jueves, 25 de septiembre de 2008

Los harkis

Dicen que la sarna con gusto no pica, de modo que en absoluto me quejo de los días tan agotadores que estoy viviendo.

Este miércoles me levanté pronto, desayuné en el hotel de Hamburgo y estuve todo el día fuera. A las seis y cuarto de la tarde me dejaron una horita para darme una ducha y recoger parte de mi equipaje. Luego recorrí la ciudad en autobús y me dejaron en el restaurante Groningen, una antigua cervecera en la que aún se sirve la cerveza a la manera centenaria, agujereando el barril de madera y dejando salir el líquido por una espita. Eso supone que hay que acudir en grupo, acompañado, porque cada barril puede hacer fácilmente sus diez litros de cerveza. También la comida está pensada para ser servida en grupo, cada fuente de madera contiene salchichas de varios tipos, codillo, lacón, chuletas y pastel, todo ello de cerdo, para saciar fácilmente el hambre de diez personas.

La cena acabó tarde. Vamos, que ya era jueves. A ella tuve que sumar las despedidas y agradecimientos, puesto que yo volaba de regreso a Bilbao muy pronto y no nos veríamos más. Luego, la cara de circunstancias de la recepcionista del hotel cuando le dije que me despertara a las tres y media era un poema, convencida además de que me había equivocado, que no sé que en alemán “halb vier” no son las cuatro y media sino las tres y media. Pero, sí, tenía que salir a las cuatro del hotel para llegar a tiempo al aeropuerto. Estos días había hecho buenas migas con la recepcionista de noche, que se reía de mis limitaciones con el alemán y yo de su ligero ceceo en inglés. La primera madrugada acabó viniendo a mi habitación con una caja de cables y enchufes para intentar instalarme una conexión pirata a Internet. Cualquiera que nos hubiera visto a gatas por debajo de los muebles, buscando conexiones y enchufes, habría pensado que hacíamos otra cosa menos confesable. El caso es que me acabó dejando todas las madrugadas usar su ordenador y en la mañana de este jueves se ha portado también muy bien, asegurándose de que me levantaba y llamando a un taxi justo a la hora precisa. Un verdadero encanto.

Mientras recogía a esas horas de la “mañana” las últimas cosas de la habitación encendí la televisión como medio para no quedarme dormido. Y pasé de la CNN a la cadena Cinq, que creo que es suiza. No tengo mucho aprecio por esa emisora, pero la CNN no dejaba de pasar rótulos con titulares que amenazaban con dejarme absorto y no acabar nunca de recoger mis cosas. Además, estando medio dormido el esfuerzo que tengo que hacer para escuchar una emisora en francés es inferior al que requieren las noticias del canal americano.

Para mi sorpresa, el programa de La Cinq versaba sobre Argelia. En concreto, sobre los llamados harkis, los argelinos que durante la época colonial pertenecían a la población autóctona, musulmanes argelinos desprovistos en general de ciudadanía francesa, pero que colaboraron con el Gobierno francés para combatir al Frente de Liberación Nacional. Yo no había nunca hablar de estas personas hasta que fui a vivir a Argelia y, aún así, tampoco se les nombra en exceso. Se sabe que tienen vetado el regreso a Argelia y el acceso a la nacionalidad argelina y que eso incluye a sus descendientes. Y que en Francia casi todos han sido siempre considerados ciudadanos de segunda categoría, que en ocasiones han subsistido en la marginalidad. En el programa de televisión sólo he escuchado dos testimonios y contaban que en aquel momento les pareció estar haciendo lo correcto y que a día de hoy no se sienten orgullosos de esa página de su vida, pero que no la pueden borrar.

Justo antes de apagar el televisor para dejar la habitación hablaban dos pieds noirs, franceses nacidos en Argelia. La mujer contaba que siente Argelia como su tierra, pero que allí la ven como una francesa. Y que en Francia será toda la vida la argelina.

Este último es el sentimiento de muchos españoles, sobre todo de la región de Orán, que nacieron en estas tierras norteafricanas y las tuvieron que abandonar ante el cariz que tomaba su vida tras la independencia del país. Se sienten más argelinos en España y más españoles en Argelia. Es también algo que me han comentado otras personas cuyas vidas están por alguna razón a caballo entre las dos culturas y que de alguna forma nos sucede también a todos los que hemos vivido en Argelia un tiempo suficiente como para amar al país y sus gentes.

No voy a contar cómo transcurre el resto de la jornada, porque no quiero estropear mi reflexión con un aburrido repaso de vuelos, aviones y equipajes. Estoy escribiendo desde un locutorio del barrio musulmán de Bilbao, antes de que cierren para celebrar la comida del Ramadán, a eso de las siete y diez. Un Ramadán que ya entra en su última semana.

1 comentario:

analista dijo...

Soy una chica con una imaginacion desbordante y a veces imagino al Dios Todopoderoso observando a la gente desde el septimo cielo y que se dice: ' Qué idiotas son estos terrestres! yo les he facilitado la vida y ellos se la complican para si mismos!'

Si, José Antonio, es lo que pienso que esta pensando el Todopoderoso!: Nunca entendi por qué no dejaron en paz a los pieds noirs!, por qué no les dejaron quedar en Argelia ya que la querian mucho!? por qué buscar problemas alla donde no los hay!? cual es el mal que hicieron los pieds noirs para ser echados fuera de Argelia!? !!!Bueno! los han echado fuera!!...y los nativos argelinos qué hicieron para construir el pais?!...yo nunca entenderé a esa gente!,que ni siquiera esta conciente de que la permanencia de los pieds noirs en ARgelia hubiera podido dar un nivel de desarrollo al pais mucho mas importante como el actual!

Ness!