Vivir en una casa de vecinos en Argelia cuenta con varios inconvenientes. Ya lo he explicado en alguna ocasión. La falta de civismo, la insociabilidad, convierten en muchas ocasiones la convivencia en un tormento.
Vivo en una casa de vecinos por dos razones principales: porque el coste mensual es mucho menor que en una vivienda individual, que además estaría situada lejos del centro, y porque puedo contar con unas vistas que de otra forma me estarían vetadas. Claro que la razón principal es la económica.
Lo que peor llevo de todo esto es la falta de higiene. Tengo además la mala suerte de que, viviendo en un octavo piso, los vecinos del ático sean especialmente guarros. Cada vez que pienso en ellos me viene a la memoria el chiste del que le cuenta a su amigo que se ha comprado un cochinillo vivo y que lo tiene criando en su casa.
- ¿Dentro de casa? Pero hombre, que te la va a destrozar.
- No, de mi dormitorio no sale.
- ¿En el dormitorio todo el día? ¿Y por la noche?
- Duerme debajo de mi cama.
- ¡Qué asco! ¿Y el olor?
- Bah, que se jo…
Eso mismo, tener al cerdo de dos patas encima, es lo que me sucede a mí. Sólo que yo no tengo a uno, sino a una familia entera de cinco miembros. Los hijos de esta familia, por ejemplo, son los que dejan todo tipo de restos de comida por la escalera, como he podido comprobar, sin que en su casa les afeen la actitud. Peor aún, desde hace unos días tienen un perro, que creo que ya no está. No lo sacan demasiado a la calle, pero al menos lo han hecho ya tres veces, porque en la escalera han aparecido excrementos en ese número de ocasiones, sin que se dignaran recogerlos.
Tener tan cerca de unos marranos de categoría especial hace muy difícil mantener mi hogar libre de insectos voladores y rastreros (no sigo hablando en sentido figurado de otras gentes de “más arriba”, sino de insectos reales). En verano se hace imprescindible mantener las ventanas abiertas en las horas nocturnas, cuando la temperatura ambiente puede refrescar el apartamento. Pero junto al fresco, y sigo utilizando los términos en su sentido estricto, entran los bichos. Cucaracha que entra, cucaracha que sale patas arriba (es la versión de “con los pies por delante” que se puede aplicar a estos insectos), lo que no quita para que me sigan provocando una repulsión absoluta.
De momento he recibido la visita de tres cucarachas, dos arañas y un buen número de mosquitos. Una de las arañas impresionaba con su tamaño y el grosor de sus patas. Llegué a tomarle una fotografía…
Supongo que, además de los guarros del noveno, la presencia de gaviotas del puerto, que buscan la terraza de mi edificio para descansar, influirá en la aparición de insectos.
martes, 30 de junio de 2009
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6 comentarios:
Jose Antonio, ponte una mosquitera en la ventana, te vendrá muy bien.
Los españoles hemos sido y seguimos siendo algo descuidados en nuestros comportamientos sociales, pero no recuerdo que nadie se cagara en las escaleros de los edificios.
Saludos.
Me veo a semejante criatura cerca de mi y me da un infarto por dios! Con el panico que le tengo a todo bicho vivienteeeeeeee!!!
Por cierto,en mi escalera,han defecado 2 veces,si te sirve de consuelo,se orinan a diario en una maceta,escupitajos,son los buenos dias,y si quieres puedo seguir... Animo,que yo tb lo sufro!
Cristina, de alicante!
Hola José Antonio, cuánto tiempo sin escribir en tu blog, a pesar de que te leo todos los días.
Al tema de hoy de vecinoS ‘extraños’ te contaré la historia ‘difícil de superar’ de unos vecinos míos. En mi edificio como es de nueva construcción todos los vecinos son más o menos de nuestra edad con niños pequeños… vamos que estamos todos en una situación similar, todos excepto un matrimonio mayor.
Al principio, en la primera reunión de vecinos, les llamamos la atención porque a pesar de tener patio interior con tendedero tendían la ropa en la fachada, pero claro esto se quedó en ‘pecata minuta’ cuando unos meses más tarde cada vez que bajábamos al trastero a coger algo, notábamos un olor sospechoso y ruidos extraños. No tardamos en adivinar, aunque no dábamos crédito, que tenían gallinas en el trastero dónde los demás guardamos leche, aceite, algún armario con ropa de otra temporada…
Te puedes imaginar, organizamos otra reunión de vecinos y dijeron que lo sentían que no se volvería a repetir…. pero poco más tarde descubrimos que ellos tenían dos trasteros uno abajo (donde estaban las gallinas) y dónde tenemos todos los vecinos los trasteros y otro en el ático (en el ático sólo hay tres). Bueno a lo que iba, que una mañana nos encontramos al llamar al ascensor dos chicos (no te sé decir la nacionalidad) con dos cepillos de dientes en la mano, que bajaban del ático. Otro día se los encontró otro vecino… hasta que llegamos a la conclusión que alquilaban el trastero del ático (por supuesto pequeño y sin ventana) a dos tíos para dormir y por la mañana les dejaban su baño para asearse.
Te contaría más, como que ahora sube un olor raro cuando sales al balcón y si sacas mucho la cabeza ves que ponen un montón de pescado a secar en el balcón, o que su parcela de garaje siempre está sucia porque tienen huerta y traen un montón de sacos de patatas y mil cosas que van dejando rastro por todas partes….
Como ves, es inexplicable, pero también nos han tocado unos vecinos un poco raros.
Besos, SILVIA
Vaya, me parece que si os mando entonces a mis vecinos a vuestros respetivos domicilios, no se encontarrán demasiado fuera de lugar. Me lo voya pensar.
¿Sabes, Silvia? Creo que voy a contar un día de estos lo que sucedió ayer martes en el trabajo. Es parecido a lo de tus gallinas..., pero en la Embajada.
He de confesar, Cristina, que un pelín de miedo sí que me dió.
arggg! yo veo un araña de esas y ya huebiese abandonado el pais. no puedo con ellas
isa de chez mickey
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