lunes, 1 de septiembre de 2008

Limpiadoras

Ya tengo nueva asistenta, empleada de hogar o, como denominamos aquí por el término en francés, femme de ménage. Es la cuarta en menos de un año.

Primero tuve a una que se llamaba Samia y a la que tuve que despedir a finales de noviembre del año pasado porque me robó reiteradamente dinero. Estuve afectado unos días, porque la traición de la gente en la que confío me suele doler. Y eso que en Argel debería empezara a acostumbrarme, habida cuenta de las experiencias vividas en los últimos meses.

Contraté a Anissa, una estudiante de medicina de nacionalidad marroquí. Pronto descubrió que no me gusta encargarme de las tareas domésticas y no estoy encima de su trabajo. Como lo que desea es ser médico cardiólogo y no empleada de hogar, llevó su desidia al extremo de no dedicar más de media hora a la supuesta limpieza de mi casa, limitada a hacerme la cama y planchar, a veces, la ropa.

La tercera fue Farida, una mujer muy trabajadora. Me reclamó quince euros diarios por la limpieza, que como a todas le lleva unas tres horas. Es un sueldo muy por encima de la media argelina. Lo normal es pagar cinco euros por media jornada de trabajo de unas cuatro horas y diez euros por la jornada completa. Yo soy lógicamente conocedor de esos sueldos y también de que de los extranjeros todo el mundo intenta aprovecharse. Por eso, a las dos primeras les he pagado 600 dinares al día, seis euros. Pero con Farida no me quedó más remedio que aceptar sus condiciones.

Hace un par de meses Farida sufrió un accidente y se rompió el brazo. Al recuperarse se ha reintegrado a su puesto de trabajo, pero ha prescindido de seguir limpiando casas. Y me quedé tirado.

He preguntado a mucha gente si conocía a alguien que pudiese venir a limpiar mi casa y sólo Amín, un amigo argelino residente en España, se preocupó de conseguirme a una persona, Nadia. Me cuesta mil dinares, diez euros, que es la tarifa para trabajar toda la jornada, cosa que no hace ni necesito que haga, porque no me gusta que me preparen la comida y prefiero ser yo quien lava y cuelga la ropa. En su segundo día de trabajo, por ejemplo, ha venido a las nueve menos veinticinco y se ha ido a las once y media, dejando cosas sin limpiar porque ya no le daba tiempo.

El primer día vio que yo tengo en mi casa dos fregonas y otros dos mochos de repuesto y me preguntó por el trapo para limpiar el suelo, porque ella no sabe limpiar con esa especie de peluca con palo. Y tuve que salir a comprarle trapos. Este último miércoles estaba decidida a sacudir la alfombra por la ventana y le he mostrado cómo me traje de Bilbao mi aspiradora. Le he preguntado si sabía utilizarla y me ha dicho que sí, que el próximo día sacudirá la alfombra. Tengo la terrible impresión de que va a utilizar la aspiradora como atizador de alfombras.

En mi comunidad de vecinos tenemos a una señora mayor que limpia la escalera cada jueves a cambio de 2.250 dinares al mes, lo que supone 250 dinares para cada uno de los nueve vecinos. A mí me parece muy poco dinero para una persona necesitada y que además tiene que aportar los útiles y productos de limpieza, de modo que todos los meses he procurado pagar algo más al vecino que se encargaba de recoger mi dinero, porque los jueves yo trabajo y no le veía a la buena señora. Pero este pasado de julio estuve de baja laboral y el jueves 31 estaba yo en casa cuando vino a cobrar y pude pagarle directamente. Para mi sorpresa, nunca había recibido mi propina, posiblemente porque el vecino que recaudaba mi aportación entendía que era para él por hacer la gestión del pago de mi deuda. No creo que fuera debido a que la calidad de la limpieza no merece la propina, ya que no he escuchado ninguna crítica de los vecinos y yo no he abierto la boca. Es cierto que no la merece por el trabajo, yo se la doy porque lo necesita para vivir y porque para su orgullo personal es mejor recibir el dinero como premio al trabajo que como limosna. No obstante, he de reconocer que en España no completaría ni su primera jornada de trabajo, porque limpia aceptablemente bien la escalera, pero ni mira hacia las paredes y el techo. He aprendido últimamente que la mejor forma de resultar creíble a los lectores del blog es la prueba fotográfica; así que, para muestra, la foto con las hermosísimas telarañas que luce el rellano de mi piso.

Puedo garantizar que, aunque parezcan alas de cuervos, se trata de enormes telarañas a diferentes alturas. Una pequeñita que ha aparecido en la habitación de invitados de mi casa la enseñaré otro día, si Nadia no la quita antes. Que espero que sí.