A la salida del aeropuerto, en el segundo control, tuve una discusi�n con un polic�a. �l se puso chulo... y yo m�s. Acabamos a gritos y con el polic�a delante de mi coche dici�ndome a ver si yo era capaz de continuar y atropellarle. Estaba claro que se trataba de un suicida o de alguien que no me conoce, pero mi hermano ya se tem�a en esos instantes que su semana en Argelia se iba a limitar a una experiencia vital en un calabozo.
Una vez en la ciudad y de ense�arle algunos de los lugares t�picos, hicimos una visita a parte de la colonia espa�ola. De alguna forma cumplimos con el requisito de presentarse al C�nsul cuando se est� de paso, aunque fuese de casualidad. Ya antes hab�amos saludado en el aeropuerto al Embajador de Espa�a, que hab�a llegado en el mismo vuelo, de modo que doy por cerrado el cap�tulo de presentaciones protocolarias.
Posteriormente nos dirigimos hacia mi casa, con parada obligada en la pizzer�a de mis vecinos. Y, un rato despu�s, la salida nocturna para cenar. Como el martes pasado fue su cumplea�os, hab�amos decidido celebrarlo en El Djanina, ese restaurante emblem�tico cercano al Museo de El Bardo que tanto gusta a los Reyes de Espa�a cuando viene a Argel, al punto de haber dejado su firma en el libro de oro de la casa junto a la de gente como Rafael Vera o los terroristas de ETA que con este �ltimo negociaron en los a�os 80 el fin del terrorismo en el Pa�s Vasco. Cuando llegamos al Djanina eran casi las once y estaban cerrando la cocina, pero nos atendieron de modo exquisito. Yo me salt� mi r�gimen con una chatchuja muy buena, pero que todav�a no he digerido mientras escribo estas l�neas.
A la salida del restaurante, hacia la medianoche, nos fuimos a dar una vuelta, una larga vuelta, por la ciudad, por toda la cosa. Llegamos hasta cerca de Ra�s Hamidou. Al regreso estacion� el coche en la Plaza de los M�rtires y nos fuimos a pie a conocer la Casbah. Era la una de la ma�ana y no estaban las calles tan vac�as como me tem�a, lo que nos ofreci� cierta seguridad. No obstante, tampoco nos entramos demasiado. Luego visitamos a pie la zona de La P�cherie. Se nos acerc� un polic�a a identificarnos, posiblemente porque sospechaba que dos perosnas caminando a esas horas por la calle no pod�an hacer nada bueno. Luego, en coche, nos encaminamos hacia la zona del monumento, Riad el Feth, y la cueva de Cervantes. Tras admirar las vistas sobre la bah�a que ofrece esa zona de Argel, regresamos a casa.
Ese es el resumen de la primera media jornada de visita. Esta ma�ana me he levantado pronto para llegar de los primeros onto al trabajo y as� salir antes. Tampoco voy a contar cada d�a c�mo se desarrolla la visita. El ejemplo de la primera noche es suficiente para dar envidia.
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