En mi barrio hay un grupo de gente joven de esa que toda la vida se ha denominado como de “sin oficio ni beneficio” que pasa la mayoría del tiempo en la calle. Hay una camaradería más o menos buena entre ellos, incluidos los que cobran por aparcar el coche.
Soy noctámbulo y callejero, lo que implica que mis paseos nocturnos por Argel se alarguen hasta bastante más allá de la medianoche, en horas a las que para la mayoría de la gente la oscuridad y el silencio imponen respeto. Sólo una vez he pasado verdadero miedo y fue en una zona denominado Les Annasseurs, no muy lejos del monumento a los mártires.
En el mes de Ramadán las gentes cambian sus horarios, pero yo no, así que coincidimos mucho más. Me gusta resultar sociable con mis vecinos y me paro a ver cómo juegan al dominó o al futbolín, o discuto con ellos de algún tema. Esto último les encanta, porque saben que siempre encuentro una explicación para dar la vuelta al argumento que creen irrebatible. La última fue su afirmación de que estando en Argelia debería hacer el Ramadán. Yo les expliqué que lo más bonito que tiene Argelia es la diversidad y que ellos son mejores musulmanes dentro de un país diverso, como tienen más mérito los argelinos que siguen los preceptos del Islam cuando viven en Francia. Respecto a eso de que yo no debería comer, les expresé que valoro el valor religioso del ayuno, que implica un período de purificación para un musulmán. Pero yo no soy musulmán y para mí simplemente sería no comer para luego disfrutar de un banquete a las siete de la tarde, convirtiendo un hecho de valor religioso en una comedia. Cuando empezaban a ponderar mi explicación, les puse el ejemplo de que yo me fuera a la mezquita para hacer como que rezo, pero en falso. Sería una burla exactamente igual que la de mi ayuno ficticio. Por eso, lo más correcto desde el punto de vista religioso es que yo coma de manera manifiesta, para que a nadie le quede duda respecto a mi condición de no musulmán y al mayor valor del sacrificio de los musulmanes que me rodean.
Me divierte mantener este tipo de conversaciones, que en la realidad resultan farragosas, por la barrera del lenguaje. Su lengua es el árabe dialectal y con una riqueza verbal limitada. Algunos se desenvuelven en francés, pero tampoco se les puede sacar de un vocabulario básico. Así, diciéndoles que yo voy cada domingo a misa, no entendían el término “église”, ni “kanisha” y tuve que decir “mosqué roumi”, la mezquita católica.
La primera noche tras el final del mes de Ramadán salí como de costumbre por la noche a la calle y allí ya no había nadie. Las tiendas cerradas, los futbolines y los juegos de dominó desaparecidos, el control de policía de la Place Audin esperando a los pocos coches que a esas horas bajan por Didouche Mourad, sólo una docena de varones caminando, o sujetando aún las paredes, en toda la calle. Las noches de Argel son muy tristes durante once meses al año.
martes, 22 de septiembre de 2009
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1 comentario:
tio se nota eres diplomatico, yo soy mas de numero, y encima valenciano, mas chispa osea que los envio mas alla de la zona eucalyptus y punto.
observo que ya estas mejor del pie,
me han dicho desde alicante que ya tienes jefe nuevo, me dicen que pase a saludarlo, asi que te aviso de cuando ire.
saldos, antonio
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