La brujer�a y la supercher�a est�n muy presentes en la vida argelina.
Casi todos los bulos y creencias, lo que podr�amos llamar supercher�as, est�n muy ligadas a las creencias religiosas, que se apoyan en lo que supuestamente dice el Cor�n sobre infinidad de detalles. En realidad son fruto del desconocimiento, de la ignorancia. De nada sirve presentarse con un ejemplar del Cor�n delante de quien mantiene una afirmaci�n rid�cula para que encuentre en qu� sura de su libro sagrado se halla lo que dice, porque frente a la evidencia de que es una simple invenci�n interpondr� la excusa de no encontrarlo. Esta ignorancia y la persistencia de supersticiones apoyadas en falsas creencias hacen da�o al hecho religioso frente a quienes enarbolan la bandera del ate�smo, que se escudan en estas ingenuidades para meter en el mismo saco cualquier explicaci�n de car�cter religioso y catalogarla como fruto de la ignorancia. Y precisamente la superstici�n es por definici�n contraria a la religi�n.
Explicaciones sobre un �nico y desconocido trozo del cerdo que en realidad no se puede comer, el �nico pelo que no se puede cortar, la separaci�n del mar entre aguas dulces y saladas, los tres d�as de ayuno extra por cada uno que no se cumple el Ramad�n y muchos m�s que prefiero no enumerar para no molestar a nadie, son muchas veces motivo de hilaridad en las reuniones de expatriados, pero quien las cuenta est� convencido de que realmente son verdades de su fe, tanto como el que se inmola en un atentado terrorista en el convencimiento de que en el para�so tendr� setenta v�rgenes esper�ndole.
La brujer�a, formalmente condenada por el Islam, existe en Argelia. Muchos argelinos creen en ella, aunque cuando acuden a una bruja suelen decir que lo hacen por diversi�n o mera curiosidad. En los mercados hay mujeres que venden mezclas de plantas y minerales, generalmente ricos en cuarzo, que supuestamente sirven para seducir a un amante, para la fertilidad, para ahuyentar el mal de ojo, para conseguir el regreso de alguien o para evitar enfermedades. Suelen ser mujeres mayores que viven de la brujer�a y que son aceptadas por la sociedad, aunque generalmente subsisten con escasos medios econ�micos. Mi duda ha estado siempre en saber si ellas se consideran a si mismas brujas o aprovechadas de los incautos y, por lo que he visto, muchas est�n realmente convencidas del poder m�gico de aquello que venden y de sus poderes sobrenaturales.
La brujer�a es en Argelia mucho m�s un tema de mujeres que de hombres. Son mayoritariamente ellas quienes recurren a los servicios de una bruja. Los hombres, especialmente en el desierto, son m�s partidarios, en todo caso, de la pseudo-medicina tradicional, que incluye ra�ces y plantas que supuestamente incrementan la potencia sexual y la satisfacci�n en la erecci�n. Fuera de ello, s�lo suelen recurrir a brujos para solventar problemas con su ganado.
En Argelia circulan muchas leyendas e historias de brujer�a, pero yo tengo especial debilidad por una de una casa encantada. Creo que es la historia m�s conocida de los argelinos y que no revelo nada al contarla.
Se trata de un palacete que est� al borde del mar en Bologhine, lo que en la �poca francesa se llamaba Saint Eug�ne, que es el barrio que se extiende desde las faldas de la bas�lica de Nuestra Se�ora de �frica. El tal palacio est� en ruinas y se cuenta que en �l mora un fantasma, atrapado en el tiempo. Ha habido alg�n intento de rehabilitar el edificio que no se ha podido llevar a cabo precisamente por al presencia del fantasma. Los grupos de adolescentes suelen acudir a probar su valor por la noche y se cuenta que en ocasiones salen despavoridos ante los ruidos, e incluso la visi�n, del fantasma.
Para quien quiera conocer mi opini�n, yo no soy nada supersticioso ni creo en brujer�as. Me da igual cruzarme con un gato negro o blanco, montar en un avi�n en el asiento n�mero trece o mirarme en un espejo que est� roto. Si me topo con una vidente que me dice que voy a ganar la loter�a jugando un n�mero acabado en 65 y poco despu�s me encuentro a un vendedor de loter�a que dispone de esa terminaci�n, yo no la comprar�a. S� que la mayor�a de los que no se consideran supersticiosos s� lo har�a, ?por si las moscas?, pero es que yo, insisto, no soy NADA supersticioso. No obstante, creo que no ir�a a pasar la noche a la casa encantada, est� en una zona poco habitada y me parece una imprudencia y arriesgarse a ser v�ctima de un robo o una agresi�n.
jueves, 10 de julio de 2008
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