sábado, 9 de agosto de 2008

Inma dixit

Hoy no soy yo quien escribe, sino Inma, a quien voy a presentar.

Inma es una joven española, amante del mundo árabe, que conoce un poco el Maghreb y un mucho a sus gentes, su idioma, su cultura. Con los estudios de árabe bajo el brazo se ha embarcado en la aventura de pasar una temporada de su vida en Argelia, en Argel, como lectora de español en la Universidad. Además, impartirá cursos de español en el Instituto Cervantes. Será en ese sentido la sustituta de Ismael, aunque la frase es injusta para los dos, porque cada uno de ellos tiene su personalidad y forma de ser muy diferentes. Les une el amor a estas gentes y la ilusión desbordante.

Hace unos días Inma me pidió que escribiera algo sobre la mujer joven argelina urbana. No la mujer que vive en el campo, apegada por voluntad propia o ajena a las tradiciones, sino aquella de las zonas urbanas que es plenamente consciente de su situación en el mundo y que tiene la posibilidad, con un gran esfuerzo, de labrarse un destino diferente al que ya tenían pensado para ella. Yo fui malvado con Inma y le devolví la pelota. Creo que es más interesante conocer su opinión antes de que llegue a Argel y contrastarla dentro de unos meses. Por eso le propuse que escribiera ella lo que piensa de la mujer argelina, desde su conocimiento directo de la mujer marroquí, tunecina o saharaui y de todo lo que ha podido leer en este tiempo.

Puedo asegurar que poca gente en España que no haya estado antes en Argel tiene el grado de conocimiento que Inma demuestra. Es sin duda interesante desvelar las ideas preconcebidas con las que se llega a Argel. Y será una gozada para todos que dentro de unos meses Inma nos cuente su nueva visión. Habrá cambiado, sin duda, pero no en exceso. Yo comparto buena parte de lo que escribe, no todo. Creo que ella no es consciente de que el espaci d elibertad personal que en otros países cuesta críticas, en Argelia ha costado una guerra civil con muchos miles de muertos. Una amiga argelina me confesaba recientemente que cuando ella iba a la escuela asesinaron a dos compañeras suyas a la salida del colegio y se hizo correr la voz de que era por no llevar el hiyab. Y cómo en su casa le suplicaban con lágrimas en los ojos que se lo pusiera y ella siempre se negó, sabiendo de que esa podía ser quizás la última vez que veía a su familia, pero como adolescente argelina arriesgaba su vida por su libertad y su educación. Por eso, entre otras cosas, para mi, portar el hiyab como una moda es una pequeña traición al sufrimiento de quienes han arriesgado cada día su vida por aportar un espacio a la libertad global de la mujer.

Pero no quiero protagonizar el espacio cedido a Inma, que nos escribe esto:

PRECOGNICIÓN SOBRE LA MUJER URBANA DE ARGEL

Cuando se piensa en el concepto “mujer arabo-musulmana” a la mayoría de europeos nos viene rápidamente a la cabeza, un estereotipo de mujer sumisa a la voluntad del hombre y de una sociedad que la margina, con unos valores arcaicos incompatibles con el ritmo y modo de vida actuales, analfabeta o con unos estudios mínimos, de una belleza exquisita pero cubierta de pies a cabeza, encerrada en el ámbito privado sin participación alguna en la vida pública…etc.

No vamos a negar que existan muchísimas mujeres en estas condiciones, pero sí queremos desmitificar que sea lo habitual en todas las zonas de los países árabes.
Concretamente voy a referirme a Argelia y más específicamente a las mujeres “occidentalizadas” que viven en su capital, Argel.

He de confesar que voy a atreverme a hablar desde la ignorancia, pues todavía no he puesto un pie en Argel (sólo estuve una vez en el aeropuerto repostando y ni tan siquiera me permitieron bajar del avión). Precisamente ese es el propósito de estas líneas, relatar la impresión con la que me embarco en esta experiencia, y más tarde, expresar mi percepción tras una inmersión directa en esta sociedad.

Quizá no sea imparcial, por la idea de la que parto, tras haber visitado las ciudades de los países vecinos como Rabat, Casablanca, Marrakech o Túnez. Además, un mínimo conocimiento previo de la situación social y política de Argelia, sitúa en mi mente al país un paso atrás respecto a la evolución de sus vecinos.

Podría basarme en las leyes y decir que, el Código de Estatuto Personal se ha reformado (aunque mínimamente) o que políticamente se ha utilizado la figura de la mujer para impulsar el desarrollo con su participación en varios ámbitos de la vida pública. Pero no son estas reformas lo que a mi me interesa, sino la realidad del día a día. Un día a día en el que, como en muchos otros lugares de la tierra, la teoría de las leyes no se lleva rápidamente a la práctica, y donde los valores tradicionales de una sociedad muchas veces son más fuertes que el poder del propio gobierno.

Si tuviésemos que clasificar a las mujeres de cualquier ciudad por grupos, según una serie de características que las identificara, lo más probable es que nos encontrásemos ante muchos “tipos de mujer” diferentes. Sin embargo, como ha quedado claro más arriba, vamos a mencionar a un tipo muy concreto de mujer, que sólo suele habitar en grandes ciudades del mundo árabe. De ellas existe un desconocimiento casi absoluto en nuestro país, que se debe, ni más ni menos, a que vienen muy pocas mujeres de este tipo y las que hay pasan muy desapercibidas. La mayoría de mujeres árabes que llegan a España provienen de lugares muy rurales con pocos medios y por lo tanto con un gran desconocimiento del mundo que las rodea. Y esa es la idea con la que nos quedamos la mayoría.

Mi idea es que en Argel existen muchas mujeres que visten como quieren, con o sin hiyab porque ellas así lo deciden. Porque el hiyab también es un modo de reivindicar la propia cultura modernizada, es decir, una chica puede ir en vaqueros y llevar un hiyab en tonos muy monos como un complemento más. Pienso que las universidades están repletas de mujeres y eso significa que su nivel cultural es alto, que luchan por la evolución de su país con inteligencia, que existen grupos de feministas que luchan por la igualdad. Que hay mujeres en las cafeterías, quizá no en los cafés nocturnos, pero sí por las tardes tomando un café o un helado. Que hay muchas mujeres que trabajan en todos los sectores, y en este punto se me vienen a la mente esas guapísimas azafatas de los aviones con su uniforme, taconazos y perfectamente maquilladas. Todas esas mujeres que tal vez no conducen camiones, ni autobuses, ni taxis, pero sí coches y motocicletas. Que puede que no en su barrio, pero sí en otros pasean de la mano de sus novios, los cuales han elegido libremente y con los cuales posiblemente se casen por amor y no por conveniencia. Que sólo un tanto por ciento muy bajo asisten a fiestas privadas o a las discotecas de los grandes hoteles, sin ser por ello prostitutas, sino todo lo contrario mujeres muy refinadas. Que no todas se bañaran en la playa tapadísimas, una minoría de ellas lo hará en bikini.

Pienso que son estas mujeres las que con su esfuerzo diario, a pesar de ser criticadas, demuestran que puede existir una modernización moderada que respete muchos valores tradicionales musulmanes.

Sin embargo otras han tomado una posición tan radical en contra de esa tradición, que no les ha permitido hacer nada, que se han revelado contra su propia cultura y su deseo por formar parte de una sociedad “occidentalizada” las ha llevado a caer en un gran error, negar su propia identidad.

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