viernes, 2 de octubre de 2009

Justicia

Para casi todos mis vecinos soy “Jose”, con una pronunciación perfecta de la jota. He conseguido no ser el extranjero, el “gueuri” (algo así como el guiri), o el español, sino un vecino con nombre propio, Jose. Es fruto de los ratos en los que he compartido conversación con mis vecinos, hablando de fútbol, de mujeres, de religión, de las leyes de inmigración europeas y de otro sinfín de temas. Con lo mal que me sienta que en el trabajo me llamen por mi apellido, es muy de agradecer la deferencia de mis vecinos.

La gente del centro de Argel es muy particular. Por mi forma de ser, estaba encantado con mi anterior vecindario de Ben Aknoun y los echo mucho de menos. Creo que sería incluso más feliz en el barrio de Bab el Oued, si no fuera por las malas condiciones higiénicas y de calidad de vida del entorno. En cambio, en Argel-centro cada uno va a lo suyo y trata de aprovecharse de los demás. Y existe mayor delincuencia, como ocurre en casi todas las grandes ciudades del mundo.

He contado en alguna ocasión que hay unos jóvenes que supuestamente vigilan los vehículos en mi calle y que funcionan como una mafia. Debo pagar diez euros al mes por tener el derecho a aparcar, si encuentro sitio, o bien olvidarme de ese “abono mensual” y darles un euro cada vez que aparco. Si no pago, mi coche sufre accidentes o la rotura de lunas, cosa que ya me ha pasado. Hay veces que no están ni cuando llego ni cuando me voy, pero en algún momento detectan mi coche y es mejor que cuando les vea les pague las deudas. Y así, hace poco me encontré con dos de ellos en la calle y me reclamaron una deuda acumulada de tres noches, que sin embargo yo ya había pagado a un tercero, no presente. Entonces, se pusieron a hablar entre ellos en árabe y entendí que el susodicho estaba en la cárcel. Pregunté para saber más del asunto, conocer los motivos, saber cómo funciona en la práctica el sistema judicial… en fin, mi lógica curiosidad. Y les sorprendió que yo hubiese comprendido el objeto de su conversación. Al final me contaron que el joven en cuestión se había pelado con otro, con el que ya antes había tenido problemas; sólo que esta vez lo hizo con un cuchillo con la mala suerte de que la puñalada resultó mortal. Me imagino que algo de culpa tendría en el asunto el sistema sanitario, porque he visto atender a heridos en carretera y hacer exactamente lo contrario de lo que indica cualquier manual de primeros auxilios. También me imagino que el asunto no sería reciente, porque las investigaciones judiciales, que se llaman encuestas, por cierto, resultan kafkianas y si estaba ya en a cárcel es que habían completado esa “encuesta”.

El que me contó la historia, que es el primo del agresor y presidiario, me dijo que el asunto era muy grave y que había decidido intervenir y pagar para conseguir la libertad. Y que había tenido que entregarle cinco mil euros al procurador de la República, que es el equivalente del fiscal o abogado del Estado, para que la causa quedara en un accidente con negligencia en la vista que se iba a celebrar tres días más tarde.

A mí me cuesta creer esas cosas. Estoy harto de escuchar historias de compra de visados para España y sé que es mentira, que nadie del Consulado de España se involucra en un asunto de esos. Puedo explicarle a un argelino que ningún empleado público español se arriesga a perder su sueldo por unos pocos miles de euros que le podrían dar a cambio de un visado, si aún tuvieran capacidad de concederlos, que muy pocos la tienen. Pero hay espabilados, argelinos, que hacen de intermediarios con gente que se cree el bulo, le cobran el dinero y le realizan la gestión que cualquiera puede hacer. Y si le dan el visado acaba creyendo que ha sido por enchufe. Por todo esto, tampoco me creo mucho lo de mi vecino el aparcacoches, aunque hay una diferencia abismal: en el Consulado de España no existe corrupción y en la judicatura sí.

Al cabo de tres noches me encontré con el ex presidiario en la calle. Estaba absolutamente demacrado, con el pelo cortado muy corto y una considerable pérdida de peso.

Las conclusiones sobre el funcionamiento de la justicia se las dejo a los lectores; yo me limito a una un poco más jocosa: si quiero adelgazar no tengo más que comprarme un cuchillo y utilizarlo, pero la cura de adelgazamiento sale por cinco mil euros.

1 comentario:

Farid dijo...

con mucho que esten cortadas las flores nunca será motivo para detenir la primavera, con esto quiero decir que la verdad siempre sale a luz aunque no hay justicia.