Cuando uno vive fuera de casa y solo, las jornadas resultan interminables. Y si no es capaz de encontrar la calma, la estabilidad, en el ambiente diferente al suyo que se le ofrece, pasamos a un ejercicio de supervivencia difícil de soportar durante mucho tiempo.
Lo que he descrito, fácil de adivinar, refleja mi estado de ánimo habitual en Argel. Intento salir adelante conociendo a gente que me aporte el conocimiento de otro modo de vida, otra manera de actuar diferente de la mía. Generalmente prefiero estar rodeado para ello de personas más jóvenes, que también aceptan adaptarse a circunstancias diferentes, porque no tienen su vida tan establecida como quienes han fundado una familia. La otra forma de cubrir mi tiempo y además sentirme a gusto es recibir visitas. Pero eso, que si estuviera trabajando en Río de Janeiro resultaría francamente sencillo, se torna en casi un imposible cuando el lugar en el que trabajo es Argel.
Estos días estoy de suerte, porque ha venido a verme una amiga, Raquel. Nos conocemos desde hace casi quince años, porque hemos cantado juntos en San Anton Abesbatza. El Magreb no le resulta del todo extraño, después de dos experiencias veraniegas en Tánger, Marruecos, en labores humanitarias. Quizás ha sido eso lo que le ha llevado a creerse de verdad que podía venir a verme sin que le atacara un integrista islámico pro el camino. Lo que ella no se esperaba era que en argel pueda vestir casi como lo haría en Bilbao. Claro que tampoco se esperaba que en Argel lloviera tanto. Y es que, pese a que lo suelo decir continuamente, la gente espera toparse con un clima desértico, no con uno mediterráneo de alta pluviosidad, como es el caso. Y cuando ven las montañas verdes de los alrededores se llevan una verdadera sorpresa. No obstante, en este punto he de advertir que lluvia no es sinónimo de frío, que el clima es benigno en invierno y que en verano hace bastante calor.
Raquel ha venido para pasar diez días conmigo. Sinceramente, encontrar actividades diferentes para diez días en Argel supone todo un reto personal. Cuando la visita te viene para tres o cuatro días resulta fácil organizar una agenda en la que incluir las ruinas de Tipasa, la Casbah de Argel, los edificios franceses del centro, un paseo por la zona comercial, la visita a un barrio típico, el Bastión 23, el Museo del Bardo y la zona del monumento. Le llevas a la visita a los tres o cuatro restaurantes que resultan típicos o muy dignos. Le enseñas dónde comer los mejores helados, dónde comprar joyas de coral, dónde hacen los mejores bocadillos, dónde el mejor té a la menta... Y se acabó. El quinto día es la vuelta a empezar con un programa casi imposible de estirar.
Yo estoy ahora en ésas, en el estiramiento del programa. Y no va del todo mal. Pero lo contaré cuando haya terminado, porque aquí en Argelia las cosas adquieren la capacidad de estropearse por el lado menos previsible.
miércoles, 15 de abril de 2009
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2 comentarios:
Hola Jose Antonio,
yo viajo anualmente a Argelia y suele ser en verano: calor, polvo, humedad....uff¡¡
Este año he viajado por primera vez en Semana Santa y me ha sorprendido, la vision es totalmente diferente, todo tan verde. Y encima nos llovio lo mas grande el viernes santo.
Yo tb lleve a una amiga que quedo encantada. Era la segunda vez que venia y ya no se donde llevarla, cuentame sitios, lugares por donde moverme cuando vuelva.
Besicos, Lucia.
Hola Jose Antonio
Te hago una pregunta para un hombre soltero de argelia es sencillo viajar fuera del pais o necesita un permiso especial?
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