Voy a contar mi visita a un psiquiatra en Argel. He estado dudando antes de hacerlo, porque mucha gente relaciona la visita a un m�dico psiquiatra con cualquier tipo de locura o enfermedad mental. Adem�s de que no es mi caso, o eso espero, creo que si lo oculto estoy colaborando en mantener que algo tan normal como acudir a un m�dico sea una lacra para determinadas personas. As� que si cuento mi caso, de alguna manera, ayudar� a los dem�s.
He buscado un m�dico psiquiatra porque a partir del atentado del que fui v�ctima en la Oficina Comercial el pasado 11 de diciembre sufro de una serie de s�ntomas anormales. La gente asegura que lo que necesito es un psic�logo, no un psiquiatra, pero la psiquiatr�a es una ciencia m�dica y deber�amos ver con normalidad el hecho de que sea un profesional de la medicina quien trate los problemas de comportamiento.
Mis problemas concretos son tres. Primero, ataques de p�nico, momentos en los que tengo miedo a sufrir un atentado y me comporto de forma irracional.
Segundo, ataques de ansiedad, algo que ya sufr�a antes, pero que ahora me afectan en mayor grado. Son situaciones en las que necesito estar acompa�ado, compartir el tiempo con alguien. Dice una buena amiga m�a que lo que me pasa es que no tengo vida interior, pero creo que m�s bien es una necesidad exagerada de ser sociable.
Tercero, reacciones agresivas por p�rdida de la compostura cuando algo no se desarrolla como yo quiero. Pierdo con mucha facilidad los nervios y me comporto como un ser antip�tico, engre�doo, insoportable, antisocial. Me doy cuenta enseguida y generalmente lo arreglo, pero no siempre es posible. De todas formas, desde hace unos d�as me controlo mejor y el reconocerlo e identificarlo quiere decir que voy por el buen camino. S�lo me falta ponerlo en pr�ctica al volante.
Con esos ingredientes, un compatriota me dio los datos de un psiquiatra, le llam� y me dio cita para el pasado mi�rcoles.
Al llamar a la puerta me recibi� un h�brido de Quasimodo y el Jovencito Frankestein, en versi�n femenina. O eso creo. Por decirlo educadamente, no se trataba de una chica agraciada f�sicamente ni, por lo que pude comprobar, tampoco intelectualmente. Tras unos minutos en una sala de espera de lo m�s original, con el imprescindible div�n y objetos por todas partes que daban al espacio un aire de tienda de antig�edades muy a juego con aquella criatura, me atendi� el m�dico. Durante los quince o veinte minutos que estuvimos hablando su obsesi�n fue encontrar momentos de mi infancia en los que sufriera situaciones de angustia. Luego pas� a pesarme y tomarme la tensi�n, momento que aprovech� para decirme sin ning�n miramiento que estoy muy gordo y que mi tensi�n est� descontrolada. Un psic�logo excepcional, en definitiva, que pod�a haber adivinado f�cilmente que esos son dos temas que me preocupan y que si no va a ponerle remedio es mejor que mantenga la boca cerrada. Tras recetarme dos medicamentos (se enfadar� cuando sepa que ni los he comprado, pero de momento creo que no conoce este blog) y mandarme tareas para dentro de dos semanas, me envi� a ver la enfermera-secretaria, que me indic� que le deb�a mil dinares por la consulta.
Solicit� una factura, grave error por mi parte, porque la "se�orita" en cuesti�n intent� hacerla sobre el ordenador, cuando saltaba a la vista que la inform�tica y ella eran absolutamente incompatibles. Tras casi veinte minutos de desesperaci�n, acab� perdiendo la compostura, le dije lo que pensaba de sus destrezas inform�ticas, abr� la puerta y me march�, mientras ella trataba de avisar a su jefe de que el cliente se escapaba sin pagar (obviamente, le pagar�, se trataba s�lo de no seguir perdiendo el tiempo). Al menos sirvi� para que asistiera a una clase pr�ctica de c�mo pierdo la raz�n en determinados momentos.
Yo no hab�a estado nunca en la consulta de un psiquiatra. Ten�a entendido que los m�s afamados son los argentinos, que rima con argelinos. Pero no me he quedado yo muy contento con mi primera experiencia.
lunes, 4 de febrero de 2008
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