sábado, 8 de noviembre de 2008

De un pardo claro

Lo reconozco, me declaro pardillo. Soy una persona demasiado sencilla de engañar. Y nunca escarmiento, me lo siguen haciendo.

Recuerdo dos momentos en el pasado en los que me sentí engañado, decepcionado y que me afectaron muy especialmente. El primero fue el año 2001, cuando después de dejar la Oficina Comercial descubrí que donde me habían contratado para crear en Argelia un grupo económico de capital español todo era mentira. Ni siquiera estaba dado de alta en la Seguridad Social y evidentemente el que era mi jefe en España no contaba con el respaldo económico que decía tener. Era un simple aprovechado, uno de tantos, que utilizó mis contactos para hacer dinero rápido. Me sentí muy decepcionado. Y, como las desgracias nunca vienen solas, me afectó comprobar que a parte del equipo que yo había creado desde la nada le podía la ambición y que prefería dejarme al margen y tratar de creerse los nuevos gestores de la empresa, en una huida hacia delante que no tenía ni pies ni cabeza.

Me dolió mucho la traición de parte de mi equipo y durante varios meses traté de encontrarle a todo ello una explicación. Se trataba de la traición de una persona en la que había confiado y yo necesitaba entenderlo para poder perdonar y seguir adelante. Un buen amigo del equipo de la Embajada de España en Argel de aquella época me estuvo ayudando e insistiendo en que no le diera demasiadas vueltas, que simplemente hay gente mala en el mundo. Creo que es la primera vez en mi vida que caí en una depresión. Lo que hice fue permanecer sin trabajo en Argel durante varios meses, hasta empezar a superarlo.

En diciembre del año 2003 viajé a Turquía, en un viaje muy bonito pero a la vez con unas consecuencias muy tristes. Allí me estafaron con el uso fraudulento de mis tarjetas de crédito. Durante varios meses tuve que pelearme con la Caja de Ahorros BBK, de Bilbao, que había aceptado pagos muy superiores al límite de mi tarjeta y no quería correr con las consecuencias de su mala actuación profesional. Sólo lo solucioné, al menos parcialmente, tras acudir al Banco de España. Un proceso parecido seguí contra el Banco de Vasconia, que al menos se había preocupado de bloquear las operaciones que superaban los mil euros. Al final todo ello me costó unos quinientos euros, pero no fue el detalle que más me marcó de aquel viaje. El último día, en Estambul, se me acercó un grupo de jóvenes vendedores callejeros de recuerdos. Uno de ellos me explicó que vendían a los turistas en euros, pero que las monedas que recaudan no les servían, porque los bancos no las cambian. Y me pedía que les hiciera el cambio de euros a liras turcas a muy bien precio, pero recibiendo monedas. Le respondí que yo me iba ese mismo día y que lo más que podía hacer era darle billetes de euro a cambio de las monedas. La media docena de vendedores adolescentes se mostró encantada con la idea y empecé a recibir monedas para entregar a cambio billetes de cinco y diez euros. Yo no ganaba nada, más bien era un estorbo ir cargado con tantas monedas, pero les hacía un favor. Cuando llegué a mi hotel y quise guardar las monedas en un saco para que no pesaran tanto comprobé que de todas las monedas supuestamente de dos euros que me habían dado no había ni rastro, las habían sustituido por otras de menor valor. Era un timo. La pérdida no era muy importante. No recuerdo las cifras con exactitud, pero si les había entregado cuarenta euros en billetes lo recibido a cambio serían unos diez euros. Es evidente que treinta euros no me hacían pobre y que seguramente dispongo de más medios económicos que ellos, pero me sentí profundamente decepcionado al comprobar que unas personas a las que trataba de ayudar altruistamente me correspondían de forma tan miserable.

Parece que la historia siempre se repite y estos últimos meses me ha vuelto a afectar anímicamente una gran decepción. Los amigos, mis amigos de verdad, los que no buscan nada en mí a cambio de su amistad, me dicen que tengo que escarmentar y no darme a los demás tan fácilmente. Tienen razón, pero pienso que si cambiara de forma de ser dejaría de ser yo mismo.

Este año los amigos, muchos de ellos surgidos a través del blog, me dijeron lo mismo que ya había escuchado siete años, que no le diera demasiadas vueltas a algunas de las cosas que me han pasado, porque hay gente mala en el mundo. Y esta vez creo que es verdad, que es un tema de maldad, sin más; de falsos amigos que se hacen pasar por tales por puro interés personal; de sanguijuelas humanas. Desde luego, es mala suerte la mía, esto de encontrarme a la vez en Argel con dos sanguijuelas y otras dos mentes enfermas.

1 comentario:

analista dijo...

Hola José Antonio !!

si desde que escribiste el comentario hasta ahora no has recibido otros mensajes en tu correo personal,eso significa que soy la sexta mujer quien te escribo a proposito de este comentario.
Perdoname si estos ultimos tiempos no contesto a tus escritos del blog, es que estoy agotada entre mi trabajo y mis estudios !

Tienen razon las personas que te aconsejaron dejar de ser asi, creeme, yo no te pido convertirte en una persona malaquien dana a su entorno, no! nada de eso! pero te aseguro que mejor seria que pienses mas en ti mismo , trata de no confiar tan facilmente en personas que apenas conoces!
Sabes? yo, en esta vida, a parte de mis queridos padres y mis dos queridas hermanas sin quienes no imagino mi vida ,no confio en NADIE , NADIE, y NADIE ! porque las personas son como lobos .
Creeme, y solo te pido creer lo que te digo y no te estoy pidiendo confiar en mi ( si yo no confio en nadie, pues como lo pudiera pedir a alguien?!!!!)pues, creeme, mejor ser neutro en esta vida, es mi receta para no caer en la decepcion o la depresion; yo prefiero no buscar a ayudar a nadie y no acabar por vivir una decepcion ,que ayudar a alguien y que me lo devuelva de una manera parecida a aquellos turcos deshinestos!asi al menos, tego la paz!
Intentalo , y veras que asi es mejor!
Con esta gente tan mala que existe, yo prefiero no hacer buenas acciones y estar tranquila que hacer buenas acciones y sufrir luego!
Ness