Me enseñaron de pequeño en el Colegio que Hernán Cortés, en la conquista del Imperio Azteca, decidió en un momento determinado, cuando ya había tomado tierra, quemar sus naves para evitar someterse a las órdenes del gobernador y cuñado (sus esposas eran hermanas), Diego de Velázquez, que nada tiene que ver con el pintor, que había ordenado el regreso de la expedición a Cuba. De esa forma, Cortés pudo continuar con su ambicioso plan de hacerse con las riquezas del imperio de Moctezuma, que había cometido la torpeza de ofrecerle regalos muy valiosos, despertando así la codicia de los conquistadores españoles. Y me contaron en la escuela que de ese episodio en el desembarco de Veracruz (llamado así porque era la festividad de Viernes Santo) surgió la expresión “quemar sus naves”, para significar la decisión tomada por alguien que rompe con la posibilidad de guardarse las espaldas (otra expresión castellana) para una posible marcha atrás en su decisión.
En Argelia me han contado ya dos veces la historia de que Tarik, el caudillo árabe a las órdenes del famoso moro Muza, que conquistó España el año 711, y que da nombre a la Punta Tarifa, quemó sus naves al llegar a territorio peninsular y que la expresión viene de ahí. No sé si es una leyenda como tantas otras que circulan en Argelia y que atribuyen a Mahoma y a los primeros musulmanes grandes heroicidades. Pero entiendo que mientras a mí me causa risa cuando un periódico como El Moudjahid, el de la propaganda del Gobierno argelino, narra con absoluta seriedad un viaje interestelar de Mahoma, a un musulmán le molestará que en mi opinión sólo pudo hacerlo sirviéndose de sustancias psicotrópicas. Por eso, en lugar de entrar a valorar de quien procedía la idea original de quemar las naves, lo que hice fue investigar un poquito. Primero descubrí que los árabes entraron en España por culpa de los vascos, ya que buena parte de las tropas del rey Rodrigo se hallaban luchando contra los vascos en el norte y llegaron a Andalucía cansadas y mermadas en efectivos. Luego descubrí que lo de Hernán Cortés fue hundir las naves, no quemarlas. Y la verdadera autoría del hecho había que atribuírsela a Alejandro Magno, que mostró a sus hombres que si querían regresar a sus hogares no les quedaba más remedio que hacerse con los barcos del enemigo..
Con esta pequeña lección descubrí que tanto en España como en Argelia tenemos tendencia a considerar en exceso a nuestros héroes. Posiblemente la imagen que se tenga en México de Hernán Cortés no difiera mucho de la que se tiene en España de los conquistadores árabes. Pero no era de eso de lo que quería escribir, sino de que yo he hecho lo mismo que Alejandro Magno y que Hernán Cortés.
Hace un mes y medio me llamó a Argelia la nieta de una vecina de Bilbao para preguntarme si estaría interesado en alquilarle mi piso de Iturrigorri, que permanece desocupado desde que me vine a trabajar a Argel, salvo cuando, como en las pasadas Navidades, he regresado por vacaciones a Bilbao. Le dije que me lo pensaría y que hablaríamos con motivo de mi desplazamiento médico del 9 de febrero. Y ese lunes día 9, a la salida del médico, hablé con mi vecina y le dije que sí, que se lo alquilaba.
Ahora tengo más claro que nunca que no voy a abandonar Argelia porque, entre otras cosas, tampoco tendría adónde ir.
Cuando tenga vacaciones siempre podré alojarme en casa de mis padres y realizar alguna visita por los alrededores. Como esta vez, que estuve en Portugalete y saqué esta fotografía del Puente Colgante, un trasbordador que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
En febrero del año que viene será momento para reflexionar si sigo en Argelia, pero no antes.
martes, 3 de marzo de 2009
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2 comentarios:
Total, para lo que te vas a encontrar en España, pero no vas a estar en Argelia.
Jaime.
Yo creo que en todos los paises tenemos demasiado bien considerados a nuestros héroes, mira a Jaume I, que algunos decían que medía más de dos metros!!
Un beso y ánimo José!
Laia
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