El edificio central de Correos de Argel, conocido como La Grande Poste, es uno de lso más bonitos de la ciudad. Personalmente es el segundo que más me gusta, por debajo del Hotel El Djazair y encima de la Cámara de Comercio, el Mausoleo de Sidi Abderrahmane en la Casbah, o el Bastión 23. Aunque también hay varios edificios no abiertos al público que merecerían figurar en todas las guías turísticas. No sé en qué categoría clasificar la casa de Mustafá Pachá, porque siendo la sede del FLN está en realidad abierta al público.
En realidad no es un edifico antiguo de la época otomana. Tampoco es una antigua construcción turca. Ni una mezquita. Se trata de una construcción francesa de principios del siglo XX que las autoridades encargaron al arquitecto Voinot en un estilo neomorisco en el lugar en el que hasta ese momento existía una iglesia anglicana (la nueva fue edificada más arriba, junto a la Embajada de Gran Bretaña, cerca de la Plaza Adiss Abeba).
Lo que todo el mundo conoce de la Grande Poste es el edificio por fuera.
Al tratarse de una oficina pública, no existe ningún inconveniente para acceder a su interior y contemplar todos sus detalles. Simplemente hay que tener en cuenta que su horario de apertura es el de cualquier otro organismo público. Además, al sacar fotos, como en el resto del país, hay que evitar que aparezcan personas.
Poca gente, de entre los que yo conozco, ha accedido al resto de las dependencias del edificio. Yo lo conseguí hace unos días. Y, además, cámara en mano. Con la disculpa de acudir a un determinado despacho me paseé por todo el edificio. Sólo en dos ocasiones me llamaron la atención y lo que hicieron fue reconducirme hacia el camino más adecuado, porque me había equivocado torpemente de piso y de pasillo. Si es que estos extranjeros no se enteran de nada…
Lo primero que sorprende es el enorme descuido y falta de conservación de las escaleras, que casi amenazan ruina. Pero si se miran con buenos ojos también se valora que casi todo lo que en ellas se pisa es original. La más mínima restauración que se emprendiera implicaría la pérdida de esas baldosas, la sustitución del armazón de madera que soporta la estructura y la colocación de una barandilla mucho más segura, pero sin encanto.
En los almacenes descansan centrales telefónicas de esas que sólo he visto en las películas del Chicago de los años 20. La gente es muy dada en Argelia a guardarlo todo, incluso aquello viejo e inservible. No hay ninguna intencionalidad política en este comentario, basta con entrar en el trastero o en el garaje de cualquier argelino para comprobar que Diógenes enseñó probablemente en la Universidad de Argel y algunos de sus mejores alumnos siguen fieles a su legado. Y en la administración pública, que todo lo suele tener inventariado, deshacerse de algo que dejaron en una esquina los franceses antes de la descolonización es sin duda más complicado que guardarlo almacenado durante décadas.
Es una pena que no quiten de vez en cuando el polvo, para disfrutar un poco mejor de este museo de la historia de las comunicaciones.
lunes, 23 de febrero de 2009
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