ESTE POST SE INTENTÓ PUBLICAR EN EL BLOG VIVIR EN ARGEL EL DÍA 25 DE AGOSTO DE 2008, PERO LA CENSURA EVITÓ SU DIFUSIÓN
Desde que entré a vivir en mi casa he mantenido a raya a los insectos. Algún que otro mosquito me visitó al principio, allá por septiembre del año pasado. Se dedicaban a anunciar su presencia cantándome al oído, para no dejarme dormir, pro sin picarme. Yo me l tomaba ya a broma pensando que eran típicamente argelinos, que no daban ni golpe pero incordiaban. Luego, en enero hubo unas hormigas que creyeron estar en su casa, pero las saqué de su error con la ayuda de un insecticida.
Pero a partir de julio sufro un acoso. Primero fueron unas hormigas pequeñas rojas que surgieron de la base de los marcos de las puertas. Creí acabar con ellas una primera vez, pero cuando regresé tras unos días de ausencia en agosto habían vuelto a su lugar anterior. Esta vez no tuve compasión y gasté dos botes de un producto especial contra las hormigas en tres días. Han debido entender cómo se las gasta el vecino del cuarto derecha y si no se han ido, al menos se han escondido muy bien.
De vez en cuando me encuentro una o dos hormigas de tamaño normal, no como las otras, minúsculas, No voy a reconocer lo que hago con ellas para que no me denuncie ninguna asociación protectora de animales. Tengo un bote de insecticida que anuncia un año sin hormigas ni insectos rastreros. Al leer su capacidad para librarme de elementos rastreros pensé en utilizarlo con alguien, pero finalmente le he dado el uso para el que lo compré. No obstante, aquí cuentan en tono jocoso que los insectos locales se toman los insecticidas de importación, tan perfumados, como desodorante; que lo que hay que utilizar son unos botes de fabricación local que yo creo que en realidad forman parte del arsenal químico iraquí que Bush aún está buscando para justificar su guerra. Da igual que rocíe la casa entera con esas armas de destrucción masiva o que me deje medio bote para acabar un año con los rastreros, que al cabo de un par de días hay otra hormiga, a los sumo en pareja, en otro lugar diferente de la casa.
Peor, mucho peor, llevo lo de las arañas. Ya voy por la cuarta y de dos tipos diferentes. Y el colmo, lo que puede conmigo, son unos bichos que si no son cucarachas se les parecen bastante. Llevo tres bichos del tamaño de una mosca pero más estrechos, negros, igualmente rastreros, que me dan repelús nada más verlos. Nada que ver con un escarabajo, que hasta ahí llego. Y de muestra uno fotografiado en el palmeral de Bou Saada.
De todas formas, mi estancia en la casa de Ben Aknún toca a su fin. Quedé con el propietario del piso en pagarle un segundo año a un precio firme y entregarle el dinero en cuando me hiciera unas reparaciones, que a fecha de hoy aún no ha completado (entre ellas, el armario al que me he referido días pasados). Pero no quiere respetar el precio establecido aduciendo que lo puede alquilar fácilmente por una cantidad superior. Yo no he entrado a regatear, para mi el respeto al acuerdo alcanzado es sagrado y en esas circunstancias es mejor dejar la vivienda. Ahora, que se ocupe él de su fauna.
lunes, 25 de agosto de 2008
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