domingo, 26 de octubre de 2008

En-hora-buena

Para quienes piensen que esta noche del sábado al domingo he disfrutado de una hora adicional para escribir el comentario del blog, he de advertir que en Argelia no se realiza el cambio de horario de verano al de invierno. Durante todo el año la hora oficial argelina es GMT+1, lo que implica que en verano coincide con la hora de las islas Canarias y en invierno con la del resto de España. Desde ahora y durante seis meses los relojes marcarán la misma hora en Argel y en Madrid.

Hoy recupero una vieja costumbre, la de levantarme pronto para escribir en el blog y luego colgarlo de la red. Lo hago, como siempre, con el portátil colocado sobre mi mesa del salón de mi casa de Ben Aknún, la que dejaré en un par de días. En unas horas comenzaré a recoger mis enseres, de modo que es lo último que escribo en el lugar que durante tantas mañanas me sirvió de inspiración para expresar mis sensaciones de vivir en Argel y tratar de contagiar esa ilusión, los buenos y malos momentos, las pequeñas miserias y las grandes satisfacciones de compartir un tiempo de mi vida con unas gentes cercanas y a la vez desconocidas para muchos de nosotros. Y este último post desde mi casa de Ben Aknún lo tengo que dedicar a algo muy íntimo y personal, como es mi estado de ánimo.

El tono intimista del blog, contando la experiencia en primera persona, me obligó desde el primer momento a compartir con quienes entran en él mis emociones, mis sensaciones, mis buenos y malos momentos. He tratado de no ocultar nunca nada, aunque me he visto obligado a ser más cauto cuando el blog adquiría una dimensión pública inesperada. He narrado con excesiva crueldad hacia mi persona y sin ningún pudor mi estado de sufrimiento, mis periódicas crisis de ansiedad, incluso mis visitas al médico. Últimamente me encontraba mucho mejor, me creí de hecho curado y la decepción fue enorme cuando el miércoles sentí el mundo caérseme encima en una nueva crisis de ansiedad. Así lo conté en el blog y he recibido un aluvión de correos electrónicos de amigos y desconocidos, tratando de darme ánimos y de ayudarme. Y cuatro llamadas desde España. Son quienes han pasado por situaciones parecidas, muchísimos más de los que podría llegar a imaginar, los que han sabido en muchos casos encontrar la palabra adecuada. Aunque tengo que manifestar mi inmenso agradecimiento a unos cuantos conocidos y desconocidos que se han volcado conmigo.

Este sábado por la mañana acudió a mi casa Omar, a quien yo no conocía, con la encomienda de un amigo común, Farid, de ayudarme a encontrar piso. Él ya se había movido por las inmobiliarias y acudí a tiro hecho en un coche que él se había procurado. Sus primeros intentos de localizar una buena vivienda habían fracasado, pero me esperaba con una grata sorpresa, un bonito piso de dos habitaciones al lado de la catedral del Sagrado Corazón por 35.000 dinares al mes, tras negociar el precio con el propietario. A esas horas yo sólo veía pegas en la mudanza, la limpieza del piso, las pequeñas reparaciones. Pero Omar iba desmontando con eficacia todas mis alegaciones. Se puede decir que para el mediodía ya tenía garantizada una vivienda, si no encontraba nada mejor a lo largo del día. Luego, de forma ya distendida, Omar me acompañó a comprar un nuevo pendrive como el extraviado, buscamos juntos una nueva compañía de seguros para asegurar mi vehículo y programamos la forma de solventar los pequeños problemas que aún tiene mi coche.

La siguiente sorpresa me la dio Souhila, la sobrina de Raquel. Para la una de la tarde había localizado dos buenas oportunidades de vivienda en Argel. Y como mi coche seguía sin seguro hasta que este domingo abran las agencias, trasladó su oficina al volante y a la vez que trabajaba con un móvil que no dejaba de sonar me acompañó a realizar la primera de las visitas. Se trataba de un apartamento fantástico, aunque sin ascensor, de tres habitaciones, junto al nuevo Museo de Arte Moderno de Larbi Ben M’Hidi, en el centro de Argel. De hecho, la vista frontal en la terraza es el propio museo, situado justo en la acera de enfrente, mientras que lateralmente se ve el mar. Se trata de un edificio histórico, de esos de película, que cualquiera soñaría con habitar, con un suelo original que jamás pensé que podría tener en mi casa. Todo ello por sólo 38.000 dinares al mes. El piso está renovado, impecable, aunque el dueño de la vivienda me ha dado mala espina.

Cuando ya parecía imposible mejorar lo visitado, ha llegado una vivienda en Telemly, justo encima de la Facultad Central, un octavo piso con cuatro habitaciones y una enorme terraza alrededor con unas vistas impresionantes sobre la bahía de Argel. Es el ideal para compartir piso, aunque como al final me toca vivir solo, puede resultarme algo grande. Tras negociar muy duro el precio y obtener un importantísimo descuento (hasta dejarlo en 42.000 dinares al mes), he quedado a la espera de la decisión final de otros posibles inquilinos que lo vieron antes que yo.

No puedo mostrar fotografías de esos pisos de Argel porque mi cámara “falleció” en tierras de la llamada Nueva Inglaterra hace unas semanas. Una pena.

Así, acabé el sábado por la tarde eufórico, aunque sin saber si seré capaz de realizar a tiempo la mudanza. Ni siquiera me ha molestado lo más mínimo que alguna persona de mi misma nacionalidad que me conoce y sabe de mi baja médica me haya visto y no se haya dignado saludarme. Al fin y al cabo, de una acémila sólo se pueden esperar coces y rebuznos y se agradece la distancia.

Por la noche tuve incluso la suerte de compartir mantel con ese tipo de gente que me carga las pilas para vivir en Argel. Me refiero a los jóvenes expatriados que llegan con ilusión por conocer un mundo diferente, que a mí por lo menos siempre me contagian su alegría y ganas de seguir profundizando en esta fantástica aventura. No me ha pillado de sorpresa, porque ya una de ellas me ayudó bastante en agosto, cuando yo me encontraba muy triste y me correspondía casi cada día con correos llenos de vitalidad. Así, lo que cuarenta y ocho horas antes era “¿y qué se me ha perdido a mí aquí?”, se convierte en un “¿y me voy a perder yo todo esto?”

Ahora mismo me muero de ganas de situarme en mi nueva vivienda y dejarme empapar por estas sensaciones, salir a conocer mejor Argelia y sus gentes, entablar amistad con mis nuevos vecinos, viajar, recibir y dar. Sé que es un estado de euforia pasajero (vamos, que igual me he pasado con la medicación…), pero en unos días podré valorar si la crisis quedó atrás, como el horario de verano. Si mi reloj marca la hora correcta.

2 comentarios:

Niretzat - Para mi dijo...

Que dure. Si consigues engancharte a los buenos ingredientes, y que sean la referencia, tienes más de la mitad del trabajo hecho.

Me alegro!! :)

analista dijo...

Hola ! Enhorabuena José Antonio!

Hoy no analizo nada, solo te digo enhorabuena para la vivienda y que Argel y yo te deseamos la bienvenida .
Ness