Una de las pequeñas satisfacciones de la vida de expatriado en Argelia es la posibilidad de compartir mesa y mantel entorno a una buena mesa, degustando un buen marisco exquisito, pocas veces al alcance de un españolito medio.
Hace unas semanas me di el gustazo de acudir a mi restaurante favorito, del que ya he escrito en alguna ocasión (ver aquí). Lo hice en muy buena compañía.
El menú incluyó una langosta enorme, que fuimos incapaces de terminar. Lo que sí que hice fue inmortalizar el momento para envidia de mis blogueros.
Y como un plano general impide disfrutar de la contemplación del detalle, amplío la parte más interesante de la foto.
Lo malo llegó con la factura. No tenía previsto tamaño exceso y tampoco soy de los que comprueban todo antes de salir de casa. En esta ocasión me habia acordado de la documentación, pero no de echarme a la cartera dinero suficiente para un ágape de este calado. Y, claro, no me llegó el dinero para pagar la factura.
Tengo que decir que se portaron de manera muy comprensiva, no tuve que pasarme los días siguientes fregando platos y además me ofrecieron dinero para que pudiera hacer frente a cualquier otro gasto.
Fui a pagar unos días más tarde. Y como me encontré con que d enuevo contaban con una marisco estupendo, de nuevo me quedé allí a comer (en este caso a cenar), aunque en esta ocasión sólo. Y me llegó para pagar.
lunes, 8 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Esa langosta
parece ser muy lan y muy gosta
y sentará bien comerla en la costa
dicen que el que la prueba se arregosta.
Por cosas como esta... empiezas a no caerme bien.
Ya puedo ver, compañero,
que la rima la ves fâcil
para hacer mi blog mâs âgil.
Muchas gracias, Seronero.
Yo también te quiero.
Me quitaré el disgusto con unos crepes, un dîa de estos.
Publicar un comentario