sábado, 2 de agosto de 2008

La libertad de expresión

Estaba el otro día en una oficina pública de Argel y en la pared tenían colgada la Declaración Universal de Derechos Humanos, tanto en árabe como en francés, cuya proclamación va a cumplir sesenta años el próximo mes de diciembre.

Me llamó la atención que ante el evidente incumplimiento de algunos de esos derechos en Argelia, una oficina de la administración pública tuviera a gala difundirlos. Lo hacía pensando en el artículo 18 de esa declaración, que dice:

“Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.

Eso no se cumple en Argelia y hay cristianos condenados por lo que el Estado llama proselitismo. Grave delito ese de no ser musulmán y tampoco ocultarlo, so pena de ser popularmente acusado de falta de respeto a la mayoría. Creo que no hace falta explicar lo que implica en Argelia que un musulmán diga que se convierte al cristianismo, algo que está recogido como un derecho humano.

La verdad es que tampoco hace falta llegar a Argelia para darse cuenta del incumplimiento de los Derechos Humanos. Las leyes españolas los cumplen, pero mucha gente no los tiene asumidos, como si la declaración universal se refiriera sólo a los poderes públicos. Basta con bajar un solo artículo, hasta el 19, par leer:

“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

¿Son conscientes de esto quienes consideran que yo no puedo manifestar libremente en este blog lo que pienso? Parece que no, que hay quien cree que por mi trabajo estoy sometido también fuera de mi jornada laboral a un régimen de figuritas públicas intocables sobre las que nada se puede decir.

Pues van dados quienes así lo creen. Un nombre y un color en el pasaporte abren puertas diplomáticas, abren pasos en las aduanas para todo tipo de mercancías, abren vías directas de comunicación y amistades interesadas. Todo eso es abrir, pero ¿cerrar? Dudo mucho de su capacidad para cerrar blogs.

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