viernes, 17 de octubre de 2008

Amazing

A primeros de octubre he estado en los Estados Unidos de América. Mi estancia se ha limitado a los estados de Nueva York y Massachussets. No puedo decir que con eso conozca suficientemente el país ni sus gentes, pero si me ha servido para percibir un mundo diferente y llevarme algunas sorpresas, que quiero comentar.

La primera sorpresa es por la ingenuidad del sistema. Para entrar en el país hay que rellenar un impreso declarando los instintos criminales, el estado de salud y la voluntad de quebrantar la ley. Y la simple respuesta escrita de ser chico bueno resulta suficiente, como si quien no cumpliera las condiciones fuera a autoinculparse de su voluntad delictiva. En los grandes almacenes el grado de control de las mercancías es ridículo. Podría pensarse que se debe a que no se producen hurtos, pero sin embargo se dan más que aquí. En los transportes públicos no existe control de que los pasajeros viajan con billete y resulta sencillo evitar el pago. De hecho, yo viajé en tren y en barco gratis, pese a haber señalado al montar que deseaba pagar mi billete. Supongo que esperan que sea el viajero el que luego vaya a la búsqueda del revisor para que le cobre. Son sólo tres ejemplos, pero la vida ordinaria está llena de situaciones en las que sorprende esta mentalidad de falta de picaresca, tan opuesta a la forma de ser mediterránea.

Todo ello contrasta de alguna forma con la paranoia de la seguridad antiterrorista. La presencia policial es muy llamativa, aunque para alguien, como yo, procedente de Argelia, resulta incluso escasa. Además, no actúan con la chulería y prepotencia de la que se hace gala en los controles de carretera argelinos. Al contrario, la policía se muestra siempre dispuesta a sacarse fotos con el extranjero.

La segunda sorpresa viene por el mal estado de las infraestructuras. Hay muy buenas redes de carreteras y ferrocarriles; los puentes y túneles son verdaderas obras maestras de la ingeniería. Pero el grado de mantenimiento, de limpieza y conservación, no está muy alejado de lo que se ve en Argelia. Los barrenderos sí que barren (en Argel empujan la suciedad unos metros con la escoba y acaban recogiendo una simple palada de basura), pero son muy pocos. Los arreglos son simples parches. Contra lo que me esperaba, no hay mucha diferencia entre una acera de Didouche Mourad y otra del barrio neoyorkino de Brooklin, a años luz de lo que se ve en Alemania, en Suiza o en Escandinavia. Supongo que es un dato más en el debe del presidente Bush, que hace soportar a los caudales públicos un gasto militar asfixiante para su paranoica búsqueda de armas de destrucción masiva en Irak, mientras escasean los recursos para gastos corrientes.

Y la tercera sorpresa es la de los excesos del consumismo. La mayoría de los vehículos es de tipo berlina o todo terreno, con gran poder contaminante. Toda la comida se adquiere envasada y los contenedores de basura están llenos de latas y bolsas, mientras que los contenedores de recogida selectiva son muy escasos y con poco éxito. Los periódicos tienen muchas páginas innecesarias y son baratos, unos 75 centavos un ejemplar de unas cien páginas, que acaba en cualquier papelera. Es un sistema que desde mi óptica europea resulta ecológicamente insostenible.

Crecer contaminando nos parece mal a todos. El problema es encontrar la fórmula para obligar a que no se haga. Los acuerdos del protocolo de Kyoto son de compromiso voluntario, nadie está obligado a suscribirlos ni recibe ningún tipo de sanción por no hacerlo. Ya vemos en Argelia como las empresas más contaminantes campean a sus anchas sin ningún respeto al medio ambiente. En Estados Unidos ocurre otro tanto. Como simple ejemplo, el precio de menos de 70 céntimos de euro el litro de gasolina, que ahora mismo les parece carísimo a los norteamericanos, no supone ningún incentivo para buscar fuentes alternativas de energía.

Así, con esas tres pinceladas de los tres primeros detalles que me asombraron, creo que puedo resumir la impresión recibida en Estados Unidos por un español con ojos de argelino.

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