sábado, 31 de octubre de 2009

Escribanos

Durante una temporada de mi vida trabajé en la ciudad argelina de Skikda, en un proyecto relacionado con la terminal de gas GNL (o LNG en inglés). Yo llevaba el departamento administrativo y financiero de mi empresa, que si en una obra ya da de por sí mucho trabajo, cuando se trata de actuar como una filial supone un trabajo ímprobo si no cuentas con ayuda. En mi caso éramos dos expatriados, con la ayuda de una única persona local.

Una de las cosas más complicadas era la contratación de personal. Llegaba un encargado, o el jefe de obra, diciendo que necesitaba para el día siguiente tres obreros, dos soldadores y un gruísta y a ver quién era el guapo que conseguía contratar a esa gente de un día para el otro en un país en el que la gente no tenía teléfono en casa. La única solución era contar con una buena base de demandantes de empleo y tener a algunos de ellos localizados. Nunca pensé que el efecto boca-oído fuera tan real en Argelia, pero fue hablar de contratar personal, sin poner ningún anuncio ni nada y empezar a recibir cartas por centenares cada día.

De entre esa infinidad de solicitudes de empleo, muchas eran de aspirantes a ser obrero no especializado. Eran cartas con muchas faltas de ortografía y algunas muy llamativas, del tipo de las que ponen a veces los que piden dinero por la calle, que piensa uno que lo hacen adrede para reforzar la idea de ser una persona sin recursos, ni siquiera literarios. Así, por ejemplo, soltero no era célibataire, sino “silibatair”. Llamaba también la atención que la redacción fuera la misma, como si existiera ya un manual del aspirante a obrero del que copiar el texto de la solicitud. A fuerza de abrir cartas y clasificarlas, pronto me di cuenta de que también la letra coincidía en las cartas que contenían idéntica redacción y ortografía. Y es que había gente que vivía de rellenar solicitudes de empleo en francés para gente que no conocía el idioma.

La existencia de la profesión de escribano no me extrañó. Antes había vivido en Annaba y en la calle de al lado de la de los zapateros remendones que contaba hace unos días se colocaban esos escribanos, gente que sabía escribir en francés y en árabe y que se ganaba la vida haciendo escritos para ciudadanos menos letrados. En muchas administraciones públicas exigían, además, presentar siempre una “demanda manuscrita”, que era una forma de dar trabajo a esa gente frente a las fotocopiadoras, las impresoras y los ordenadores. Lo mejor, es todas formas, era acudir al Ayuntamiento al servicio de legalizaciones, que en Argelia es gratuita, frente al negocio de la administración pública española, que te cobra por un servicio destinado a entregar el documento legalizado a la misma administración pública. Allí había gente que se presentaba con su partida de nacimiento, o su carnet de conducir… y una hoja de bloc en la que habían copiado a mano los datos de ese documento, para que les legalizaran la copia. Es verdad que encontrar una fotocopiadora resultaba difícil, pero nunca antes había pensado que una cosa así se podía hacer.

2 comentarios:

Farid dijo...

Entre las soluciones para que, el mercado laboral Argelino salga de su agobio es estratificar en serio las solicitudes de trabajo entrantes por méritos adqueridos y no por enchufes y conocidos; asi se asignan las plazas vacantes en los países desarrollados según el dicho : La persona adecuada en el sitio adecuado .

Anónimo dijo...

si España lo consideramos pais desarrollado, que creo que sí, no siempre se consiguen los trabajos por méritos. Enchufes haberlos haílos aquí y allí. Y respecto a que la legalización es gratuíta, en teoría, yo donde mas dinares he soltado ha sido en una mañana en la mairie de Oran para legalizar una miserable fotocopia.Saludos y buen blog