martes, 13 de octubre de 2009

La camisa del hombre feliz

He contado estos días pasados que me encontraba feliz, contento. Y no se debe a que me haya tocado dinero en la lotería, a que sea rico, que disponga de una gran mansión en Argel, que tenga personal de servicio todos los días de la semana, que ahora cuente con un coche último modelo y con aire acondicionado, un contrato laboral que me permita viajar contiuamente a España, que no tenga una hipoteca que pagar... Nada de eso se cumple. Pero no por eso dejo de sentirme feliz.

Me he descubierto a mí mismo cantando y silbando en el trabajo, cosa que hace años que no hacía. Quienes conocen de primera mano cuál ha sido mi situación laboral y quiénes han pretendido en su momento echarme a los leones y dejar caer sobre mí su frustración perosnal, simplemente pr intentar hacer el bien, lo entenderán. Para el resto, supongo que basta con lo que ya he contado, con saber que mi estado de ánimo está mejor y supongo que puede ser síntoma de curación.

Contaba en el muro de Facebook de un amigo que la felicidad no está en las cosas materiales, que le recordaba el cuento de la camisa del hombre feliz, que casi todos hemos leído de pequeños en los lbros de texto. Y me han pedido que lo cuente.

Estas cosas tienen derecho de autor. Y se trata de nada menos que de León Tolstoi. No podía permitirme el destrozar una historia de Tolstoi y hacerlo además sin nombrar la fuente. Así que me he ido a su texto, para copiarlo literalmente, en su versión castellana.

Dice así:

En las lejanas tierras del norte, hace mucho tiempo, vivió un zar que enfermó gravemente. Reunió a los mejores médicos de todo el imperio, que le aplicaron todos los remedios que conocían y otros nuevos que inventaron sobre la marcha, pero lejos de mejorar, el estado del zar parecía cada vez peor.

Le hicieron tomar baños calientes y fríos, ingirió jarabes de eucalipto, menta y plantas exóticas traídas en caravanas de lejanos países. Le aplicaron ungüentos y bálsamos con los ingredientes más insólitos, pero la salud del zar no mejoraba. Tan desesperado estaba el hombre que prometió la mitad de lo que poseía a quien fuera capaz de curarle.

El anuncio se propagó rápidamente, pues las pertenencias del gobernante eran cuantiosas, y llegaron médicos, magos y curanderos de todas partes del globo para intentar devolver la salud al zar. Sin embargo fue un trovador quien pronunció:
—Yo sé el remedio: la única medicina para vuestros males, Señor. Sólo hay que buscar a un hombre feliz: vestir su camisa es la cura a vuestra enfermedad.

Partieron emisarios del zar hacia todos los confines de la Tierra, pero encontrar a un hombre feliz no era tarea fácil: aquel que tenía salud echaba en falta el dinero, quien lo poseía, carecía de amor. Y quien lo tenía se quejaba de los hijos.

Pero una tarde, los soldados del zar pasaron junto a una pequeña choza en la que un hombre descansaba sentado junto a la lumbre de la chimenea:

—¡Qué bella es la vida!, Con el trabajo realizado, una salud de hierro y afectuosos amigos y familiares, ¿qué más podría pedir?

Al enterarse en palacio de que por fin habían encontrado un hombre feliz, se extendió la alegría. El hijo mayor del zar ordenó inmediatamente:

—Traed prestamente la camisa de ese hombre. ¡Ofrecedle a cambio lo que pida!

En medio de una gran algarabía, comenzaron los preparativos para celebrar la inminente recuperación del gobernante.

Grande era la impaciencia de la gente por ver volver a los emisarios con la camisa que curaría a su gobernante, pero cuando por fin llegaron, traían las manos vacías:

— ¿Dónde está la camisa del hombre feliz? ¡Es necesario que la vista mi padre!

— Señor —contestaron apenados los mensajeros—, el hombre feliz no tiene camisa.

No creo que llegue al nivel del hombre feliz, porque la menos camisa sí que tengo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me alegro de que estes bien y te dejo dos frases celebres de la felicidad (no puedo escribir con acentos ,mi keyboard es ingles),.
la verdad que para mi sentirme feliz es una de las mejores sensaciones y muchas veces en la vida nosotros mismos ponemos barreras para no serlo.

La felicidad no depende de lo que nos falta, sino del esmerado cultivo y buena administración de lo que tenemos. La felicidad se hace, no se halla. Brota del interior, no viene de fuera.
E. J. Hardy


Qué cosa tan extraña es la felicidad! Nadie sabe por dónde ni cómo ni cuándo llega, y llega por caminos invisibles, a veces cuando ya no se le aguarda.

Iman dijo...

Tengo otra:
"El quien eres, donde estas y como, no te hace feliz o infeliz. Lo que cuenta es lo que piensas de ello".

Miquel dijo...

Muy buena cita.

Espero que tu "bien-etre" se prolongue cuanto más en el tiempo mejor.

Para mí, la felicidad ha sido pasar 4 dias estupendos con mi familia y la princesita Laia. Es la primera vez que saliamos de viaje con ella y ha sido agotador. Pero ciertamente, ha sido magnifico ver como un bebé descubre el British Museum, y el NAtural History Museum.

Un saludo desde Mallorca.

Miquel

Farid dijo...

Te noté mucho mejor en el último encuentro, transmetías alegría, felicidad y ganas de seguir adelante .

La camisa del hombre feliz, me recuerda mi epoca de estudiante; estudiaba duro durante cada cutremestre ( empollón digamaos ) y cuando me siento a tope, me voy de compras y lo primero que compraba era una camisa, hasta que me dí cuenta que tenía una relación de amor con las camisas y que al comprar una se me quitaba el cansancio de un cuatremestre duro, parece mentira pero es la verdad .....