Hace unos días publiqué un post en el que comentaba cómo son desde mi punto de vista las playas en Argelia y lo que más puede llamar la atención a un extranjero. Al día siguiente recibí una respuesta muy crítica de una persona que se definía como mujer argelina, indignada y ofendida, que mezclaba una crítica a mi escrito con un ataque personal.
Yo supe inmediatamente quién había escrito aquello. Tras un par de insultos anónimos recibidos a primeros de mayo, que posteriormente supe que procedían de una persona a la que le había dado todo y me lo “agradecía” de esa forma, instalé tres sistemas de localización de los accesos al blog. Así supe de dónde procedían los insultos y, como conozco a la persona en concreto, por su uso del castellano deduje de quien se trataba. El comentario coincidió con el momento en el que Google-blogger cedió a las presiones para censurar el blog, de modo que la interesada no pudo acceder a comprobar si su comentario había quedado registrado y me envió un correo personal diciendo que no podía acceder al blog. Yo le contesté incluyendo la respuesta que le acababa de escribir, pero no se dio directamente por aludida.
Cuento todo ahora, cuando ella sabe que no me he enfadado y yo sé que no le molestará que lo cuente, porque no facilito su nombre. No se puede acceder a leer ni lo que ella dejó escrito ni mi respuesta, porque el blog sigue censurado por la presión que ejerció quien se sirvió de su cargo para satisfacer su ego personal en este tema. Tampoco voy a copiar y pegar aquí el intercambio de pareceres con esa mujer argelina; simplemente facilito algunas pequeñas puntualizaciones de carácter general.
Cuando me muestro crítico con aspectos de la vida, costumbres, gentes y lugares de Argelia lo hago con cariño. Es el país en el que libremente vivo. La inmensa mayoría de los argelinos ha nacido en su país y vive en él porque no tiene otra opción. Yo, en cambio, vivo en Argel porque así lo he querido voluntariamente y si un día cambio de opinión puedo hacer la maleta y no volver nunca más. Soy bastante crítico e inconformista, empezando por mí mismo; creo que lo he demostrado sobradamente en el blog. Y si me muestro crítico con situaciones y costumbres que veo en Argelia y no comparto es porque quiero aportar algo más en mi deseo de cambio y evolución.
No me quiero sentir ciudadano de paso en Argelia. El hecho de que viniera a vivir por primera vez el año 1993, cuando muchos de los argelinos que podían permitírselo emprendían el camino contrario al mío, creo que habla por sí solo.
Sé que no existe en la mayoría de los argelinos el espíritu crítico que yo profeso y que si escribiera en francés, idioma en el que muchos podrían leerme, recibiría muchas críticas. Sobre todo por lo que supone de inmiscuirse en su vida y costumbres siendo extranjero, para hacer gala de esa máxima que dice que “las ropas del convento se lavan de puertas para adentro”. Pero yo me siento dentro del convento.
Si no me importaran ni Argelia ni los argelinos, como algunos piensan, no dedicaría tantas horas de mi vida, de mi tiempo de ocio, a escribir este blog. Tengo la suerte de que los amigos que me leen y escriben sí que lo han entendido.
lunes, 8 de septiembre de 2008
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1 comentario:
Holitas... me gustaria tener mas detalles como es la vida de una mujer de otro pais casada con un argelino :)
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