El año 1994 trabajaba yo en Skikda, una ciudad costera del este argelino, en una de las terminales de gas natural, donde mi empresa construía una nueva caldera para la licuación de gas natural por enfriamiento. Puede sonar raro lo de una caldera, que calienta, para enfriar, pero es el mismo principio por el que los congeladores cuentan con un compresor que emite calor. En este caso, nuestro compresor era sensiblemente más grande.
Argelia se desangraba en esos momentos en una guerra civil. En una lucha fraticida cualquiera puede ser el supuesto enemigo, quien puede acabar con tu vida. Como extranjeros teníamos muy claro que los islamistas nos habían condenado oficialmente a muerte y que corríamos también el peligro de que paramilitares atentaran contra nosotros para culpar a los grupos islamistas y de esa forma obtener un mayor occidental hacia su bando. Ofrezco una explicación simplificada del puzzle en el que nos movíamos, lleno de peligros. Por eso mi vida se desarrollaba dentro del llamado Campo 4 de Sonatrach, propiedad de la empresa nacional de hidrocarburos, para la que trabajábamos. Todas las mañanas nos desplazábamos al trabajo en un autocar con algunos militares dentro y junto a otro autocar con falsos trabajadores, que en realidad eran también militares preparados para intervenir en caso de emboscada. Había tropas asentadas en puntos estratégicos del recorrido, de unos tres kilómetros, que se cerraba al tráfico media hora antes de que saliéramos de nuestra residencia.
No todos los extranjeros contaban con ese grado de seguridad en Argelia. Casi todos los cooperantes habían huido del país cuando empezaron a asesinar extranjeros el año anterior. Pero quedaban religiosos y religiosas, que habían tenido que renunciar a buena parte de su actividad humanitaria, adicionalmente a la pastoral, que en Argelia no se puede ejercer fuera de las iglesias.
El domingo 23 de octubre de 1994 unas hermanas españolas, de la orden de las Agustinas Misioneras, acudían caminando a oír misa dominical cuando fueron víctimas de un atentado. Omito los detalles porque las supervivientes no desean recordarlo. Dos hermanas españolas, Esther y Caridad, fallecieron asesinadas.
Yo lo recuerdo en Skikda. Fui el primero en enterarme y pocos minutos después la noticia llegó a la dirección de mi empresa y a la de la filial francesa de Gas de France para la que trabajábamos directamente. Aquella misma noche de domingo se celebró una reunión especial con la dirección y se dispuso todo para la repatriación de todos los extranjeros, la mayoría franceses, que se realizó por barco y en grupos de unas quince personas. Yo formé parte del tercer y último grupo, dejando sólo un pequeño retén que en el caso de los españoles se limitó a tres trabajadores.
Nunca pensé que volvería a Argelia. Sin embargo, lo hice en febrero de 1998 para trabajar en la Oficina Comercial de la Embajada de España, en Argel. Y ahí conocí personalmente a las hermanas Agustinas Misioneras. Y yo estaba aún en Argel cuando el 7 de mayo del 2000 el Papa Juan Pablo II inició en Roma el proceso de beatificación.
No he querido contar aquí cómo sucedió todo, sino cómo lo viví. Cuando escribo estas líneas, la víspera del decimocuarto aniversario del martirio, acabo de hablar con Lourdes, la hermana Agustina Misionera que más de cerca vivió el drama y que tras unos años regresó a Argel. Aunque se lo he preguntado y aún no lo sabía, supongo que, como todos los años, habrá un recuerdo especial a las dos hermanas mártires en la misa de seis de la tarde de Notre Dame d’Afrique, abierta a todos los que deseen acudir, a la que probablemente acudirán las otras hermanas que residen en Dar el Beida. La verdad es que la misa de seis de la tarde de Notre Dame d’Afrique es terriblemente aburrida, con un sacerdote muy mayor que bastante tiene con esa labor de capellanía. Pero asistir, incluso para los no creyentes, es una muestra de reconocimiento y solidaridad con quienes llevan toda su vida entregados a los demás.
Lourdes trabaja este jueves hasta tarde en la sección de pediatría del hospital de Bab el Oued y es difícil que pueda acudir. Pero prometo transmitirle al menos por correo electrónico los comentarios que me dejen aquí o en mi correo personal.
jueves, 23 de octubre de 2008
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1 comentario:
Me gustaría ponerme en contacto con usted. Estoy realizando un trabajo de fin de grado sobre el martirio de estas dos agustinas. ?Podría facilitarme una dirección de correo a la que dirigirme? Muchas gracias!
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