Durante mucho tiempo le he contado bromas de catalanes a una ex compañera de trabajo que ya ha dejado de trabajar en mi oficina y se ha vuelto a su tierra catalana. Casi siempre conseguía hacerle renegar con los chistes. Es una pena no tener la oportunidad de ver su cara con lo que cuelgo hoy aquí.
Sucede en Girona, en pleno centro. Hay una cafetería con dos puertas y los dueños pretenden que sólo se entre por una de ellas, para mejor distribución del espacio interior. Y colocan un cartel en la puerta. Sin embargo, la clientela no hace caso, porque la puerta que se desea inutilizar es la que da al lateral con más tráfico de peatones. Y los dueños deciden colocar un segundo cartel, más grande que el primero. Luego sigue un tercer cartel, un cuarto, todos ellos a color, hasta casi llenar la puerta de letreros, como puede apreciarse en la fotografía que saqué del lugar. Por cierto que en el cristal se refleja mi imagen tomando la fotografía. Pero aquello sigue sin dar resultado, de modo que los dueños del bar cafetería acaban resolviéndolo a la catalana. “Si van a seguir entrando por ahí, que paguen”. Y colocan un cartel más, que acaba siendo el único eficiente. El secreto está en el texto: Delicioso, ¿verdad? Lo mejor es que, efectivamente, funciona.
sábado, 11 de octubre de 2008
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