Uno de los placeres veraniegos de Argel son los helados. Yo creo que cuando mi madre vino, junto a mi padre, a pasar unos d�as conmigo en Argel, el mejor recuerdo que se llev� fue el de los helados, que pod�a consumir a todas horas y sin que se resintiera su bolsillo. Los resentimientos, claro, quedaron primero para su peso y luego para su conciencia, por tener que someterse a dieta.
En los �ltimos diez a�os ha mejorado mucho la calidad de los helados envasados que se venden en Argelia. Empezaron los de Prima, con un helado con sabor a avellanas y envoltorio de chocolate que poco ten�a que envidiar al Magno europeo, que en Argel no se comercializa. Luego llegaron los competidores, De todos los que se venden en la actualidad mi preferido es uno llamado de tres chocolates, cuyo interior es de chocolate blanco y con leche, envuelto en una capa de chocolate negro. Lo dicho, delicioso, por un precio de treinta dinares, que son unos treinta c�ntimos de euro.
Los llamados helados italianos eran muy populares hasta la llegada de esos helados industriales comercializados con la m�xima higiene. Siguen vendi�ndose, pero a mi, personalmente, las dudas sobre las medidas sanitarias me retraen a consumirlos. Existen, sin embargo, lugares que ofrecen mayor confianza. El m�s popular es Staoueli, de camino entre Argel y Tipaza, donde existen muchas terrazas donde las familias enteras acuden a tomarse una copa de helado con varias frutas y chantilly. Y el local favorito de casi todos los argelinos es La Dolce Cabanna. Se trata de una helader�a situada en la calle V�ctor Hugo, una perpendicular a Didouche Mourad, con los mejores helados que se haya probado en la vida. A mi me encanta el de pera, pero hay partidarios del de regaliz, fresa, caf�, kivi, almendra, cereza, pl�tano, mandarina, naranja sanguina, pistacho y un mont�n m�s. En general yo soy partidario en casi todas las helader�as del de lim�n, pero es que como el helado de pera de La Dolce Cabanna he probado muy pocas cosas.
Uno de los defectos de esta helader�a son sus horarios. Funciona todo el a�o, pero con un horario tan cambiante que uno no sabe nunca si va a encontr�rsela abierta o cerrada. Tienen colocados los horarios en la puerta, pero son tan enrevesados que aprend�rselos de memoria no resulta f�cil. El otro defecto era hasta ahora la estrechez de la entrada, con un peque�o sal�n para consumir copas de helado en un primer piso al que se acced�a por una estrecha escalera de madera. Pero es un problema que se acaba de solventar.
El otro d�a fui a comerme mi helado de pera y me encontr� con que ya no vend�an helados. Como yo, otro mont�n de clientes se llevaron la misma sorpresa. Seg�n me explicaron, hace unos d�as, a primeros de julio, han abierto un nuevo local y La Dolce Cabanna ya s�lo es un lugar donde poder comprar los envases de un kilo para consumir en casa. Ahora la helader�a nueva se encuentra bastante m�s arriba de la misma Didouche Mourad, justo encima de la catedral del Sagrado Coraz�n. Se llama Les Coquelicots, que en castellano significa las amapolas. En una sala mucho m�s grande, a pie de calle, existe un nuevo espacio con mesas para consumir copas de helado y un mostrador donde solicitar los cucuruchos con bolas de helado para llevar y consumir en plena calle. No s� si la mudanza tiene algo que ver con el cambio de domicilio de Marta, porque la helader�a le persigue. Se lo tengo que preguntar y hacerle confesar cu�ntas veces ha comido ya helados de La Dolce Cabanna.
En el nuevo local he visto dos cosas que no me han gustado. La primera es el precio. El �xito se les ha subido a la cabeza y pretenden que tambi�n se suba al bolsillo del cliente. Cada bola de helado para llevar cuesta ahora 40 dinares, de modo que un helado de tres bolas sale por 120 dinares, que es aproximadamente el doble de lo que cuesta en cualquier otro lugar. Evidentemente, tampoco es posible tomarse una copa ?La Bella Elena? con ese rico helado de pera por 150 a 200 dinares, un precio com�n en muchas helader�as. El segundo aspecto que no me ha gustado es el sistema de cobro tercermundista. Hay que acudir primero a una caja e indicar cuantas bolas de helado se desea, sin ni siquiera saber si el helado que se quiere estar� lo suficientemente fr�o o si finalmente apetecer� tomarse una bola m�s o menos. El empleado cobra la cantidad correspondiente y en un papelito escribe a mano lo que se ha pedido; esto es, �l escribe una bola de helado, dos, tres,? y el precio. El proceso lleva su tiempo, porque tiene que rellenar un papel con cada cliente. No se les ha ocurrido utilizar tickets de caja, vales previamente impresos, o simplemente tenerlos ya escritos a mano antes de que llegue el cliente. Son esas cosas que nunca cambian en Argelia, por muy ricos que sean los helados.
lunes, 7 de julio de 2008
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