Escribo desde la Cl�nica El Azhar de Argel. En la ma�ana del s�bado. He venido acompa�ando a Mariano, que hoy se opera de menisco. En la larga espera, intentar� contar o que va sucediendo y luego lo subir� al blog.
Hemos empezado pronto la ma�ana, porque a las siete y cuarto ya he recogido a Mariano en su casa. Vive en un sitio muy agradable, pero con una gente que es para echar de comer aparte. El otro d�a fue el vecino del segundo quien se quej� de ruidos porque habl�bamos en alto y se puso a aporrear la puerta con una falta absoluta de educaci�n. Hoy es el guardi�n de la entrada el que se encara conmigo para que vaya moviendo el coche de un sitio para otro durante los cinco minutos que tarda Mariano en bajar de su casa. Con el tercer cambio ya me harto y le digo que no, de modo que he conseguido tener mi primera discusi�n de tr�fico tras regresar de Bilbao al cabo de nueve d�as. Pero es que tener que levantarse a las seis menos cuarto de la ma�ana, m�s bien de la noche, y en d�a no laborable, tampoco deja mucho margen para mostrarse comprensivo y conciliador.
Son las ocho de la ma�ana. Es a la hora a la que citaron a Mariano para la artroscopia y hemos sido puntuales. En recepci�n son diligentes. La primera sorpresa es que me hacen firmar a m� un papel en el que autorizo a realizar cualquier intervenci�n que juzguen necesaria, a asumir sus consecuencias y a pagar el coste. Lo que sorprende es que tenga que ser yo quien firme un papel en el que s�lo aparece mi nombre, no el del enfermo. En sentido estricto, lo que autorizo es a servirles de conejillo de indias y encima tener que pagarlo. Mariano est� nervioso y jugando con las muletas, al punto que nos echan del lugar de espera y nos ponen en un rinc�n.
Ocho y diez de la ma�ana. Nos han subido a una habitaci�n. Antes han reclamado un dinero a cuenta, que Mariano no hab�a previsto, pero se ha solucionado f�cilmente. En la habitaci�n empieza a fijarse en los peque�os detalles de falta de calidad. Este Mariano no aprender� nunca, sigue comparando Argelia con Europa. Llega la enfermera con el aparato de tensi�n y alg�n armatoste m�s. Mariano le dice si necesita su brazo y la enfermera, con una sonrisa p�cara le responde que necesita todo su cuerpo. Inmediatamente le entrega uno de esos camisones hospitalarios y le indica que se quite toda la ropa, insistiendo en el ?toda? un par de veces. A�n as�, la enfermera le tendr� que recordar m�s tarde, muy divertida, que la ropa interior formaba parte del ?toda?. Yo creo que lo ten�a previsto el muy pillo, porque le dijeron que se depilara la pierna a operar y se ha depilado las dos. En fin, hasta ah� puedo escribir?
Ocho y media de la ma�ana. He descubierto con la balanza de la cl�nica que peso un kilo m�s que Mariano, 77 frente a 76, aunque yo estoy vestido y el no, toda vez que la enfermera s�lo le ha dicho a Mariano que se quite la ropa. Yo deber�a quejarme, que el que ha firmado en recepci�n que se deja hacer de todo soy yo, no �l. Esto no puede ser, seguro que si el que presenta tipo atl�tico soy yo ahora me estar�a colocando a m� las pegatinas por el cuerpo. Y la enfermera es guapa, que s�lo llevo una semana desde que he regresado y mantengo intacto el sentido del gusto. En fin, habr� que recuperar el r�gimen porque ayer viernes me pas� entre alubias, pollo y pastel de almendra para comer; cr�pes Nutella (una crema de cacao francesa similar a la Nocilla) para merendar; y bonito en escabeche, anchoas en aceite, mejillones y un buen paquete de jam�n ib�rico precortado para cenar. Pero vamos a volver a lo que ocurre en la cl�nica, que estoy desvariando.
Ocho y cuarenta de la ma�ana. Se han llevado a Mariano y detr�s me echan a m�. Dicen que no puedo quedarme en la habitaci�n y que las visitas son a partir de la una, que me d� una vuelta. No s� qu� vuelta se puede dar por el far-west, si est� todo el barrio medio sin hacer, con calles sin asfaltar y casas sin el l�gico lucido de la fachada. Recojo todo para no dejar objetos de valor en la habitaci�n y consigo convencer al enfermero de que a las once me intentar� dar alguna informaci�n si regreso. Al final consigo que me dejen permanecer en la supuesta sala de espera en la que se convierten las cuatro sillas colocadas en la escalera del edificio. Hay dos operarios tratando de arrancar un gran ventanal met�lico y se han liado a martillazos con �l a un metro de mi. Sobre dos de las sillas cae todo tipo de cascotes y el ruido con el mazo, porque no es en sentido estricto un martillo lo que emplean, es ensordecedor y muy molesto. Lo sorprendente es que la gente lo ve normal. A uno de los empleados le llaman por tel�fono y responde cuando pone por todas partes que no se pueden usar los tel�fonos celulares. Desde luego, es una pena haberme dejado la c�mara de fotos en la oficina, esto merece ser inmortalizado.
Nueve y cuarenta de la ma�ana. Sin noticias de Mariano, que lleva m�s de una hora en el quir�fano. Me ha llamado la Consejera comercial para interesarse por �l, pero era muy poco lo que le pod�a contar, no iba a hablarle de las sonrisas de la enfermera cuando pasa por esta sala de espera, mitad escalera y mitad nevera, ahora que han arrancado la ventana. Como tarde mucho Mariano, explicar� que el que se deja hacer de todo soy yo. El responsable del hospital, que habla espa�ol, ha venido y me invita a dejar el lugar, porque las visitas deben aguardar en el exterior hasta la una. Al final me busca un lugar en el que poder conectar mi ordenador port�til. Desde luego, �ste no es le lugar m�s adecuado, mientras dan detalles de las tres parturientas que tienen en estos momentos y de la dilataci�n de cada una de ellas. Igual tengo suerte y asisto hoy a un parto, tal y como est�n las cosas por aqu�.
Once menos cuarto de la ma�ana. Ha venido Kamel en taxi para acompa�arme en la espera y estar con Mariano. Hasta la una no me dejar�n subir, pero me confirman que la operaci�n ya ha terminado, que todo ha ido bien y que est� recuper�ndose de la anestesia local en una sala. Llama Marta para recibir noticias y de nuevo la Consejera. Poco les puedo contar. Estas esperas acaban con cualquiera y ya me he comido un paquete entero de mis galletas favoritas.
Una de la tarde. En la cafeter�a casi no se pod�a estar, porque desde mediod�a ha sido invadida por el personal del hospital, en plena pausa para comer. No he encontrado un lugar donde comprar una ensalada de pimientos y he acabado comiendo unos filetes fr�os de embutido de carne con Coca Cola Light. Nos dejan subir y ah� est� Mariano todo feliz. Bajo las s�banas se observan dos bultos correspondientes a ambas piernas, parece que no le han cortado ninguna pese a la autorizaci�n que me hicieron firmar. Le saco unas cuantas fotograf�as para la posteridad y hablo con la Consejera y con Marta. Tiene humor para explicarme la brusquedad con la que conduc�a la camilla el auxiliar que el llev�, un poco re�ido con la higiene personal. De todas formas, ni las s�banas de la cama ni mucho menos la manta ofrecen la imagen de limpieza que uno espera.
Dos y media de la tarde. Por fin le han dado de comer. Tuve que preguntar si ten�a que ocuparme de comprar la comida o la bebida, porque desconocemos las costumbres hospitalarias de Argelia. El anestesista ya le indic� que ten�a que beber bastante agua, pero no le hab�an puesto ni vaso ni botella. He aprovechado para se�alar lo que le faltaba cuando he bajado a acompa�ar a Kamel a tomar un taxi y al subir ya le hab�an tra�do todo. Empieza a pas�rsele el efecto de la anestesia y surgen las primeras molestias. No son importantes, porque se preocupa m�s por el hecho de que lo tienen desnudo bajo la s�bana y no deja de darle vueltas a la situaci�n ante la que se enfrentar� cuando vengan las enfermeras a ayudarle a ir al ba�o si bebe agua.
Cuatro de la tarde. Hace un rato vino la enfermera para tomarle la tensi�n y temperatura. Luego todo se ha desarrollado con gran rapidez. Tras un par de bromas sobre la desnudez que tan preocupado le ten�a a Mariano, le proporciona un camis�n para poder ir al ba�o. Inmediatamente le traen la merienda y casi a la vez los papeles en lo que parece ser un alta hospitalaria, sin que haya pasado a verle el m�dico. Tambi�n llama en esos momentos Ernesto y hablan un poco entre ellos. Al volver del ba�o empiezan las t�picas molestias de haber forzado en exceso los movimientos. Finalmente nos confirman que el m�dico no vendr� a verle, que no pasa consulta en la cl�nica y que cuando se encuentre con fuerzas que acabe de vestirse y que me lo lleve a su casa. Vamos a intentar que al menos el m�dico deje instrucciones de lo que debe hacerse en los pr�ximos d�as.
Cinco de la tarde. Ya hablaron con el m�dico y dej� instrucciones verbales para toda la semana. Tambi�n dej� en un sobre una baja m�dica de diez d�as, la receta con los medicamentos que habr� que comprar y le cita a su consulta para dentro de una semana. Luego he bajado algunas cosas al coche y al subir a la habitaci�n ya no estaba all�, como en las pel�culas de misterio. El compa�ero de cuarto es quien me ha explicado que se lo han llevado a la calle. Me ha costado un buen rato localizarle, junto a la salida. Son las ganas que tienen de dejar libre una cama. Maniobrando con el coche para acercarlo a la puerta he sufrido un percance con los andamios de obra y he rallado la parte izquierda del veh�culo, las dos puertas y he arrancado parte de las molduras. Me costar� cara la reparaci�n de mi primer accidente tras el regreso de Bilbao, me temo.
Siete de la tarde. De camino a casa de Mariano sus molestias han ido en aumento y empieza a estar de mal humor. Hemos parado en una cafeter�a para que fuera al ba�o, porque los efectos de la gran cantidad de agua que ha ingerido empezaban a sentirse en su vejiga. Al pasar por delante de mi casa he aprovechado para subir a colgar la ropa que dej� lavando, lo que no ha gustado nada a Mariano, est� claro que su mal humor se va incrementando conforme aumentan las molestias. Sabe que s�lo tengo mujer de la limpieza los domingos y que si no est� la ropa seca ma�ana me quedo sin nada que ponerme planchado toda la semana, no deber�a ponerse as� si sabe que llevo fuera de casa por �l desde hace doce horas. �C�mo son los enfermos! Hemos llegado a su casa y parece que ya se queda m�s tranquilo. Le dejo para comprar los medicamentos que no quiso que adquiriera junto a la cl�nica y ahora me manda poco menos que con cajas destempladas a la farmacia de Didouche Mourad.
Ocho y media de la tarde. Acabo el diario. Tuve suerte y encontr� una farmacia abierta. As� descubr� que una de las medicinas es una inyecci�n subcut�nea. Yo me atrevo a inyect�rsela, pero he buscado una soluci�n que me involucre un poco menos. Con ayuda de la Consejera he localizado a Lourdes, la hermana Agustina, que se acercar� esta noche a pon�rsela. Ahora he hablado con Marta, que acaba de llegar a casa de Mariano y a ver si entre los dos lo calmamos para que haga buen enfermo.
As� transcurri� un d�a de hospital en Argel. No puedo colgar las fotos porque no tengo medios para descargarlas, pero lo har� en un post extraordinario, para que todos sus amigos dispersos por el mundo vean que en Argel lo tratamos bien y que sigue con todas las piernas con las que lleg�.
sábado, 12 de abril de 2008
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