lunes, 5 de enero de 2009

Gaza desde Argel

Cuando una amiga del blog me preguntó hace unos días cómo se veía desde Argelia el tema de los bombardeos israelíes de la Franja de Gaza, en Palestina, le contesté de forma general y quedé en escribir sobre ello una vez estuviera ya de vuelta a Argel. Y lo hago ahora.

La reacción que he comprobado no me ha sorprendido, tanto porque conozco ya el país y su mentalidad como porque durante las Navidades no he dejado de leer la prensa argelina.

Entre la población argelina, que en general siente odio hacia casi todo lo que suena a israelí, judío o hebreo, sin distinción, existe un sentimiento de gran solidaridad con los palestinos, que se extiende sin hacer distinción a los milicianos de Hamas. Eso mismo ha ocurrido en anteriores ocasiones y no es descartable que se produzcan agresiones o ataques a intereses norteamericanos y de países que a nivel popular se identifiquen como amigos de Israel. Ya han tenido lugar manifestaciones de estudiantes, las más violentas de los últimos años, porque se han enfrentado abiertamente a la policía, con el apoyo de la población que ve en la actuación policial la mano de un gobierno de Buteflika que prefiere mirar hacia otro lado en Tierra Santa para seguir contando con la amistad de los Estados Unidos.

Muchas veces se funciona en base a bulos, lo que añade un componente de incertidumbre adicional al desarrollo de las protestas. Así por ejemplo, dentro de la comunidad de solidaridad con Gaza que ha tenido más éxito en Facebook se ha extendido durante el domingo la noticia de que dos cadenas de franquicias de productos de consumo muy popular donaban sus beneficios a Israel, llamando así al boicot. Indudablemente, si el bulo afectara a una empresa establecida en Argelia se vería colocada frente a una situación límite. Por eso, creo que existe un riesgo adicional para las empresas que trabajan en Argelia y que tienen intereses económicos en Israel.

Al contrario que la mayoría de los argelinos, yo no siento personalmente ningún aprecio por Hamas, que predica el empleo de medios violentos y cuenta con el apoyo chií para realizar actos terroristas. Entre los líderes llamados “espirituales” existen varios que alientan la comisión de atentados suicidas. En las últimas elecciones palestinas la victoria en las urnas de Hamas fue incontestable, posiblemente porque el otro partido político, Al Fatah, no ha hecho más que situar a su gente en la administración de un supuesto estado, que el gobierno de Tel Aviv no deja que lo sea, para cobrar del Estado y de las ayudas internacionales. Ha sido visto como un movimiento político corrupto que sólo se mantenía en pie por el tirón popular de Arafat. Por su parte, Israel ha jugado a simular la adopción de acuerdos que sistemáticamente ha incumplido para seguir ocupando ilegalmente un territorio que no le corresponde, dejando en evidencia para la mayoría de la población palestina que por la vía pacífica sólo conseguirán que los colones vivan más tranquilos en sus tierras usurpadas. La política israelí de desprecio a la vida de los palestinos me resulta sencillamente vomitiva. Afortunadamente no soy político. Para mí la solución pasa por el abandono por parte de Israel de la totalidad de los territorios ocupados y el desmantelamiento de todos los asentamientos. A partir de ahí, pueden ponerse de acuerdo en permitir que haya palestinos que pasen a trabajar cada día a Israel e israelitas viviendo en Palestina. Y un estatus especial para Jerusalén.

La prensa argelina ha llegado incluso a promover el abandono de la Unión por el Mediterráneo, el foro creado con fondos de la Unión Europea para el desarrollo de nuestros países vecinos, para de esa forma no compartir espacio con Israel. Son, de todas formas, voces con poco eco en el entorno del Presidente, cuya larga experiencia en asuntos internacionales, incluso cuando el país alentaba el terrorismo internacional, ofrece una garantía de mesura y equilibrio.

Lo que yo no sé es de que sirve la mesura y el equilibrio cuando hay quien mata a su vecino porque le resulta molesto.

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