sobre la familia Benhadj. Decía que Ali Benhadj, que ya salió de prisión y vive custodiado, se había trasladado a la Cabilia para poder reconocer entre los cadáveres de los terroristas eliminados por el ejército el cuerpo de su hijo Abdelkahar Benhadj.

Creo que sobran los comentarios ante un monstruo capaz de transmitir sus ideas para convertir a su hijo en un asesino.

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