martes, 14 de julio de 2009

Verborreico

La creación literaria, al menos en lo que a mi respecta, responde a una pautas de comportamiento muy extrañas. Y funciona “a tirones”. Me he pasado meses sin casi escribir, en los que me costaba completar unas pocas líneas. Este blog me ha hecho pasar por malos momentos en los que lo odiaba como se odia a ese despertador que cada día suena a las siete de la mañana (para algunos, antes) para recordarte que toca levantarse e ir a trabajar. Ahí estaba esperando mi comentario, que unas veces salía con fórceps y otras directamente no salía.

Ahora he recuperado paulatinamente las ganas de escribir, de compartir mis vivencias. Y el problema que se me plantea es el contrario; de exceso de locuacidad, por llamarlo de alguna manera. En la última semana he acumulado más de unas docena de comentarios que no he publicado, sino que he dejado en modo futuro, para una aparición programada en una fecha posterior. No es fácil, porque escribo sobre lo que veo, lo que siento, lo que vivo en Argel. Que dentro de un mes mantengan mis escritos su frescura no es siempre tan evidente.

Así, me ha sucedido que para este 14 de julio se me habían acumulado los temas iniciados, que he acabado borrando. Había escrito cómo se celebra el 220 aniversario de la Revolución Francesa, que es por lo tanto la fiesta nacional francesa, todo un acontecimiento. Para muchos argelinos el estar invitado este día a la Embajada de Francia es símbolo de distinción, de ser alguien importante.

Hago un inciso. Espero que nadie haya leído mi “220 aniversario” como “doscientos veinteavo”, sino “bicentésimo vigésimo” o “el doscientos veinte”. No pretendo resultar pedante, pero nunca es malo aprovechar la ocasión para mejorar el conocimiento del castellano y saber diferenciar los números cardinales de los fraccionarios.

Había escrito unas líneas sobre la visita a Argel de Raúl Castro y los atascos en los que los camaradas de segunda división, igualmente vendidos al consumismo occidental y al modo de vida americano de desplazarse, en coche como él, sólo que sin formar parte de su delegación oficial, nos hemos visto envueltos.

Había dedicado unas líneas a dos amigos, Jon e Itziar, que se casaron tal día como hoy de hace dos años, Faltar a aquella boda es una de las penas que uno guardará para siempre en su corazón. Por eso no me había extendido demasiado y al final he aprovechado la oportunidad de dejar un comentario en el blog personal de Jon y eliminar mi comentario inconcluso en este otro.

Y lo último que había escrito era sobre el tiempo. Ayer huracán, luego siroco y calor achicharrante. Hoy calor habitual, mediodía gris, tarde con tormenta de verano y una noche mucho más llevadera que las anteriores.

Al final me ha sobrado todo. Necesitaba escribir, pasar horas ante el ordenador; pero no publicarlo. Me tengo que mostrar comedido por miedo a agotar a los amigos con mis correos, aunque sólo las amistades por interés salen corriendo con cualquier excusa. Y lo mismo ocurre con los post que cuelgo en el blog. Además, que tenga ganas de escribir no quiere decir que esté bien, ni mucho menos. No estaría en un cibercafé a estas horas de la noche de estar bien. Al contrario, es sinónimo de que busco una espita, una válvula de escape, hasta que inventen el Fortasec literario.

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