En mi comentario de la posibilidad de que se produzca un flujo migratorio inverso al habitual entre Europa y Argelia como resultado de la crisis dejé varios flecos sueltos.
El primero, que es una posibilidad que ya ha sido analizada por el gobierno argelino. En la Ley complementaria de presupuestos para el 2008 se modificaron las condiciones en las que un argelino con residencia en el extranjero puede repatriar sus bienes y enseres en régimen de exoneración de impuestos. Unos representantes de argelinos residentes en Francia mantuvieron conversaciones con el Gobierno para que las nuevas disposiciones fuesen revocadas con la Ley de Presupuestos del 2009. Pero no ha sido así y han constituido una plataforma y una página web para actuar como lobby, alegando que la ilusión de cualquier emigrante es regresar un día a su país.
Por otra parte, yo no quise decir que la vida es más barata en Argelia que en Europa, sino que la vida es más barata en Argelia para un argelino. De la misma forma, para un español resulta más caro vivir en Argelia que en España. La bolsa de la compra se dispara si se pretende adecuarla a la dieta hispana. Puedo poner como ejemplo que hace un par de días compré tres kivis, tres manzanas y tres naranjas y pagué catorce euros. Un litro de zumo de fruta al que se le añade azúcar de segunda calidad, de la que comercializa el grupo Cevital, un monopolio de hecho en azúcar y aceite, para lo que cuenta con los parabienes de los que de verdad mandan en el país, cuesta aproximadamente un euro; pero el precio se duplica si se busca un zumo que realmente no contenga azúcar. Un queso denominado tipo “camembert” de producción local, como el de la fábrica que estuvo cerrada en diciembre por no cumplir con las normas de sanidad pese a que elabora una marca conocida internacionalmente, cuesta aproximadamente un euro y medio. El precio se triplica si hablamos de queso de importación.
Con el textil ocurre algo parecido. La ropa china que en España se vende en tiendas de “todo a cien” aquí es incluso más barata. Luego hay boutiques que venden restos europeos de anteriores temporadas a precio algo inferior al de una boutique europea (pero superiores al del outlet que ha suministrado la mercancía). Si se busca moda real, actual, los precios son prohibitivos. En cuanto al alojamiento, en la zona de la Casbah hay lugares en los que alquilan habitaciones a extranjeros por menos de cinco euros al día. Económico, ¿verdad? Esos extranjeros son inmigrantes subsaharianos, negros africanos, a los que no queda más remedio que aceptar unas condiciones de vida deplorables. Un nivel similar a un hotel de dos estrellas español sería el Hotel Aurassi, en Argel. La habitación cuesta unos 130 euros la noche, si no recuerdo mal.
Puedo poner otro ejemplo. La otra noche fui a visitar a mis antiguos vecinos de Ben Aknoun y me quedé a cenar en el sitio de comidas de los bajos del edificio. Como se han apuntado a la moda del chawarma, el kebab, solicité uno; pero en plato, sin pan y sin patatas fritas. Me sirvieron los trozos de pollo asado en una bandeja no excesivamente nueva de las que se usan para servir la comida, por falta de platos. Para darme un tenedor tuvieron que limpiarme uno y la salsa fue a elegir entre ketchup y mahonesa casera. Pese a mi régimen exento de grasas, opté por ésta última, para comprar ya todas las papeletas de la intoxicación alimenticia. Me costó un euro y medio, aunque le di dos. Un kebab en plato cuesta fácilmente cinco euros en España, pero lo que a mí sirvieron sencillamente no se vende sin que lo requise el Ministerio de Sanidad.
Aclaro que no acudí a cenar a Ben Aknoun por la calidad ni por el precio de la cena, sino porque son muy buena gente y me gusta compartir el tiempo con ellos. Aunque un día de estos igual me envenenan involuntariamente.
miércoles, 25 de febrero de 2009
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