martes, 19 de agosto de 2008

A mejor

Son tantas las personas que me pregunta cómo sigo de salud que creo que es mejor colgar la respuesta general en el blog.

Yo creo que estoy mucho mejor. Lo que me diagnosticaron no fue depresión y angustia, como equivocadamente yo he contado a algunas personas, sino depresión y ansiedad, si bien es verdad que sufría y sufro episodios de angustia al comprobar los efectos nocivos de mis crisis de ansiedad.

No soy médico y hasta el 15 de septiembre no dispondré de una respuesta profesional, pero tengo la impresión de que he superado en buena medida la depresión. Esta semana me veo menos pesimista y hasta me siento capaz de amenizar alguna velada, si llega el caso. Es verdad que soy incapaz de salir y quedar si no son otras las personas que me fuerzan a hacerlo y que casi me hago de rogar. Escuchando los reproches directos o indirectos de quienes no han entendido que algunas actitudes mías son el resultado de la enfermedad, estoy aprendiendo a distinguir entre amigos y conocidos. Empezaré a marcar ese perímetro que una amiga del blog me dijo que creara.

No puedo evitar que algunas personas piensen que no estoy enfermo, o que busco alguna excusa para no trabajar. Tiene razón Ainhoa en un comentario que me ha dejado en un post anterior; al no verse una herida física no se valora correctamente la dimensión de la enfermedad. Y si aparezco sonriente o gasto alguna broma no es un esfuerzo de recuperar la normalidad que me marco continuamente, sino la constatación de que en realidad no me ocurre nada. Es como la gente que con la mejor voluntad del mundo me pregunta extrañada qué hago en Argelia si estoy de baja, como si yo pudiera tener ganas de disfrutar de vacaciones, de unos días en casa, estando enfermo.

Tengo que reiterar mi agradecimiento a quienes han sabido manejarme con tacto para salir adelante. A una alicantina muy flamenca y alegre, amante de analizar el comportamiento humano, que me mandó un correo muy profundo hace mes y medio y que me está siendo de mucha ayuda, con la que me explayé explicando con detalle todos mis sentimientos, hasta el punto de que probablemente se sintió abrumada, que me controla a distancia y en silencio. A otra alicantina más joven, que vive casi al lado de la anterior, enamorada de esta parte del mundo, que tendré ocasión de conocer mucho mejor en los próximos meses y que me ha contagiado su alegría en algún momento de tristeza, que también me ha permitido empezar a programar con ilusión el nuevo curso y las actividades que puedo desarrollar en Argelia si pongo de mi parte. A una mallorquina muy especial, mi otro yo, mi gran debilidad, que de haber venido unos días me habría hecho superar la ansiedad, porque la detectaría antes que nadie, hasta ese punto nos conocemos, y me pararía a tiempo. A esa argentina tan positiva y tan interesada en conocer mejor la realidad argelina y las pautas de comportamiento de una cultura muy diferente, que me hace valorar en nuestro intercambio de largos correos las cosas importantes, porque ella lo ha sabido hacer en la vida, que el día que los médicos le dejen por fin viajar seguro que se anima a cruzar el charco. A una aragonesa que no lee el blog, que me ha demostrado que no todos son iguales en su promoción, que no debo cambiar en lo esencial, para dar una oportunidad a quienes se lo pueden merecer y no tengan que pagar por ingratitudes y mezquindades ajenas. Y a dos personas más que ellas saben quienes son, que a veces sé que están ahí cuando recibo el resumen de las visitas al blog y el origen geográfico de los visitantes, o tienen el gesto justo cuando me hace falta. A todas, gracias.

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