Lo he comentado alguna vez con otros expatriados y hay un efecto que podríamos denominar de choque cultural cuando se regresa a Europa después de pasar una temporada en Argelia.
Es habitual que después de pasar una temporada fuera se sorprenda uno al ver un vehículo con matrícula española y piense “éste, ¿qué hace aquí?”, para darse inmediatamente cuenta de que el que se está reubicando no es precisamente el dueño del vehículo. Pero con Argelia ocurre que muchas cosas cotidianas llaman la atención y chocan, por resultarnos inhabituales. Y las más llamativas son las relativas a los usos y costumbres y a la forma de vestir. Alguna vez se me ha escapado el gesto de llevarme la mano al hecho después de dársela a alguien. Y cuando me he sentido muy ridículo y pretendido disimularlo de mala manera, rascándome o haciendo lo que en ese momento me ha parecido que mejor lo podía disimular, cosa que nunca se consigue.
Cuando se vuelve en verano y se ve a las chicas vistiendo minifaldas o pantalones cortos, luciendo escote o enseñando el ombligo, a un servidor y a muchos otros se nos van los ojos detrás durante unos días. La reacción inicial es de sorpresa, como cualquier otra persona se llevaría si ve a alguien caminando en ropa interior.
Afortunadamente, enseguida se reasimila que vestir de esa forma es normal, que lo anormal es que en Argelia sea la obsesión enfermiza de unos pocos la que restrinja a la mayoría de las mujeres su derecho a sentirse bellas y a gusto consigo mismas.
No estoy defendiendo el derecho absoluto y sin límites a vestir o no vestir libremente. Entrar en bikini en una mezquita es sin duda una falta de respeto y existen unas pautas que marcan los usos y la cultura sobre la forma de vestir. Estuve unos días en Hamburgo y tomé algunas fotografías para explicar que no estoy defendiendo una superioridad absoluta de las normas de un determinado lugar.
En un barrio de Hamburgo denominado San Pauli existen a la entrada carteles como el de la fotografía: En ella se indica la prohibición de portar armas blancas, punzantes o de fuego, o hacer uso de spray inmovilizante, el llamado antiviolación. No dudo de que esas prohibiciones sean correctas, sino de todo lo que hay detrás para que una señal de ese tipo tenga que ser colocada en la vía pública. Se trata, por cierto, de una zona muy concurrida, con infinidad de restaurantes de comida rápida de los que gustan especialmente a niños y jóvenes, junto a bastantes sex-shops que muestran su mercancía en el escaparate y bastantes prostitutas por la calle ofreciendo sus servicios. Se pretende disimular el ambiente sórdido de la actividad dándole un aire de normalidad, peor el propio cartel deja a las claras que eso no es normal.
La segunda fotografía es más simpática. Se trata de la publicidad realizada en una feria de muestras por una empresa que se sirve del body painting, del reclamo de la publicidad sobre cuerpos desnudos. Hay que reconocer que el trabajo estaba muy bien hecho y que las dos chicas podían sentirse realmente vestidas de pintura. No tuvieron ningún reparo en posar para que les sacara esta foto. El brillo en la cabeza corresponde al flash de la cámara de otra persona que aprovechó la ocasión para inmortalizar la escena. Mientras tomaba la fotografía me sonreía pensando en lo irrealizable que esto sería en la Feria Internacional de Argel.
sábado, 4 de octubre de 2008
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