Argelia es un país deficitario en recursos hídricos. En los últimos años se han hecho muchos y buenos trabajos para mejorar el acceso de la población urbana al agua. Ya están en uso los pantanos que se programaron para embalsar aguas, con algún desencuentro empresarial que ha perjudicado a la imagen de las empresas españolas.
Recientemente se planteó la construcción de trece plantas desaladores de agua de mar a lo largo del litoral argelino. En todos los casos se ha buscado la participación de empresas extranjeras que constituyeran a su vez una empresa mixta con la empresa nacional de hidrocarburos, Sonatrach, que aparentemente nada tendría que ver en el asunto, pero que ofrece una garantía internacional de gestión empresarial. La propuesta consiste en una licitación pública para cada planta desaladora en la que el ganador constituye una sociedad mixta con Sonatrach y Sonelgaz para construir y luego explotar la desaladora. El cobro se realiza mediante la venta del agua potable a lo largo de los siguientes veinticinco años, a un precio que suele estar sobre los setenta céntimos de euro el metro cúbico, si no me falla la memoria.
Han sido varias las empresas españolas que han ganado alguno de esas licitaciones. En algún caso han sido agrupaciones de empresas, que no siempre llegan a entenderse bien, sea por diferentes estrategias de continuidad en el mercado argelino o a resultas de absorciones y adquisiciones en España que rompen el equilibrio empresarial.
Existen investigaciones que aseguran que la desalación de agua de mar no es una solución inocua, que es altamente contaminante y perjudicial para el ecosistema. El desarrollo sostenible, de acuerdo con esos estudios, no pasa por la desalación de agua de mar. No obstante, en Argelia no se ha hecho caso de esos estudios y se sigue adelante con los planes, quizás porque no existe realmente una alternativa al alcance del país. Investigaciones como las de lluvia provocada por iones de sulfuro de plata, si no recuerdo mal, no son una solución a corto plazo.
En las zonas alejadas de la costa se está recurriendo a extraer agua de la gran cantidad subterránea de la capa freática (o algo así, no soy experto). Es un recurso compartido con países como Túnez y Libia, que se han lanzado también a su explotación. Se trata de aguas centenarias que no se renuevan a medida que se van extrayendo, por lo que de alguna forma se está agotando un recurso del que no podrán servirse las generaciones futuras. Además, a medida que se incrementa su explotación también surgen problemas de calidad, tanto porque la concentración de sal se va incrementando como por la contaminación de que son víctima por vertidos subterráneos. Se trata de un recurso cada vez más costoso, a medida que el nivel de las aguas desciende, y que de no controlarse acabará con los recursos económicos de poblaciones que tradicionalmente han vivido de una agricultura de subsistencia que resultaba compatible con la renovación de los recursos hídricos.
Pensaba en todo esto al leer el comentario que me envió Jordi sobre las aguas del delta del Ebro. Como puede verse, en todas partes cuecen habas…
lunes, 11 de agosto de 2008
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