Estamos en plena crisis económica. Curiosamente, se trata de una situación de manual de primero de economía, casi un calco de lo vivido hace ochenta años. La escuela keynesiana se ha pasado décadas recentando medidas de incremento de gasto público para mantener el consumo y evitar así el desempleo y la contracción del consumo, lo que a su vez agravaría la situación de recesión económica. En los años ochenta se demostró que el sector privado es más dinámico y eficiente que el público y las recetas neoliberales por las que apostó el gobierno de Ronald Reagan fueron las que ayudaron a superar la crisis de aquellos años. El último ejemplo en este sentido lo dio hace diez años el equipo económico del PP que dirigía Rodrigo Rato.
Pero ahora la crisis es de nuevo de confianza, de ausencia de inversión. El clima de desconfianza de los mercados financieros no ayuda a ello. Y, sorprendentemente, los estados han optado por inyectar dinero a los bancos privados en lugar de destinar directamente el dinero público a sustituir su actividad allá donde no son capaces de mostrarse dispuestos a conceder préstamos y créditos. Yo no lo entiendo.
Hace un año el Presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero mostraba su absoluta incapacidad para gobernarnos negando la evidencia de recesión que se aproximaba y rechazando la idea de actuar sobre los Presupuestos Generales del Estado en vigor. Él seguía tomándose tranquilamente su café a ochenta céntimos en la cafetería exclusiva del Congreso, subvencionada por todos nosotros. Y sus amigos de partido estaban mejor que nunca, ocupando cargos públicos y viajando en coche oficial. ¿Eso es crisis? Claro que no, seguro que se decía que la crisis para un político es no tocar poder.
En esas mismas fechas en Argelia se estaban privatizando los bancos públicos, empezando por la CPA, Crédit Populaire d’Algérie, con varios bancos internacionales en puja, entre ellos el Santander. Los rumores ya apuntaban a que se había tomado la decisión de venta a la francesa Crédit Agricole cuando estalló la crisis, entonces financiera y ahora económica. Y por una vez las autoridades argelinas acertaron al dejar en suspenso la privatización.
La crisis tiene que afectar menos a Argelia que a otros países. La restricción del crédito al consumo será evidente, porque las entidades francesas, con Cetelem a la cabeza, se han hecho con una parte importante del mercado de préstamos al consumo, principalmente dedicados a la compra de vehículos. Curiosamente, la menor venta de vehículos particulares en Argelia va a afectar menos a la economía argelina que a la francesa, coreana, marroquí, española, turca o polaca. Y creo además que irá por ese orden en cuanto a la pérdida de mercado.
El mercado inmobiliario es difícil que sufra demasiado. Existe una carencia de vivienda y la demanda superará siempre la oferta de nueva vivienda. Por otra parte, de agravarse la crisis no es descartable el retorno de emigrantes desde Europa. Un argelino en paro se enfrenta en Francia o en España a pagos mensuales superiores a los mil euros, mientras que por mucho menos de la mitad puede vivir en Argelia como el verdadero potentado de la familia. El regreso plantea al retornado otros problemas de carácter sociológico, pero yo no descartaría que se produzca, con su efecto de reactivación económica.
miércoles, 25 de febrero de 2009
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